El conflicto de Siria que ya lleva 6 años ha causado estragos en sus ciudadanos. Siria está en plena batalla que no solo destruye casas, plazas e instituciones, también destruye vidas y familias. Y, a veces, entre tantas noticias de bombardeos, de terrorismo y de odio, olvidamos a ellos, a los niños.

A mediados del 2016 la muerte de Philando Castile estremeció al mundo entero. Nuevamente, en Estados Unidos, un afrodescendiente había fallecido por el disparo de un policía sin aparente razón.

El desastre nuclear de Chernóbil sucedió hace muchísimos años, pero sus huellas siguen presentes. En los pueblos de alrededor de la central nuclear, en los cuerpos de quienes vivieron allí y en la salud de las personas que no nacieron en esos pueblos pero sus padres y/o abuelos sí.

En una habitación del Casmu 3 en Montevideo, Uruguay, estaba Maia con su mamá y su papá. Pero, tenían un invitado extra. Se trataba de un artista plástico de la fundación SaludArte, una organización que combina el arte y el humor para sanar los cuerpitos y los corazoncitos de los más pequeños.

Otto Warmbier fue enviado a Estados Unidos en un estado deplorable. «Terminó el viaje a casa», dijo su familia y es que los 17 meses en Corea del Norte fueron una tortura —literalmente—.

El nivel de sorpresa no tiene límites: la sociedad nos ha demostrado una y otra vez que no tiene idea de lo que hace con las redes sociales. Sí, Internet nos ha brindado cientos de beneficios pero… abrió una puerta muy difícil de cerrar. Y es la de frenar la compulsiva necesidad de conseguir más seguidores, más likes o más lo que sea a costa de nuestra vida o de otras vidas: matar, amenazar, violar, ¿en qué nos convertimos?