Durante todos los episodios de The Following anteriores a éste, se había observado una constante y reincidente impericia del FBI y una increíble eficacia por parte del culto. Era simple: los buenos hacían las cosas mal y los malos hacían todo bien, incluso en terrenos donde se suponía que sería lo contrario, como el rastrear comunicaciones.
El comienzo del fin en The Following [Crítica 1x13]

Pero se podía suponer que en algún momento esto iba a cambiar, de manera de permitir un triunfo de los buenos (como corresponde) antes del final de temporada. Lo que sucedió en el último episodio fue precisamente eso. Todo cambió de repente: el FBI diseñó una inteligente estrategia, que ejecutó casi a la perfección, y el culto actuó de la peor manera posible.
El otro Joe
El problema con todo esto, como se pueden imaginar, sigue siendo de credibilidad. En una serie que se mantuvo por más de diez episodios intentando hacernos creer, de las formas más absurdas e inverosímiles, que el culto de asesinos estaba muy por encima del FBI, diseñando planes y estrategias y luego poniéndolos en marcha, llegar a la situación opuesta debería haber sido algo gradual. O al menos debería haber incluido algunas razones de peso para que eso suceda.
Aquí, en cambio, no tenemos nada. Simplemente, de un momento al otro, el FBI actúa inteligentemente (fue una verdadera sorpresa, eso es cierto) y, lo que es peor, Joe ( James Purefoy) y sus seguidores se comportan de la manera más estúpida posible.
Lo de Joe es peor porque del FBI se espera que actúe de determinada manera (por más que la serie no había dado ningún indicio, sigue siendo el FBI después de todo), que pueda llegar a realizar un operativo como el que se vio en el episodio, pero lo que vemos de Joe realmente es inexplicable.

Durante toda la temporada pintan a Joe como un asesino sofisticado, complejo y culto, que planea grandes estrategias a largo plazo y que llega a disponer casi un ejército a sus órdenes, infiltrados en toda clase de sitios; tiene sus objetivos claros, logra engañar a todo el mundo para escaparse dos veces de prisión, está siempre tranquilo y sonriente.
De repente todo esto, que se había dado por sentado y era parte esencial de la serie, se pierde. Se pierde la imagen inteligente y serena de Joe y es como si la serie no se creyera a sí misma, porque gracias a que todo lo anterior era la base sobre la que se fundaban todas las acciones, ésta se permitía mostrar a Joe simplemente sentado en su gran mansión, intentando escribir su libro, tomando vino, aceptando la seducción de Emma ( Valorie Curry) o intentando seducir a Claire ( Natalie Zea).
Pero cuando Roderick ( Warren Kole) -un integrante esencial en la operación, la mano derecha de Joe- le dice todo esto, Joe se enoja como si fuera un niño al que le han dicho una verdad intolerable en la cara. Ya no es Ryan Hardy ( Kevin Bacon) el que lo dice, es Roderick, lo que deja entrever que es así realmente.

Siempre tuve algunos problemas con la actuación de James Purefoy pero quizás no sea mucho lo que puede hacer el actor con este personaje. Las escenas en las que supuestamente está atormentado y preocupado (a pesar de que le pide a todos que se tranquilicen y no cree que el FBI pueda dar con la casa) son casi humorísticas, como cuando intenta arduamente escribir y no quiere ser interrumpido.
Llegando al final de la primera temporada se puede decir que este es uno de los asesinos seriales menos convincentes y carismáticos que ha dado la televisión.
La sorpresa del FBI
Aún así, el resto del episodio no estuvo tan mal como los anteriores, sobre todo gracias al buen papel del FBI y al hecho de que Roderick estaba obligado a escapar, al ser descubierto por el agente Weston ( Shawn Ashmore) y luego haberse peleado con Joe.
Roderick secuestra a Joey ( Kyle Catlett) para intentar escaparse y que el niño funcione como garantía en caso de que no lo logre, como en efecto sucede. El FBI no podía confiar en Roderick, no podía confiar en que el niño estaba realmente secuestrado, entonces diseña la estrategia de hacerle creer a Roderick que le creían y que le daban su libertad a cambio de la seguridad del niño.
El agente Weston se ubica en el baúl del coche y el resto de los agentes se mantienen alerta en caso de que todo fuera un engaño de Roderick y Joe. Todo esto estuvo bien y, salvo el ocasional percance de que se aparecen Jacob ( Nico Tortorella) y dos más enviados por Joe, le resultó bien al FBI y pudieron rescatar al niño, en lo que significa el primer pequeño gran triunfo para nuestros héroes.

Igual me pregunto por qué Roderick no entregó a Joe. Ya se habían peleado, había secuestrado a su hijo, no había muchas esperanzas de que se reconciliaran. Probablemente porque necesitamos a Joe en los próximos episodios, o al menos eso piensan los guionistas.
La escena final, en la que una integrante del culto aparece diciendo que quiere entregarse, para luego clavarle un objeto en el ojo al agente del FBI a cargo del caso (alguien que siempre ha tenido encontronazos y no se lleva nada bien con Ryan Hardy) fue muy extraña, pero probablemente le cause un problema a Ryan ya que, en cierto modo, fue su culpa que esto haya pasado.
Puntaje: 6/10. En el intento de resultar atrapante, violenta y sorprendente, The Following había prescindido de la credibilidad y las acciones coherentes. Ahora, obligada por la cercanía del final de temporada, logra un episodio en que esto aparece, aunque sea mínimamente.






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