Cuando yo era pequeña vivía en una ciudad donde la siesta era sagrada: los comercios cerraban antes del mediodía y abrían después de “la hora de la siesta”. Con el paso de los años, no obstante, esa costumbre tan amada por los adultos y odiada por los niños se perdió, así como la costumbre de acostarse temprano. De esta manera, y casi sin darnos cuenta, fuimos perdiendo horas y horas de sueño.

Si eres de los que posponen varias veces unos minutos más la alarma por las mañanas para seguir durmiendo porque piensas que ese tiempo extra te hará descansar más, tememos decirte que has vivido engañado.

Debo reconocer que este año ha sido complicado para mí en lo que respecta al descanso diario, me levanto muy temprano y me acuesto relativamente tarde. Hay días en los que consigo llegar a la cama más temprano pero... cuando lo logro me cuesta horrores conciliar el sueño.

Un estudio realizado por la University of Leeds and Silentnight demostró que dormir mal aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiacas, promueve la depresión, afecta al sistema respiratorio y pone en peligro el matrimonio.

Cuando llega el viernes saltamos de emoción porque prácticamente tenemos tres día de luz verde para hacer todas esas actividades que por el trabajo o la escuela no podemos realizar y que evitamos hacer entre semana por el desgaste físico que representan. Sin embargo, lo que consideramos inofensivo daña nuestros patrones de sueño, las desveladas y el alcohol son algunos de los hábitos que ocasionan insomnio.

Al contrario del estudio publicado por la revista Psychology Today en donde se asegura que las personas adultas que se duermen tarde son más inteligentes, Pediatrics dice que los niños que se van a la cama temprano todos los días a la misma hora tienen un mejor desarrollo no sólo cognitivo sino físico y emocional.