Una vez que los padres encuentran una niñera de confianza con quien dejar a sus pequeños, se sienten con un poco más de libertad para salir solos con la tranquilidad de que sus hijos están en buenas manos. Sin embargo, por más perfecta que sea la niñera, hay cosas que no tiene por qué saber, por ejemplo, si los niños son alérgicos a un alimento,los juegos que más le gustan y a quién llamar ante cualquier emergencia.

Parece que fue ayer que dimos a luz y ahora nos toca ver a nuestro pequeño en su primer día de clases. Sin dudas, se trata de un momento especial para los padres que ven crecer a su niño y, por supuesto, también para los chicos que por primera vez se irán de casa y compartirán un salón de clases con otros niños y maestras durante todo un día.

Es muy probable que cuando llegue la hora de dormir nuestro bebé no esté dispuesto a hacerlo porque todavía no ha adquirido los hábitos correctos de sueño. Es importante que seamos los padres los que le enseñamos la rutina del sueño. Cuando el bebé tiene sueño y necesita dormir lo manifiesta frotándose los ojos, bostezando, apartando la mirada o llorando. Los padres somos los que debemos establecer las rutinas enseñándole a que duerma solo, en un lugar cómodo, oscuro, silencioso y seguro.

La circulación sanguínea del bebé no ha terminado de desarrollarse del todo por lo que suelen tener las extremidades (manos y pies) frías aunque en realidad no sientan frío. Es difícil sobre todo para los padres primerizos entender si nuestro bebé siente frío o calor, muchas veces no sabemos qué hacer y tendemos a abrigar demasiado a nuestro bebé.

Cuando tenemos nuestro primer hijo muchas veces tenemos ciertas dudas sobre los cuidados del bebé sobre todo cuando es recién nacido y no tenemos mucha práctica aún. Las rutinas las irán estableciendo de a poco, ya que él tiene que adaptarse a la vida en su hogar y los padres deben ajustar sus rutinas a las necesidades del recién nacido. No hay una fórmula para esto porque cada familia es diferente y cada niño también es distinto.

A ninguna madre le gusta perder la paciencia y gritar a sus hijos, pero muchas veces una se siente superada y no encuentra otra forma de expresarse que gritar. Sin duda alguna no es la mejor forma para comunicarse, y tampoco es la mejor forma para lograr que nos escuchen, hablar más fuerte no ayudará a que nuestras palabras sean más claras.