Trump se niega a decir que aceptará el resultado electoral si gana Clinton: "Lo veré en su momento"

El republicano convierte el tercer y último debate contra la demócrata en otro feo espectáculo con una declaración alarmante que busca socavar la credibilidad en el sistema electoral.

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LAS VEGAS, Nevada.- Comenzó pareciendo un debate de otra época, durante la primera media hora, con candidatos que discutían sobre asuntos sustantivos y técnicos y se trataban de modo cortés.

Pero el tercer y último debate presidencial entre Donald Trump y Hillary Clinton acabó convirtiéndose en un choque incluso más bajo para los estándares a los que ambos habían descendido en sus encuentros anteriores.

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En una declaración alarmante e inédita para un candidato de uno de los grandes partidos , Trump se negó a comprometerse a aceptar el resultado de la elección el 8 de noviembre (si sale derrotado), incluso después de que el moderador, el presentador de Fox News, Chris Wallace, le recordara que la confianza en el sistema electoral es un pilar fundamental de la democracia estadounidense.

"Pero, señor, hay una tradición en este país, de hecho una que enorgullece al país, que es la transición pacífica del poder y que no importe cuán dura haya sido la campaña, al final de la campaña el perdedor acepta al ganador", le advirtió Wallace.

"Lo que estoy diciendo ahora es que lo diré en el momento. Le mantendré en suspenso, ¿okay?", respondió el republicano.

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La demócrata calificó la declaración de Trump de "horripilante" y pasó a recordar el largo historial de quejas de manipulación de su rival.

"Hubo incluso una época cuando no obtuvo un Emmy por su programa de televisión por tres años consecutivos y él empezó a tuitear que los Emmys estaban manipulados", dijo Clinton.

Conspiraciones

Antes de eso ya había emergido el Trump más oscuro y esta vez Clinton no optó por mantenerse a la defensiva, lo que hizo que el choque de 90 minutos en la Universidad de Nevada, en Las Vegas, volviera a parecerse a la fea campaña de ataques personales entre ambos.

Tanto Trump como Clinton intercambiaron duros ataques cuestionando la capacidad de su rival para ocupar el Despacho Oval. Aunque la preparación para ser presidente era solo uno de los seis temas del debate (junto a inmigración, economía, política exterior, deuda y ayudas públicas, y la Corte Suprema) el carácter de ambos fue de nuevo el asunto que dominó el encuentro.

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El tercer debate era la última oportunidad de Trump para aprovechar la atención de decenas de millones de votantes con el objeto de dar un golpe de efecto y revitalizar su moribunda candidatura.

Clinton, que llegaba con una cómoda ventaja en los sondeos, recuperó la iniciativa del ataque, después de mantener un perfil más bajo en el cara a cara de St. Louis. La demócrata fue la primera en sacar la artillería al acusar a Trump de "atorarse" en su encuentro con el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, porque no le habló sobre su exigencia de que México pague por el muro.

Trump, que hasta entonces parecía sedado, pidió a Wallace una rectificación al oír la provocación. "Creo que debería responder a eso, primero que todo, tuve un buen encuentro con el presidente de México. Muy buen hombre...". A partir de ahí se desvaneció el Trump presidencial.

Aunque se notó que esta vez se había preparado más, Trump volvió a usar las tácticas de tierra quemada que viene usando sin éxito alguno desde el segundo debate, hace diez días. Insistió en las teorías conspirativas, alertando de un fraude masivo para evitar su victoria, volvió a amenazar a Clinton con la cárcel y la llamó "mujer sucia".

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El debate tuvo un tono inusual durante la primera media hora, con una discusión técnica sobre el derecho a portar armas y el aborto.

Pero en el segundo bloque de 15 minutos, dedicado a la inmigración, la discusión se desvió por completo, derivando en ataques de Clinton a Trump sobre sus elogios al presidente ruso Vladimir Putin, el peligro de poner bajo su control las armas nucleares y el contraataque del republicano con la filtración dada a conocer por WikiLeaks de que Clinton aspira a crear un mercado hemisférico de energía.

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A Trump no le importó seguir defendiendo al impopular presidente ruso, arremetiendo contra Clinton al decir que ha sido mucho más listo que la ex secretaria de Estado y que el presidente Barack Obama en Siria y en el Medio Oriente.

La demócrata cargó contra su rival por defender a Putin a pesar de las pruebas de agencias de inteligencia que indican que Rusia está detrás del hackeo de la cuenta de email de su presidente de campaña, John Podesta, que está siendo revelada día a día por WikiLeaks.

"(Putin) quiere tener a un títere como presidente de Estados Unidos", le dijo Clinton.

"Usted es el títere", se limitó a responder Trump.

