Con lo parco y comedido que es –como lo describen quienes lo conocen– James Comey, director del Buró Federal de Investigaciones (FBI), no debe estar muy a gusto con toda la atención que está generando en Washington por razones que poco tienen que ver con la naturaleza de su trabajo, de preferencia en silencio y en las sombras.
El FBI es ahora el centro de críticas por lo que no dice sobre Trump y Rusia
Si antes dijo mucho sobre Clinton, ahora dice poco sobre Trump. James Comey regresó al centro del debate político por el tema Rusia y los supuestos contactos con la campaña republicana por no decir todo lo que supuestamente sabe.


Por acción u omisión, justa o injustamente, Comey ha regresado al centro del debate político a causa de los supuestos vínculos entre la campaña de Donald Trump y funcionarios del gobierno de Rusia, sobre los que cada día se conoce más (aunque no gracias al FBI, se quejan los demócratas).
Los demócratas en el Congreso afirman que Comey no comparte información crucial sobre la investigación de la supuesta interferencia rusa en las elecciones presidenciales y asomaron la posibilidad de citarlo formalmente bajo amenaza de desacato.
“Diría que en este momento sabemos menos que una fracción de lo que el FBI sabe”, dijo el jueves Adam Schiff, el demócrata de mayor rango en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, tras reunirse con Comey.
“Para que podamos hacer nuestra investigación en una manera concienzuda y creíble vamos a necesitar que el FBI coopere completamente, que estén dispuestos a decirnos el alcance de cualquier investigación de contrainteligencia que estén conduciendo”, dijo Schiff para quien no es claro si se trata de una decisión de Comey o una instrucción de sus jefes en el Departamento de Justicia.
Las diferencias con 2016
La presión para que Comey hable públicamente sobre la investigación rusa la crean muchos de quienes lo criticaron por la manera como manejó la información el año pasado sobre los emails de Hillary Clinton, que según algunos le costó la presidencia a la demócrata.
En julio ofreció una inusual rueda de prensa explicando por qué no recomendaban abrir una investigación criminal, pero destacando el descuido de la ex secretaria de Estado en la seguridad de sus comunicaciones, con lo que violó normas del Departamento de Justicia del que depende su oficina.
Después testificó sobre el tema en audiencias públicas promovidas por los congresistas republicanos.
Y dos semanas antes de las elecciones del 8 de noviembre informó al Congreso sobre una ampliación de la investigación que, días después, reconoció que no aportó datos nuevos a la investigación original pero que ayudó a Trump a desviar la atención del mal momento que atravesaba su campaña por las revelaciones sobre su manera de maltratar a las mujeres.
Ahora la Casa Blanca quería que Comey ayudara en la labor de desmontar las filtraciones que han salido a los medios que hablan de conexiones entre la gente de Trump y funcionarios rusos durante la campaña electoral.
La semana pasada se informó que desde el Ejecutuvo le pidieron a los jefes del FBI que disputaran las versiones que estaban circulando en medios sobre los “frecuentes contactos” de responsables de la campaña republicana con Rusia.
Tanto Comey, como su segundo, Andrew McCabe se negaron a involucrarse públicamente en el asunto, pero habrían dado su aprobación a desautorizar la información, algo que no ha sido confirmado por a agencia.
“Feroz indepedencia” del poder
Comey está registrado como republicano, pero su trayectoria indica que eso no condiciona su trabajo. De hecho, su hoja de vida indica que está acostumbrado a esos choques con el poder.
En sus tiempos como sub secretario de Justicia se enfrentó a su jefe, John Ashcroft, para oponerse al restablecimiento de un polémico programa de vigilancia antiterrorista que era considerado violatorio de los derechos ciudadanos.
Cuando en 2013 el presidente Barack Obama lo propuso para ser el nuevo director del FBI, destacó su “feroz independencia y profunda integridad”.
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Pero vino 2016 y mientras un inusualmente locuaz Comey sumaba problemas a Clinton, o de su buró se filtraba información que la perjudicaba, no decía nada sobre una supuesta investigación a la campaña republicana (que estaba haciéndose), ni se sumó al resto de la comunidad de inteligencia para denunciar la interferencia rusa en el proceso electoral.
A principios de enero Comey dijo ante el Senado que "nunca comentaría sobre investigaciones, ya haya una o no, en un foro abierto como este. Así que realmente no puedo responder eso de una manera u otra", una respuesta que a muchos pareció que contrariaba lo que había hecho meses antes con el caso Clinton.
Pero nada de eso implica una parcialidad o connivencia del FBI con Trump, ni mucho menos con los rusos, pero preocupa a quienes temen que el buró no sea capaz de llevar a cabo una investigación independiente, sobre todo ahora que el jefe del Departamento de Justicia del que dependen, Jeff Sessions, ha quedado tocado por el caso.
Investigación especial
El escándalo que involucra a Sessions y la parquedad de Comey ha llevado a muchos a insitir en que se debe nombrar un investigador especial para averiguar las conexiones rusas de la campaña de Trump.
El retiro de Sessions de cualquier investigación que abra el Departamento de Justicia no les parece suficiente a los demócratas, quienes la mañana del viernes advertían que la decisión del fiscal general equivale a reconocer un grave error de juicio.
“La sola idea de que el mayor policía vaya ante sus colegas del Senado y retenga la verdad (…) es inadmisible”, según dijo la mañana de viernes la líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes Nancy Pelosi en una charla organizada por la publicación Político.
“No se trata de alguien ignorante. El mismo es un fiscal. Él sabe lo que hay. Y es simplemente un reflejo de la débil autoridad moral de este gobierno si sabían lo que él estaba haciendo”, afirmo Pelosi.
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Curiosamente con cada nuevo hallazgo de representantes de la campaña de Trump en contacto con funcionarios rusos más voces republicanas dejan de objetar la posibilidad.
“Dejaremos que los hechos hablen por sí mismos”, dijo el senador republicano por Carolina del Norte Thom Tillis, para quien una investigación independiente sería lo que necesitaría el gobierno de Trump para dejar atrás el escándalo y dedicarse a gobernar.
Las preguntas
Y mientras se define quién investiga qu{e cosas y cómo se hará, estas son algunas de las preguntas que siguen rondando en las cabezas de muchos:
- ¿Tenían conocimiento los responsables de la campaña de Trump o allegados al candidato de los planes del gobierno ruso de hackear los mails del Partido Demócrata que se conocieron vía Wikilekas?
- ¿Cuáles son los negocios, si hay alguno, de Trump con Rusia?
- ¿Es creíble la existencia de un supuesto dossier “comprometedor” que los rusos tendrían para chantajear al presidente”
- ¿Negociaron con Moscú representantes de la campaña como el ex asesor de seguridad nacional Michael Flynn o e ex director de campaña Paul Manafort para lograr que se conociera información potencialmente dañina a la opción de Hillary Clinton?
- ¿Qué sabía el hoy presidente de esos contactos?





































