La fiebre retro es una tendencia más que instaurada en el presente hollywoodense, el increíble éxito de Stranger Things, o el hype alrededor del remake de It son ejemplos clarísimos que lo demuestran.

El horror consiste generalmente en sacarnos de un ámbito familiar, confortable, apacible y seguro, y llevarnos a un terreno desconocido, peligroso, amenazador y terrorífico; si ese cambio de atmósfera ocurre en el mismo espacio físico, el efecto es todavía mayor.

Los remakes son una tendencia un poco compleja y sus resultados lo demuestran a diario. Existen algunos ejemplos gloriosos que nos hacen redescubrir grandes éxitos del pasado, con las virtudes técnicas de hoy en día, y también existen otros que son todo lo contrario, es decir: una forma brutal de arruinar viejos clásicos.

En varias oportunidades se ha sacado a relucir el trabajo de M. Night Shyamalan como director, tanto en aquellas obras tan exitosas que se han vuelto clásicos, como en las que han dejado muy descontenta a la audiencia (por no mencionar a la crítica, a los productores y a los actores involucrados).

El malo muere. La virgen vive. La pareja será masacrada justo después de tener sexo y el “valiente” que osa entrar al lugar oscuro (a pesar de que la audiencia entera grita “no lo hagas”) sangrará hasta la muerte.

Los androides son formas de vida sintéticas que emulan o replican (según el nivel tecnológico detrás de su creación) a los seres humanos pero estando compuestos de materiales en su mayoría inorgánicos. Nunca deben ser confundidos con los clones, que son copias orgánicas basadas en una genética preexistente; ni con los ciborgs, que son personas que sustituyen miembros u órganos con componentes inorgánicos.