La educación de los hijos es algo que no podemos desatender. Una vez que hemos decidido traer a alguien a este mundo, es nuestra responsabilidad educarlo de la mejor forma, pues la calidad de vida de esta persona dependerá de cómo desarrollamos nuestra función como progenitores en los primeros años de vida.

Siempre insistimos en la necesidad de crear rutinas para todos los aspectos de la vida de nuestros pequeños. Esto les facilita la adquisición de hábitos y hace que, cuando deben cumplir con ciertas tareas, como las escolares, por ejemplo, no se desate en nuestros hogares una batalla campal.

Muchas de las preocupaciones de los padres actuales residen en que sus hijos no adquieran hábitos violentos. En este sentido, los padres debemos demostrar desde un primer momento que en la familia se aborrece la violencia, que su aparición nos hace sentir mal y no comulgamos con comportamientos disruptivos.

Ser padres no es tarea fácil porque día a día se enfrentan a diversas situaciones donde tienen que ser muy astutos y creativos para solucionarlas. Tener un hijo es una gran alegría pero también corresponde una fuerte responsabilidad.

Si nuestros niños han adquirido un mal hábito o una mala costumbre, ésta puede sacarnos de quicio, de eso no hay dudas. Corregirlo puede ser difícil, ¡pero no imposible!

Probablemente la palabra disciplina nos hace pensar en un régimen militar, esto es, un sistema preciso de órdenes que una persona debe cumplir sin chistar. Sin embargo, cuando hablamos de disciplina infantil nos estamos refiriendo a una enseñanza de valores espirituales y sociales de los padres a sus hijos, mediada por el amor y la ternura, pero también por el rigor y la consecuencia.