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Sobre inmigración, Clinton negó que proponga "dejar la frontera abierta", como asegura falsamente Trump. El republicano recalcó que hay que expulsar a los que cometan crímenes llamándoles "bad hombres" usando la palabra española.

"Y una vez que la frontera esté asegurada, en una fecha posterior, tomaremos una decisión sobre el resto. Pero tenemos algunos bad hombres y los vamos a echar fuera".

Acusaciones de acoso

Trump volvió a negar las acusaciones de acoso de las mujeres que en los últimos días han minado su imagen ante las votantes femeninas. Sugirió que están en la nómina de Clinton y puso como ejemplo al operador demócrata que contrataba a provocadores para causar violencia en los eventos de Trump y que fue descubierto gracias a una cámara oculta.

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El republicano también intentó recuperar su arremetida más efectiva de los dos debates anteriores, cuando planteó qué Clinton se opone solo ahora a los tratados de libre comercio "después de 30 años" en la vida pública.

La respuesta bien ensayada de Clinton fue contrastar el currículum de ambos, haciendo énfasis en los episodios más polémicos de la carrera del empresario.

"Así que estoy feliz de comparar mis 30 años de experiencia", agregó, "lo que he hecho por este país, intentando ayudar de cualquier manera que pudiera, especialmente a progresar a los niños y a las familias, con sus 30 años dejaré que el pueblo estadounidense tome esa decisión".

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En el segundo debate, en la Universidad de Washington en St. Louis, Clinton había elegido una táctica defensiva, distinta a sus embestidas contra Trump en el primer enfrentamiento, en la Universidad de Hofstra en Nueva York. Ambas tácticas le funcionaron para salir victoriosa, como han reflejado los sondeos telefónicos (más fiables).

De nuevo los candidatos evitaron estrecharse la mano, tanto al principio como al final. En realidad, desde horas antes del comienzo ya se intuía que el choque iba a ser hostil.

Trump anunció invitaciones provocadoras, tal y como hizo en St. Louis con las supuestas víctimas de abusos sexuales del expresidente Bill Clinton.

En esta ocasión invitó a la cita a Leslie Millwee, que este miércoles acusó por primera vez al expresidente de acoso sexual cuando era gobernador de Arkansas en los años 1980 y al medio hermano keniano de Barack Obama, Malik, quien ha apoyado al republicano, así como a Pat Smith, la madre de uno de los caídos en el ataque en Bengasi en 2012 del que los republicanos culpan a Clinton, quien era secretaria de Estado en ese entonces.

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Clinton, por su parte, dio un pase a una limpiadora del hotel Trump de Las Vegas que fue despedida en 2014 por organizarse para sindicalizar a los empleados y que fue recontratada cuando su caso llegó a manos de oficiales federales.

El descenso a las profundidades del republicano ha continuado imparable en los diez días entre el segundo y el tercer debate.

Apenas 48 horas después del choque de St. Louis, Trump declaró la guerra a su propio partido y anunció que se deshacía de los grilletes. Lo que siguió fue una sucesión de mensajes apocalípticos que han incluido teorías conspirativas sobre un fraude masivo y alarmas sobre la "destrucción a la que Clinton conducirá el país".

Es poco probable que la actuación de Trump este miércoles, a solo 20 días de la votación final, le sirva para revertir la caída de su apoyo en la mayoría de estados clave para la elección, Florida, Carolina del Norte y Pennsylvania.

En lugar de dedicarse a convencer a los votantes que dudan de que tenga el temperamento idóneo para ocupar el Despacho Oval, Trump ha usado los tres debates para encender los ánimos de su base. Su esperanza al tratar de ensuciar el proceso es desmotivar a los votantes de Clinton, confiando en la tolerancia de sus fieles seguidores a una campaña mugrienta.

Su negativa a aceptar sin objeciones el resultado de la elección ha agravado la fractura con los republicanos. El Comité Nacional Republicano se pronunció poco después de la conclusión para decir que aceptará los resultados de las elecciones generales aunque Trump no lo haga.

Además, el impacto de este debate será probablemente menor. Se estima que menos votantes sintonizaron para ver este tercer encuentro, después de que el primero en Nueva York tuviera una audiencia récord de 84 millones y en el segundo la cifra cayera a 66 millones, un descenso que deja entrever cierta fatiga electoral de los espectadores.

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La jefa de campaña de Tump, Kellyanne Conway, dice que al público estadounidense le encantan las remontadas, pero por mucho que intenten mantener la moral de la tropa, ningún candidato en la historia reciente ha conseguido recuperarse de un déficit tan grande como el que tiene Trump cuando falta menos de un mes para los comicios.