Como vimos en el episodio anterior de The Following, sobre el final del mismo, el agente Ryan Hardy (Kevin Bacon) es presentado ante el “sheriff Nelson de Havenport”, que no es otro que el cómplice del asesino Joe Carroll (James Purefoy) conocido como Roderick (Warren Kole).

Claire (Natalie Zea) intenta escapar de la mansión en la que conviven su ex esposo asesino, sus más fieles ayudantes y decenas de personas más, llevando a Joey (Kyle Catlett) con ella, simplemente levantándose de la cama y corriendo hacia afuera. Claire nunca pensó que el portón de la entrada estaría cerrado con cadenas y candado.

Sólo 4 episodios restan para el final de temporada de The Following y, si hay algo que tiene de positivo la serie, es que uno puede esperar que cualquier cosa suceda y que lo inesperado o sorprendente se produzca a la vuelta de cada escena.

No es extraño que en este episodio de The Following se haya establecido una trama vinculada al fetichismo y al sadomasoquismo, prácticas que no están alejadas de lo que la serie pretende. El fetichismo es la excitación o el interés por un único objeto que alcanza el grado de sagrado y al que se le rinde devoción.

Con el próximo episodio de The Following estaremos entrando en el terreno del último tercio de la primera temporada, una temporada que ha cosechado una buena cantidad de espectadores gracias a su implacable e injustificada violencia, una trama dinámica y siempre cambiante y la presencia de actores como Kevin Bacon y James Purefoy.

Este episodio de The Following me genera algunos sentimientos encontrados: por un lado creo que tuvo algunas cosas positivas, si uno asume que ya no puede esperar ni una buena historia (o, si no interesante, al menos coherente) ni personajes con los que uno pueda identificarse, pero por otro lado, precisamente esta desconexión que se genera en el espectador con lo absurdo de las situaciones planteadas y lo ridículo de los personajes ya ha llegado a niveles demasiado elevados después de diez episodios.