Nos pasamos el año entero quejándonos de lo mucho que faltaba para que la nueva temporada de Game of Thrones llegara a la pantalla de HBO, y ahora sin más faltan solo unas semanas. Y con ello, básicamente, todo lo que tenga que ver con la serie, por más mínimo que sea, nos interesa.

Una tragedia romántica se avecina en Game of Thrones, o al menos, será una tragedia para todos los fanáticos que estamos tan ilusionados con esas chispas que hay cuando Brienne of Tarth y Tormund Giantsbane tienen encuentros en pantalla. En la última temporada vimos a estos dos personajes conocerse en El Muro, y el cambio que afectó al hombre más rudo de los salvajes para convertirlo en todo un enamorado.

De todos los villanos memorables que hemos visto en Game of Thrones, no caben dudas de que Ramsay Bolton fue el más odioso y despiadado, sí, incluso más odioso que Joffrey Baratheon o la mismísima Cersei Lannister.

Así que crees que un papel estelar significa que estás a salvo. Así que crees que, si te vas, la serie que protagonizas se irá al cuerno. Eh, no, pequeño actor.

No siempre cantidad es sinónimo de calidad, pero en lo que respecta a Game of Thrones, han logrado un equilibrio perfecto: Vemos entrar y salir personajes en cada episodio como si nada, pero también tenemos a esas grandes personalidades que, de morir en la serie, nos dejarían una herida imposible de cicatrizar.

Antes de escribir Juego de Tronos, la primera novela de la saga Canción de hielo y fuego, y de convertirse en uno de los autores más importantes de la literatura fantástica, George R.R. Martin había escrito varios cuentos de horror y ciencia ficción, y dado su primeros pasos como novelista: publicó la muy exitosa Fevre Dream (1983), una atípica historia de vampiros, y luego la novela de misterio The Armageddon Rag (1984); esta última fue un fracaso comercial, a la que el propio autor adjudicó el haber arruinado en ese momento su incipiente carrera como novelista.