Tras sobrevivir a un balazo en la garganta, este niño de 2 años espera a la puerta de EEUU para pedir asilo

Para los médicos que lo trataron, el pequeño William Daunny está vivo de milagro. En mayo pasado, en medio de la represión a las protestas en Nicaragua, una bala perdida le atravesó la mandíbula y se le incrustó en la tráquea. Sus padres decidieron huir con él por el temor a las represalias tras acusar a la policía orteguista de haber herido al niño.

Video El primer bebé herido en las protestas de Nicaragua espera en la puerta de EEUU para pedir asilo

MATAMOROS, México. - Desde hace semanas, William González, Meylin Rugama y su hijo William Daunny de 2 años y 4 meses viven en un campamento improvisado en un extremo del puente internacional de Matamoros. Después de que se les acabara el tiempo permitido para estar en los albergues de esta ciudad mexicana, a la joven familia no le quedó más remedio que instalarse en una carpa donde pasan día y noche rodeados de decenas de migrantes a la espera de que les llegue su turno para cruzar a Brownsville (Texas) y pedir asilo.

Además de estar separados de sus otros hijos que dejaron en Nicaragua, lo más duro para ellos son las temperaturas extremas de esta zona de la frontera: de las largas jornadas de sol, a las fuertes bajadas del termómetro o los días de lluvia como cuando hace algo más de dos semanas se les inundó la carpa en medio de la noche. "William estaba en una colchoneta flotando en el agua y afortunadamente no se despertó. Meylin se lo llevó a un lugar más seguro y yo amanecí encima de la colchoneta después. Es duro estar acá. No es fácil", afirma González sentado a pocos metros del Río Grande.

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Proteger al pequeño William Daunny es el principal objetivo de esta pareja desde hace casi un año cuando, en medio de la represión a la ola de protestas en Nicaragua, a su hijo le impactó una bala perdida en la garganta cuando estaba en casa de su abuela en Matagalpa. A la dura recuperación del niño, que fue calificada por los médicos como un milagro, se le sumó la persecución política que, según sus padres, se desató después de que su familia acusara a la policía de Daniel Ortega de haber herido al bebé.


El temor a represalias hizo que los padres tomaran una difícil decisión: dejar a buena parte de su familia y huir hacia Estados Unidos con el menor de sus hijos para pedir asilo: "Decidimos salir del país 9 meses después (del ataque) porque jamás pudimos regresar a nuestra casa porque llegaban paramilitares y la rodeaban. Tuvimos que salir de Nicaragua porque estaba en juego nuestra vida", afirma González.

Y aunque William Daunny sobrevivió a la bala que impactó en su mentón y se le incrustó en la garanta, aún tiene algunas secuelas. El pequeño tiene mayores dificultades para respirar cuando se enferma y, según les dijeron los médicos, puede tener problemas en el habla.

Además, después de meses de sufrimiento y tratamientos médicos, William Daunny ya no es el mismo niño alegre que antes de sufrir el accidente. Según cuentan sus padres, el balazo dejó al pequeño en estado de shock y ahora es común encontrarlo con la mirada perdida y ya no sonríe como antes, ni siquiera cuando juega con algunos de sus carros favoritos que ha recibido como donaciones a lo largo del camino hacia Estados Unidos.

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Tras el ataque, las amenazas

Para sus padres, migrar no es algo nuevo. De hecho, cuando el pequeño William resultó herido en mayo del año pasado, la pareja estaba en Costa Rica, donde se habían ido a trabajar dos meses antes para ayudar a la familia.

En cuanto se enteraron de lo que le sucedió a su hijo, al que habían dejado al cuidado de la madre de ella, buscaron la manera de regresar a su país y se encontraron convertidos en dobles víctimas: por un lado, los doctores no les daban muchas esperanzas de que el pequeño sobreviviera y, por otro, la policía los quería acallar a toda costa después de que la familia los acusara de haber disparado la bala que impactó al niño.

La recuperación de William se extendió desde mayo, cuando resultó herido, hasta noviembre.
La recuperación de William se extendió desde mayo, cuando resultó herido, hasta noviembre.
Imagen Cortesía William González

Los problemas comenzaron cuando la abuela y la tía de William hablaron abiertamente a los medios de comunicación criticando a la policía por haber disparado contra su casa proyectiles como el que acabó en la tráquea del niño. La familia también trató de reunir pruebas que mostraran que la bala había salido de las AK-47 que usan los agentes orteguistas y eso, dicen, los convirtió en víctimas de persecución de las fuerzas policiales y grupos paramilitares afines al gobierno de Ortega.

"Fuimos amenazados por la policía nacional que se presentaron a la sala de cuidados intensivos pediátricos queriendo entrar por la fuerza a donde estaba el niño. Había familiares de pacientes que impidieron la entrada”, asegura el papá. “Nos dejaron amenazas diciendo que querían arreglar la situación de que habíamos dicho que la policía había sido quien lo había disparado".

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Cuando William Daunny resultó herido apenas había pasado un mes desde el comienzo de unas inéditas protestas contra el gobierno de Ortega. Por primera vez en 10 años, la población había salido masivamente a las calles para censurar lo que consideraban era una deriva autoritaria de la pareja presidencial que, por su parte, reprimió las manifestaciones.

En el momento que atacaron a William Daunny, Ortega había accedido a sentarse en una mesa de negociación con líderes estudiantiles y de organizaciones cívicas, pero mientras en Managua se celebraba un diálogo nacional que acabó siendo fallido, en Matagalpa, al norte del país, había una batalla campal. La represión dejó dos muertos y la policía invadió todos los barrios de la ciudad, incluyendo el Francisco Moreno, donde vivía la abuela del niño.

