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Pónte tus escarpines que nos vamos al dentista

Lo que ocurrirá, lo que deberías preguntar y otras cosas que necesitas saber para prepararte para la primera visita de tu niño con el dentista.
14 Nov 2014 – 03:38 PM EST
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Texto: Florencia Bernadou

La sola idea puede aterrarte. Asaltan tu mente situaciones traumáticas, dolores, tornos amenazantes... "¡Nadie torturará de ese modo a mi hijo!", es lo primero que se te ocurre pensar. Pero cálmate, devota madre, que las cosas han cambiado mucho y para bien: hoy, una cita con el dentista puede ser para tu niño una experiencia muy divertida. Te lo demostramos.

Especialistas en dientes de leche

La primera visita deberías hacerla al primer año de vida, o seis meses después de que a tu bebé le salga el primer diente, siempre y cuando no notes algo raro que te lleve a consultar antes. Como madre, seguramente quieras poner a tu hijo en las manos de alguien que merezca tu total confianza, o sea, tu propio odontólogo. No está mal recurrir a él, pero hoy la profesión cuenta con una especialidad mucho más apropiada para los bebés: la odontopediatría.

Mientras que en lo de tu dentista probablemente tu niño no tenga más que un par de revistas viejas para entretenerse, el consultorio del odontopediatra suele parecerse a la sala de juegos de la casa de la tía, o a una fiesta de cumpleaños. Allí se encontrará con otros niños, que harán más grata su espera, ¡y la tuya! Además, el entorno es ideal para intercambiar dudas y datos con las otras madres que están en la misma situación que tú.

El dentista: un amiguito más

Ten en cuenta que los odontopediatras no necesariamente intervienen la boca de tu pequeño en la primera visita, así que controla tu nivel de angustia. En general, procuran que la primera impresión de su pacientito no sea traumática, para que no les suceda lo que a la mayoría de nosotros en la vida adulta, que si podemos evitar al dentista, mucho mejor.

Las visitas pueden durar un poco más de lo habitual -así que ármate de paciencia si te toca esperar" porque el objetivo es establecer un vínculo entre el profesional y el niño. De acuerdo a cómo se comporte tu hijo, el dentista puede pedirle que se suba a la silla, le enseñará cómo subirla y bajarla (o lo hará él si es muy pequeño) y luego le mostrará el instrumental, como si todo formara parte de un gran juego. Y, recién al final, si han entrado en confianza, le pedirá que abra su boquita para revisarla.

Para cuando se despidan, además de haber apuntado una nueva cita para dentro de seis meses si todo marcha bien, tu hijito se habrá hecho un amigo más, que seguramente le dará algún premio por su buena conducta. Eso sí, apuesta a que no será un dulce.

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