Muchas personas tienen la buena intención de ponerse a hacer ejercicio pero, apenas pisan el gimnasio, su entusiasmo desaparece. O, en el mejor de los casos, logran cumplir una rutina pero a los pocos días ya se aburren de correr en la misma cinta o levantar las mismas pesas.

Generalmente pensamos que para bajar de peso debemos pasar horas y horas en el gimnasio todos los días, que debemos sufrir entre máquinas y pesas, que estamos condenados a las dietas más crueles y prohibirnos hasta el más mínimo de los postres. Sin embargo, nada de esto es cierto en la realidad.

El ejercicio durante la mañana tiene muchas ventajas, sí. Pero también encontramos razones para hacer ejercicio a la noche, cuando el día está a punto de llegar a su fin. El momento en el que todos están en sus casas cenando y mirando televisión puede ser la oportunidad perfecta para escaparnos al gimnasio, o a cualquier lugar, y hacer un poco de ejercicio.

¿Para qué ir a sufrir al gimnasio? ¿Por qué crees que para mantenerse en forma hay que hacer un gran sacrificio? Parecería que la misma idea de tener que ponernos a hacer ejercicio nos desanima y nos quita todo el entusiasmo.

A pesar de que la filosofía oriental y todo lo que ella implica han ganado muchísimo terreno con el correr de las décadas, lo cierto es que la gran mayoría de círculos de personas la continúan viendo con cierta reticencia, afirmándose a sus propios valores occidentales sin comprender que la apertura mental es la mejor herramienta para aprender y encontrar la felicidad.

Llega el verano, las vacaciones, el descanso, las mañanas de playa, las noches en familia y amigos... Con esta agenda tan cargada de eventos, fiestas o simplemente de momentos de ocio para no hacer nada de nada, ¿en qué momento nos pondremos a hacer ejercicio?