Quisiéramos mantener a nuestros hijos siempre bajo nuestras alas protectoras. Quisiéramos portegerlos dentro de una esfera de cristal para que nada los amenace en su seguridad y en su integridad. Quisiéramos que la vida fuera simplemente una elección de senderos seguros, donde ellos pudieran caminar lejos del peligro que pueden representar las cosas dañinas y las personas con malas intenciones.

De repente miramos a nuestros hijos y nos asombramos de lo desenvueltos que son. Admiramos el manejo que tienen de la tecnología, incluso superándonos ampliamente, como es mi caso, que hasta mi hija de 8 años me da clases magistrales de computación. Disfrutamos de lo capaces que son cuando se hacen responsables de sus tareas escolares, incluso, de cómo mantienen en orden su ropero y su cuarto y de lo bien que se desempeñan socialmente. Entonces nos invaden preguntas, como la de cuándo están preparados para ir y regresar solos del colegio.

Un comportamiento muy habitual en nuestros hijos y ante el que normalmente los padres se suelen equivocar en su respuesta, es el conocido berrinche. Los berrinches infantiles son ataques de ira que se dan normalmente cuando el niño no ha conseguido algo o quiere conseguirlo a toda costa.

Una vida basada en el deporte durante la infancia asegura un bienestar físico y psicológico en el niño. Conviene practicar deporte desde edades tempranas, asegurando actividades de psicomotricidad en las que el niño potencie su gateo y, más tarde, su modo de caminar. Cuando el niño sea mayor, debemos de brindarle la oportunidad de que realice deporte, tanto de forma individual como de modo colectivo, según se adapte a su edad y capacidades.

Aún recuerdo que a los catorce años, aproximadamente, mi dentista me condenó, así lo sentí yo en ese momento, al uso de aparatos o brackets para emprolijar mi mordida. En aquellos días, a las adolescentes no nos gustaba usarlos, nos era incómodo y hasta sentíamos que hablábamos mal. Resultado: la verdad nunca los usé como era debido; cuando salía de mi casa, y a escondidas de mi mamá, me los sacaba ni bien ponía un pie en la calle.

Sabemos que a todos los niños les gusta comer caramelos, chupetines y dulces, y beber muchas gaseosas. Lo sabemos porque, incluso, nosotros adultos, también solemos deleitarnos con estas exquisiteces. Pero atención, si abusa del consumo de estos pequeños pero traicioneros placeres, la salud bucal de los niños estará en peligro.