En la sociedad en la que vivimos, el estereotipo dicta que las mujeres expresen su vulnerabilidad y sus emociones, mientras que los hombres suelen ser los que no comparten sus emociones y expresan su dolor en «arranques de emoción» o enojo.

Existen días en que el estrés se apodera de nosotros y no permite que seamos productivos. Es posible que estemos preocupados por asuntos personales o apenas exista tiempo para realizar una tarea asignada por nuestro jefe.

¿Te ofendes muy rápido cuando tu jefe te reprende por tu trabajo? ¿Piensas en dejar el trabajo cada vez que tu jefe te señala un error? Si respondiste afirmativamente, debes considerar la idea de que estás siendo demasiado sensible.

Esta no es ninguna novedad: las exigencias diarias están aumentando a un ritmo alarmante para muchos nosotros y, claro, el estrés también. Pero él nunca viene solo: siempre trae una cola de efectos negativos sobre nuestra salud física y mental.

Imagina un día muy agitado en tu oficina. Te mantuviste todo la jornada en acción y con muchos problemas que no te dieron ni un respiro. Llegas a tu hogar agotado y allí la ves sobre la mesa: una tableta de chocolate. ¿Qué haces? Creo que lo mismo que yo y la mayoría de las personas. La atacas y en pocos minutos te encargas de que desaparezca, ¡ni siquiera la culpa se interpone en tu gran hazaña!

Hoy en día, es cada vez más difícil evitar el estrés. Vivimos nuestra vida pensando en trabajar, estudiar, pagar las cuentas, llegar en hora, y mientras tanto, no disfrutamos. Peor aún, nos estresamos.