World War Z inaugura un nuevo género, la película de zombies apta para todo público. Sin ser esto algo malo (ni bueno), es notable como la corrección política de algunas estrellas de Hollywood (Brad Pitt en este caso, cerebro y absoluto protagonista del proyecto) ponen en el centro de la opinión pública historias marginales. Porque si el cine tenía un hermano deforme, oculto en el armario de las producciones clase B, eran las películas de zombies. Al menos hasta la llegada de Brad y su World War Z.

Se estrenó Man of Steel, una curiosa estrategia de marketing para titular el reinicio cinematográfico del primer superhéroe: Superman. Mucho se ha escrito sobre la importancia del personaje en el cultura popular, volviendo a cobrar una justa relevancia luego de pasar años opacado por Batman y los Avengers. Sin dudas, Man of Steel es el inicio de una de las sagas que van a guiar el destino de los blockbusters durante la siguiente década.

La incertidumbre era una las sensaciones que había antes del estreno de Iron Man 3, el superhéroe que logró dejar de ser uno del montón para competir con Spiderman en términos de popularidad, en gran medida gracias al trabajo de Robert Downey Jr., tardíamente consagrado. Venía de una floja secuela y con la presión de captar una buena cifra de audiencia luego del arrollador éxito de Avengers.

El uruguayo Fede Álvarez se enfrentó a un reto no menor cuando el mismísimo Sam Raimi lo eligió para dirigir la remake de Evil Dead, esa joya del cine de terror de bajo presupuesto de los 80.

Anoche, guiado por motivos puramente sentimentales, me decidí a ver Miel de Naranjas, la última película de un Imanol Uribe del que hacía casi un lustro que no sabíamos nada.

Hay ciertas películas que pasan desapercibidas para el gran público, pero que por su carácter minimalista y sentimental, aseguran un momento agradable frente a la pantalla. Es el caso de Jeff Who Lives at Home (traducida al español como Jeff y los suyos).