Disney, una de las empresas de entretenimiento más importante del mundo, nos ha dado joyas del cine animado como la Cenicienta, Blanca nieves, El rey león y Mulán. También nos ha provisto de una que otra secuela que la verdad preferimos olvidar.

El regreso de Keanu Reeves como John Wick tiene a la audiencia absorta en grandes expectativas. En el amplio mundo de Internet el mercenario defensor de perros inspira memes, teorías y cientos de homenajes.

Las caricaturas de los 90 destacan entre los recuerdos millennials por tratar temáticas cotidianas sin tabúes. Una de ellas es Arthur (Arturo), la cual data de 1996 y narra las andanzas de un niño-ardilla de 8 años de edad.

El nacimiento del pequeño Archie Harrison Mountbatten-Windsor ha logrado enternecer a la audiencia global. Sus padres —Meghan Markle y el príncipe Harry— continúan recibiendo colmadas felicitaciones. La más reciente de ellas llegó de parte del osito más encantador de la actualidad: Winnie Pooh.

En la cultura actual, Disney suele ser popular por las GRANDES modificaciones que hace a los cuentos clásicos que inspiran sus historias animadas, pero lo que hay que reconocer es que existe por lo menos una escena entre sus películas que te ha hecho suspirar.

Las adaptaciones liveaction de series animadas siempre han estado en los estratos más bajos en lo que se refiere a éxito entre el público. Se han dado casos aislados como Masters of the Universe (1987), que, a pesar de ser una mala película, es considerado un film de culto. Otro caso análogo es el de Transformers (2007), que, a pesar de sus muchas fallas, no deja de ser entretenida y visualmente impactante (la primera, al menos). Pero en general, como estos films se planean para convertirse en blockbusters, muy rara vez se destacan por tener un guion sólido y casi siempre terminan en decepciones.