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Turbas del gobierno de Ortega arremeten contra la iglesia católica y hieren a un obispo

El cardenal de Nicaragua, el nuncio papal y un obispo prominente fueron algunos de los atacados por policías y paramilitares sandinistas en la basílica San Sebastián de Diriamba. Esto representa el quiebre total de Ortega con la iglesia católica, con la que había mantenido una relación tensa pero cercana.
9 Jul 2018 – 07:17 PM EDT
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MANAGUA, Nicaragua-. Los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua partieron la mañana de este lunes a la ciudad de Diriamba, ubicada a 40 kilómetros al sur de Managua, a intentar pacificar la ciudad, agobiada desde el día anterior por las balas de la Policía Nacional y paramilitares asociados al gobierno de Daniel Ortega. Los ataques del domingo dejaron once muertes confirmadas, decenas de heridos y desaparecidos.

La misión religiosa era encabezada por el nuncio vaticano Waldemar Stanilaw Sommertag, el cardenal Leopoldo Brenes y el obispo Silvio José Báez. La autoridad moral que imponen sus sotanas en este país fue irrespetada por las turbas sandinistas, quienes los asediaron e hirieron a Báez con una cuchilla en su brazo derecho.

Monseñor Báez es una de las voces más críticas contra el gobierno de Ortega en la Conferencia Episcopal, pionero del uso de las redes sociales entre los religiosos, y un referente nacional en medio de esta crisis socio política que suma más de 320 muertos, según organismos de derechos humanos.


Los paramilitares —armados con pistolas— y las turbas mantenían sitiada la basílica de San Sebastián, en Diriamba. Adentro del templo yacían heridos producto de la represión, curas y médicos voluntarios que, básicamente, estaban secuestrados. Los obispos anunciaron su gira a Diriamba para mediar entre las partes, como lo hicieron el pasado 21 de junio de forma exitosa en la ciudad de Masaya.

Sin embargo, esta vez los paramilitares y las turbas no se escondieron como en Masaya. Algo había cambiado. El presidente Ortega amenazó indirectamente a los obispos católicos el pasado sábado, cuando radicalizó su posición frente a la crisis: el mandatario no adelantará elecciones al primer trimestre de 2019, como piden los sacerdotes, y dejó claro su aferramiento al poder.

“Cristo nunca dijo: 'mata a tu hermano'. (...) Cristo dijo ama a tu hermano como a ti mismo, y eso es lo que tenemos que practicar los nicaragüenses, y eso es lo que deben de practicar todos sin excepción, incluso aquellos que lanzan maldiciones y nos sentencian a muerte en nombre de instituciones religiosas. ¡Incluso ellos!”, amenazó el mandatario.


La declaración fue asimilada al pie de la letra por las turbas sandinistas. Este lunes por la mañana arremetieron especialmente contra el obispo Báez. “¡Asesino, asesino, asesino!”, le vociferaban. Las turbas acusaban a los religiosos de ser “malditos mentirosos” y “cómplices de los vándalos (ciudadanos en rebelión)”.

Agresión y robo a periodistas

Los obispos se refugiaron en la sacristía basílica de San Sebastián, pero fue en vano. Las turbas arremetieron contra ellos incluso dentro del templo. Al ataque se unieron los paramilitares quienes agredieron y robaron a varios periodistas independientes. El reportero Jackson Orozco, de 100% Noticias, fue golpeado brutalmente en la nariz. Quedó ensangrentado.

El camarógrafo del prestigioso programa Esta Semana, dirigido por el periodista Carlos Fernando Chamorro, fue golpeado para despojarlo de la cámara. Igual fueron saqueados equipos del diario La Prensa, Canal 12, Canal 23, y al equipo de AFP.

“Me amenazaron y me golpearon. Estaba a la par de monseñor Báez y busqué refugio en él, pero también lo estaban golpeando”, relató Orozco a Univision Noticias. El reportero señaló que las turbas lo acosaron desde antes del inicio del ataque, ya que su estación televisiva ha sido blanco recurrente del gobierno al transmitir en vivo la represión durante estos meses.


El obispo Báez denunció la herida sufrida desde Diriamba y, de inmediato, regresaron a Managua. Los religiosos arribaron a la catedral metropolitana y se dirigieron a orar ante el altar del Santísimo. Báez lloraba y el resto del clero estaba visiblemente conmocionada.

“Logramos sacar a quienes estaban como rehenes en Diriamba para que puedan recibir atención médica de forma justa. Lo que hemos sufrido los obispos es nada comparado a lo que sufre Nicaragua”, dijo Báez. “Fui víctima de una agresión física y verbal. Es lamentable”.

Repensarán si seguirán como mediadores

La Conferencia Episcopal, a través de monseñor Báez, había expresado que repensarían si seguirán como mediadores del diálogo nacional ante la falta de voluntad política de Ortega para discutir el adelanto de elecciones y la democratización de Nicaragua. Con la agresión de este lunes, la postura de la iglesia católica podría variar. Después de rezarle al Santísimo, los obispos sostuvieron una reunión en catedral aún con las sotanas manchadas de sangre y mugre.

José Adán Aguerri, presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) y miembro de la Alianza Cívica por la Justicia y la democracia, dijo que tras la radicalización de Ortega y el ataque contra los obispos, esperarán a ver la postura de los religiosos de continuar o no el diálogo con el gobierno.


Mientras los obispos llegaban a Managua, la basílica de San Sebastián y la iglesia de Jinotepe, ciudad vecina a Diriamba, fueron saqueadas por las turbas sandinistas.

“El señor Ortega puede decir cualquier cosa, nosotros estamos con el pueblo. Ortega desde la década de los ochenta ha sido perseguidor de la iglesia”, dijo a Univision Noticias Edwin Román, el sacerdote de la iglesia San Miguel de Masaya, quien ha tomado relevancia al estar en medio de la represión ayudando a los heridos. Román estuvo presente este lunes en Diriamba y lamentó que en las agresiones haya estado involucrado “el ministro de Dios en la tierra, el representante del papa Francisco en Nicaragua, el nuncio Waldemar”.

Este ataque directo a los obispos “nunca había sucedido en Nicaragua”, señaló el cardenal Leopoldo Brenes. El único episodio parecido fue la afrenta sandinista a San Juan Pablo Segundo en marzo de 1983, cuando los sandinistas interrumpieron la misa del pontífice en plaza pública, en medio del conflicto de la guerra fría. Los sandinistas gritaron aquella vez “queremos la paz” al fallecido Papa polaco. 35 años después, los partidarios de Ortega volvieron a gritarles a los obispos católicos la misma consigna mientras los paramilitares mantenían sus fusiles alzados.


Esto representa el quiebre total del gobierno de Ortega con la iglesia católica, institución con la que había mantenido una relación tensa pero cercana a través del recién fallecido cardenal Miguel Obando y Bravo. La postura de la iglesia demandando a Ortega el anticipo de elecciones y la condena de la violencia paramilitar y policial ha fracturado la relación, pese a que el gobierno sandinista actual se define como “cristiano” y recurre en su narrativa a la religiosidad católica.

“Hemos ido a las parroquias no para hacer violencia, no sino para consolar a nuestros sacerdotes. Para acompañarlos en el sufrimiento”, reclamó el cardenal Brenes. “Sin embargo, hemos recibido esa agresión. Y todo lo sufrimos por Cristo, que bien nos dice hoy que la fuerza se realiza en la debilidad. Verdaderamente nos sentíamos débiles frente aquella agresión, pero allí está la palabra del señor: Te basta mi gracia, te basta mi fuerza”.

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