El propio presidente se refirió al ataque al bebé en la mesa de negociaciones, si bien se equivocó al decir que quien había resultado herido de un balazo en el cuello fue una niña y achacó las heridas a la "violencia irracional" sin especificar quién había disparado la bala. "La policía fue la que disparó. Ellos echaron la culpa a los estudiantes en ese momento, pero no fueron los estudiantes. Después de eso empiezan las amenazas", afirma González.

El caso del pequeño William conmocionó a Nicaragua y despertó la solidaridad de mucha gente que asistió a la familia con donaciones e incluso con ayuda para trasladar a los padres desde Costa Rica y para alojarlos cuando tuvieron que trasladarse a Managua para darle tratamiento al niño.

Pero cuando González denunció lo sucedido ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la pareja asegura que las amenazas de los partidarios del oficialista Frente Sandinista se multiplicaron.

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Además, como tuvieron que dejar su trabajo en Costa Rica y se estaban empezando a quedar sin dinero, González trató de buscar empleo en Managua pero, según dice, después de que su historia se hizo popular en el país, nadie le quería contratar para no meterse en problemas. “Apliqué a varias empresas para trabajar y me negaron el trabajo por el caso del niño”, afirma.

Video Este niño fue herido de bala en Nicaragua cuando tenía 18 meses y ahora pide, con su familia, asilo en EEUU


Por su parte, la madre del niño asegura que el recelo del oficialismo para guardar las pruebas que pudieran inculpar a la policía llegó hasta el punto de que, cuando tuvieron que trasladar a su hijo a Managua para continuar con el tratamiento, no quisieron entregar el expediente médico.

“Al niño prácticamente lo dejan botado en el (hospital) Lenín Fonseca porque ahí no había expediente del medicamento que se le estaba dando a mi hijo, no quedaron placas, no quedaron exámenes. Los médicos se preguntaban dónde estaba el médico que trajo al bebé, pero el médico desapareció”, asegura Rugama.

Según explica, en aquel momento William estaba muy delicado de salud: tenía la tensión muy alta, una grave neumonía y fiebre, pero los médicos tuvieron que empezar a hacerle pruebas desde cero porque no contaban con el historial médico.

Del "milagro" de la recuperación a la búsqueda de asilo

A partir de entonces, la recuperación del niño fue un proceso "muy doloroso, muy estresante y muy cansado", según explica su madre. A William Daunny lo sometieron a una traqueotomía y tuvo momentos muy difíciles, como cuando le dio una reacción alérgica a uno de los medicamentos que le recetaron y casi deja de respirar u otra ocasión en la que sufrió una broncoaspiración.

El sueño de los padres de William es poder conseguir un buen tratamiento médico para el niño y reunirse con el resto de sus hijos.
El sueño de los padres de William es poder conseguir un buen tratamiento médico para el niño y reunirse con el resto de sus hijos.
Imagen Cortesía William González

“Era muy cansado. Lloraba todo el tiempo. No quería estar sentado, no quería estar tumbado. No entendía lo que le estaba pasando y había que estarlo cargando con todos los aparatos”, cuenta la madre al explicar que pese a que el niño estaba muy inquieto y le salían lágrimas de los ojos, el problema en la garganta le impedía emitir el sonido del llanto.

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Pero en medio de la tragedia, los médicos destacaban la fortaleza del niño que le hizo recuperarse incluso en ocasiones en que los doctores le dieron por muerto. "Los médicos me decían: 'Tu hijo es un milagro. No es cualquiera que sobrevive a una herida de bala en esa parte tan delicada y todo lo que él ha vivido cuando estuvo en el hospital'", cuenta Rugama.

En noviembre pasado, cuando sintieron que el bebé estaba recuperado después de meses en Managua, los padres de William se plantearon regresar a Matagalpa, pero, como vivían en un barrio donde Daniel Ortega mantiene fuerte apoyo, sentían que no era seguro. Según su relato, incluso la familia de Rugama tuvo que mudarse de la ciudad al campo después del ataque al niño para evitar mayores represalias.

El 18 de enero, González y Rugama también tomaron la decisión de irse. Tras descartar la opción de buscar protección en Costa Rica por temor a que los persiguieran hasta allá, aprovecharon que un amigo iba a partir a EEUU para unirse al viaje.

Tras recorrer Honduras, Guatemala y México a pie y en autobús, en febrero llegaron a Matamoros. Sin apenas dinero, ahora sobreviven en el campamento de migrantes gracias a las donaciones de comida y ropa que lleva cada día la ONG estadounidense Team Brownsville mientras esperan que les toque su turno en la lista elaborada por las autoridades migratorias mexicanas para que quienes buscan asilo en Estados Unidos pasen organizadamente conforme lo va pidiendo ese país.

Según Juan Sierra, encargado de la Casa del Migrante en Matamoros, en el puente nuevo donde está la familia de William, hay aproximadamente 600 personas a la espera de pedir asilo. La pareja ya lleva más de dos meses en la frontera, pero no pierde de vista su sueño de que su caso de asilo sea aceptado en Estados Unidos para poder establecerse y llevar una vida mejor.

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"Venimos huyendo para que nos hagan daño en Nicaragua. (Queremos) vivir tranquilos para en un futuro poder pedir a nuestros hijos y esperemos que nos aprueben el asilo", afirma González. Ambos tienen en total 5 hijos (cuatro de los dos y una niña que el padre tuvo con otra pareja).

"No hallo la hora de irme de acá por todo lo que uno vive aquí y por todo lo que uno se enfrenta aquí", afirma Rugama. "A uno le da miedo que aquí no tenemos ningún tipo de protección y que le pase algo en la noche. Y yo le digo a mi esposo: no me gustaría que nos pase algo aquí porque yo quiero volver a ver a mis hijos. Sueño con un día volverlos a ver".