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Protestas

Manifestaciones en Brasil: “No es un golpe, es el pueblo recuperando su país”

Una multitudinaria manifestación tomó este domingo la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, en protesta contra el Gobierno de Dilma Rousseff y para reclamar el fin de su mandato, marcado en los últimos tiempos por las investigaciones por corrupción.
13 Mar 2016 – 05:43 PM EDT
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Protesta contra la corrupción en el PT Crédito: Getty Images

Por Luis Tejero @LuisTejero, desde Río de Janeiro

Como cada fin de semana, las avionetas sobrevolaban la playa de Copacabana arrastrando pancartas gigantescas para atraer la atención de cariocas y turistas. Sólo que esta vez, una de ellas exhibía un mensaje bien distinto de las habituales publicidades de conciertos y marcas de bebidas. “No va a haber golpe”, advertía el cartel que pasaba y una otra vez, desde primera hora de la mañana, frente a la arena más conocida de Río de Janeiro.

Era un desafío, casi una provocación, a los cientos de miles de personas que iban concentrándose sobre el asfalto de la Avenida Atlántica para protestar contra la gestión de la presidenta, Dilma Rousseff, y contra las irregularidades presuntamente cometidas por su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva. El anuncio lo firmaba el Frente Brasil Popular, una coalición que reúne a decenas de partidos, sindicatos y movimientos de izquierda para, precisamente, “luchar contra el golpismo que amenaza la voluntad expresada por el pueblo en las urnas”.

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Protestas en Brasil piden la destitución de la presidenta Dilma Rousseff


“No es un golpe, es el pueblo recuperando su país”, respondían desde abajo los manifestantes, entre abucheos a la intrépida avioneta. “No va a haber golpe, va a haber impeachment”, insistían los organizadores, convencidos de que la movilización masiva en las calles –más de tres millones de manifestantes en todo el país– dará el empujón definitivo al juicio político iniciado el pasado diciembre para destituir a Dilma y poner fin a 13 años de Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT).

“Fuera corruPTos”, exigían las pancartas y camisetas de algunos opositores. “Lula, ladrón, tu lugar es la prisión”, cantaban otros, exhibiendo muñecos hinchables que ridiculizaban al expresidente y a su sucesora vestidos de presidiarios, mientras desde el megáfono se referían al antiguo líder sindicalista como “barbudo vagabundo”.


El ambiente en la Avenida Atlántica, como en tantas otras calles, plazas y explanadas de Brasil donde este domingo se celebraron manifestaciones pro- impeachment, resume la polarización que en los últimos tiempos divide al mayor país de América Latina. Un clima de enfrentamiento que empezó a fraguarse en la dura campaña electoral de 2014 y viene agravándose tanto por las consecuencias de la crisis económica como por el descomunal escándalo de desvío de dinero que ya salpica a decenas de políticos, empresarios y lobistas.

En reconocimiento a los policías federales que irrumpieron el pasado 4 de marzo en el apartamento de Lula para interrogarlo sobre su supuesta relación con el caso, los críticos del expresidente aplaudían a los agentes encargados de vigilar que no hubiera disturbios en Copacabana. Otros mostraban carteles en homenaje al juez que investiga la Operación Lava Jato y que, para una parte de la población, se ha convertido en un héroe de la lucha anticorrupción: “Sérgio Moro, el pueblo te apoya”.

En cambio, provocaban menos aplausos los llamamientos a poner en marcha una serie de medidas que incluye, por ejemplo, la reducción de la mayoría de edad penal hasta los 16 años, como pretenden desde hace tiempo los grupos más conservadores del Congreso.


En cualquier caso, tras cuatro mandatos consecutivos del PT desde el 1 de enero de 2003, la sensación de hartazgo se hacía evidente en medio de la multitud que acudió a la convocatoria (entre 700.000 y un millón de personas sólo en Copacabana, según los organizadores). “Nuestra bandera jamás será roja” como la de ese partido, prometían los manifestantes, en su inmensa mayoría de piel blanca, en un país donde más del 50% de la población se declara ante el censo como “negra” o “parda”. Y avisaban: “Ahora Brasil es nuestro, vamos a empezar a tomarlo hoy”.

Desde un taxi, en una de las calles aledañas a la Avenida Atlántica, una mujer gritaba: “¡Despierta, Brasil!”. Llegaba una hora y media tarde a la manifestación. Pero aún tenía por delante un día entero de protestas, canciones y gritos contra los dos gobernantes a los que la mayoría de sus compatriotas culpa de la actual situación, según repiten las encuestas desde hace meses.

Y a continuación, salvo que ocurra algo tan imprevisto como una renuncia de la presidenta, todavía quedarán semanas y probablemente meses hasta llegar al desenlace de una crisis política y económica que atraviesa su momento más crítico. Los plazos previstos para la tramitación del impeachment indican que el Congreso probablemente no concluirá el proceso antes de julio o agosto, lo cual indica la posibilidad de que el punto álgido coincida con la celebración de los Juegos Olímpicos de Río 2016. Sin embargo, en el caso bastante probable de que haya recursos ante el Supremo Tribunal Federal (STF), las discusiones podrían estirarse hasta más allá de las elecciones municipales de octubre. La duda sigue en el aire: ¿pasará Dilma la Navidad en el Palacio de la Alvorada?

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