La mayoría de las mujeres que estamos buscando un bebé, nos imaginamos embarazadas, mimadas, en casa y disfrutando en toda su plenitud dicha etapa. Sin embargo, con la vida moderna, ya sea por elección o necesidad, la mayoría de las mujeres debemos seguir trabajando embarazadas.

Cuando suena el teléfono y nuestros hijos no están en casa, puede sonar una alarma en nuestro interior y lo primero que se nos viene a la cabeza es un ruego, "por Dios, que estén bien". Cuando tu hija adolescente te suelta un "mamá, tenemos que hablar", sabes que nada bueno puede estar por pasar. A medida que nuestros hijos crecen, y empiezan a explorar el mundo con libertad, están expuestos a experiencias que no siempre pueden llegar a tener finales felices.

Por fin tu bebé ha llegado. Estos nueves meses te parecieron eternos, tratando de imaginar su carita, por más ecografías tridimensionales que existan; soñando con sus deditos escurriéndose entre tus manos; preparando su habitación con amorosa dedicación, con esmero en cada detalle elegido especialmente para recibirlo. Mataste el tiempo buscando información en Internet, leyendo cada libro especializado acerca de los cuidados de los bebés que cayera en tus manos, debatiendo con tu pareja durante largas horas el nombre que llevaría tu hijo, futuro conquistador de tus caricias y tus besos.

Lo dijimos en EntrePadres muchas veces, ser padres y madres se aprende cada día, desde el momento en que nuestros hijos respiran fuera de nuestro vientre por primera vez, hasta el día que nos transformamos en ángeles, para cuidarlos desde otro lugar y de otra manera. Se aprende con errores y aciertos; se aprende con lágrimas y con sonrisas; se aprende sintiéndonos los más poderosos del mundo algunos días, y otros días, simplemente como Pulgarcito en el mundo de los gigantes.

Estoy segura que a ti también te ha pasado, eso de sentir que desde que tu bebé llegó a tu vida, ha crecido la distancia entre tu mejor amiga y tú. Y la extrañas y la necesitas. Aún recuerdas cuando siempre a pesar de las obligaciones cotidianas, había tiempo para compartir un sabroso cafecito en su confitería preferida; o las largas conversaciones en el teléfono durante la madrugada que tenían como eje los flechazos de Cupido a su corazón; o lo importante que fue sentir su apoyo en ese difícil momento, donde la sonrisa estaba peleada con tu cara.

Aunque no lo admitamos con la voz a los cuatro vientos, con el ajetreo de la vida cotidiana, que incluye montaña tipo Everest de quehaceres domésticos; niños revoloteando a nuestro alrededor como polluelos hambrientos y cumplir eficientemente con nuestro trabajo fuera del hogar, en muchas ocasiones perdemos las llaves, aunque estén delante de nuestras narices y guardamos en la heladera un aromatizador de inodoros. Y no es una exageracíon, yo lo hice. Por eso, hoy te acerco algunos tips para madres distraídas pero muy, muy distraídas.