Washington DC, tiene 712,000 habitantes, 177 kilómetros cuadrados y ningún representante con voto en el Congreso. Es algo notable que en el país que se precia de su democracia representantiva los ciudadanos de su capital no tengan poder de decidir en el parlamento federal. Esa anomalía podría estar más cerca que nunca de terminar, pero enfrenta un último escollo en el Senado.
¿Qué tan cerca está Washington DC de convertirse en el estado 51 de EEUU?
Los demócratas quieren aprovechar la concentración de poder en la Casa Blanca y el Congreso para sacar adelante esta vieja reivindicación. Los republicanos se oponen y plantean una alternativa: que Maryland absorba el distrito.

La Cámara de Representantes votó el 22 de abril para convertir a Washington DC en el estado 51 de la nación. "Nunca hemos estado más cerca de ser un estado", dijo entonces Eleanor Holmes Norton, que representa al Distrito de Columbia en la Cámara Baja como delegada sin voto.
DC, asentado en territorio cedido por Maryland y Virginia, nació el 16 de julio de 1790 como distrito federal de la nueva nación para diferenciar la capital del resto de estados y en virtud del deseo de los Padres Fundadores (especialmente James Madison) de que ningún estado individual tuviera una influencia excesiva sobre el Congreso.
Los promotores de la estatidad de DC argumentan que esta situación es una violación del derecho al voto de sus habitantes, en su mayoría afroestadounidenses.
Un DC estado otorgaría con toda seguridad en cada elección al Congreso dos senadores y un representante para los demócratas. Eso explica la histórica resistencia republicana a apoyar esta iniciativa. Algunas voces conservadoras plantean, como alternativa, la integración con el vecino estado norteño de Maryland.
Pero, históricamente, la negativa no ha sido solo republicana. La de abril fue la segunda vez que se votaba esta cuestión: en la primera oportunidad, en 1993, la mayoría de los demócratas votaron en contra junto a los conservadores.
El asunto ha ido ganando peso en el programa demócrata hasta considerarlo clave en la defensa de los derechos de voto y la lucha contra la discriminación racista. La Casa Blanca apoya la idea, pero en el Senado ni siquiera la respalda todo el partido.


















