Aunque creamos que las amistades son lazos muy sólidos, la propia vida nos demuestra que en realidad son tan débiles como cualquier otro lazo entre humanos. Hay ocasiones en las que herimos a nuestros amigos más cercanos y luego no tenemos idea de cómo resolver las cosas.

En todo grupo de amigas existen roles bien definidos, está la enamoradiza, la dramática, la pesimista, la que nunca puede reunirse y la que siempre se pelea con el novio. Esta última es un ser muy especial porque no importa cuántas veces se pelee con su pareja, siempre vuelven.

Las personas introvertidas son de los mejores amigos (as) que puedes tener.

Cuando somos jóvenes creemos que el tiempo nunca pasará, que somos, en definitiva, inmortales. Es por eso que vivimos nuestros días como si fueran una aventura y todo lo que no pasa lo sufrimos al extremo. Pero poco a poco el tiempo comienza a hacer mella en nosotros y comenzamos a crecer. Entramos en la vida adulta, las responsabilidades se apoderan de nosotros y de pronto, lo que en un momento pareció fundamental ahora es insignificante.

Claro, no tenemos la posibilidad de escoger qué madre o padre queremos, lo que sí podemos hacer —y de hecho hacemos— es elegir qué tipo de personas rodean nuestra vida en forma de amigos. Por eso tenemos amigos que son iguales a nosotros, otros que son muy diferentes y otros que son un perfecto término medio. Ellos nos ayudan a sobrellevar la vida, no nos juzgan, nos aconsejan, nos cuidan y nos ponen en vereda cuando es necesario. Son una suerte de hermanos con los que compartimos aventuras y caprichos.

Conocer a una persona que no vive en el mismo país o ciudad que nosotros puede ser una muy buena experiencia pero también es todo un desafío cuando llega la hora de separarse. Y si bien hoy en día la tecnología nos ayuda mucho, no hay nada que pueda sustituir un encuentro cara a cara.