Parece mentira como algunos recuerdos permanecen intactos a pesar del paso del tiempo. Todavía recuerdo cuando mi padre me enseñó a andar en bibicleta, sin ayuda de las rueditas. Era un día domingo, ya que era el único día de la semana que mi papá no trabajaba.

Al empezar a escribir esta nota, y rememorar mi historia como madre, me di cuenta que he sido más permisiva con mi hija más grande, que con la más pequeña. Y seguro que esta situación es todo lo contrario de lo que les pasa a la mayoría de los padres. Seguramente, que yo sea de esa manera, tiene que ver la personalidad de mis dos hijas, que difieren bastante.

Creo que después de la frase "Mamá, me siento mal", la frase "Mamá, estoy aburrido" es la que más tememos escuchar de los labios de nuestros hijos. Porque aunque nuestros pequeños puedan pasarse catorce horas seguidas delante del monitor de la playstation o de la computadora, como padres sabemos que no es la manera más saludable de evitar el aburrimiento y que nuestros hijos estén entretenidos.

El cambio climático llegó para quedarse. Cada vez son más frecuentes las crónicas desde diferentes puntos del planeta que registran las huellas de los desastres desencadenados por la furia de la Naturaleza. Una furia destructiva, arrasadora, contenida por años, que se desborda en forma de terremotos, tsunamis, inundaciones y derrumbes.

A veces, la sobreprotección de los padres a los más pequeños, o el creer que ellos no son capaces de realizar actividades por sí mísmos por miedo u otras causas, hace que los niños crezcan con complejos y con falta de autonomía, que los lleva a ser más dependientes y menos adaptables a las exigencias de la vida diaria, sobre todo en su futuro mas próximo.

La globalización e incluso el auge de las redes sociales ayuda a que los niños puedan estar en contacto con niños de otras culturas, sin necesidad de viajar. Argentina, país donde resido, se caracteriza por ser un crisol de razas; colectividades como la italiana y la española han echado raíces profundas en esta tierra, y chinos, uruguayos, peruanos y paraguayos también aportan su idiosincracia y su cultura. En Belgrano, uno de los coquetos barrios de la capital del país, se puede disfrutar de todo el despliegue colorido que aportan los locales gastronómicos y de variedades del Barrio Chino. Un arco en forma de dragón en la entrada del Barrio Chino da a los visitantes la bienvenida como preludio de lo que descubrirán allí.