Crítica: Before Midnight de Richard Linklaker

“La vida no es como en las películas” reflexionaba Toto junto a Alfredo, el proyectorista ciego. “La vida… es mucho más dura” le contestaba el anciano en Cinema Paradiso. Y así de dura y alejada de la idealización romántica de sus predecesoras es Before Midnight, la tercera parte de la saga creada por Julie Delpy y Ethan Hawke, bajo la dirección de Richard Linklater.

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Siempre jugando con la temporalidad que indican los títulos, en Before Midnight sobrevuela la finitud a lo largo de la historia, el “antes de”. El espectador está presenciando los estertores de la relación entre Celine y Jesse. El tiempo es lo que pone en funcionamiento el argumento: la falta del mismo cuando Jesse cae en cuenta que perdió la infancia de su hijo, el temor de pasar la última mitad de sus vidas conviviendo con sus buenas y malas decisiones, o que posiblemente no existan segundas oportunidades como las que tuvieron en Before Sunset.

[Alerta de Spoilers]

El día

La historia comienza con Jesse despidiéndose de su hijo, que regresa a EE.UU. Jesse se queda en Europa, donde vive junto a Celine y las mellizas que tienen en común. Todo ocurre en Grecia, donde están tomando unas vacaciones, hasta el momento idílicas. El regreso en auto desde el aeropuerto reencuentra al público con la pareja y sus extensos diálogos, marca registrada de la saga, que informan sobre su situación actual.

Pero hay algo distinto en las palabras. Son alegres, pero exentas de su existencialismo característico. Las mejores líneas son aquellas que remueven los conflictos que residen bajo la superficie.

Acto seguido las escenas transcurren a orillas del mar Egeo, donde están alojados en unas cabañas regenteadas por un viejo escritor. Allí conviven junto a una segunda pareja de su misma edad, y otra más joven. La interacción entre estos personajes recupera el vuelo filosófico que carecía el diálogo inicial, logrando grandes momentos donde convergen tanto risas como lágrimas, siempre con el manto del tiempo cubriendo una conversación que pivotea entre la guerra de los sexos, la tecnología, las ambiciones y la psicología entre otras cuestiones del espectro humano.

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El atardecer

El matrimonio cuarentón le obsequia a Jesse y Celine una noche (sin hijas) en un hotel de la península, arengando a que redescubran su romance, algo vetusto. Con los últimos rayos del sol que se cuelan entre las montañas, la pareja atraviesa Grecia caminando, libres de preocupaciones (como en los viejos tiempos), solo hablando, pero que en realidad es un ejercicio donde deben balancear sus presentes, con las decisiones que les quedan por tomar y que definirán sus “yos” futuros.

En lo formal, es el corazón de la película, con la cámara que los toma lado a lado caminando, solo interrumpido por algunos primeros planos y planos detalles.

La noche

Antes de la medianoche sorprende a Jesse y Celine en la habitación del hotel. Rompiendo con la simetría en la cual ambos personajes tienen la misma fuerza en el plano, este momento los encuentra por primera vez separados. Jesse en la cama, Celine en el living, o Jesse en el sillón y Celine que habla desde el baño.

No vale la pena reproducir los argumentos con los que los personajes extorsionan a la platea para que tomen partido por uno u otro. Si vale la pena destacar que son brillantes, sensibles y amargos. La promesa de amor eterno que proponían las precuelas se ve seriamente comprometida.

Before Midnight cierra con un pequeñísimo epílogo, luego de que ambos bandos, agotados por la guerra que acaban de batallar, concuerdan un desganado cese el fuego, tan delicado que Jesse y Celine deberán apelar a lo mejor de sí para que la familia que actualmente son sobreviva a ellos mismos.