Aunque muchos conservadores anticipaban un cambio de giro después de la campaña presidencial, Donald Trump sigue siendo el mismo. Aquel personaje díscolo, imprudente y volátil. Un presidente que complica a su partido en lugar de ayudarlo y que avanza un paso para retroceder dos en la agenda política.
Cómo el díscolo Trump complica la agenda republicana en el Congreso
El presidente que no deja de desviar la atención del debate político e impide que los republicanos pueden usar con facilidad su mayoría para promover leyes que consideran fundamentales.

La agudización de su batalla con los medios de comunicación que se experimentó en los utimos días, con los insultos personales a dos periodistas de MSNBC y un curioso video en el que el presidente "pelea" con su villano favorito, CNN, es la mejor demostración.
Mientras muchos republicanos se preocupan, los demócratas no se pueden quejar. Trump ha dado material de sobra para descargar la artillería pesada en contra de la Casa Blanca, cuando en Washington se desarrolla uno de los debates legislativos más complicados de la última década: el reemplazo de la reforma de salud, la sustitución del Obamacare por eso que los republicanos no quieren que se llame Trumpcare.
El liderazgo republicano en el Congreso tiene sólo el mes de julio para lograr los suficientes votos conservadores para aprobar la prometida ley que eliminará el legado de Barack Obama y al mismo tiempo mejorará (supuestamente) el sistema de salud para todos los estadounidenses.
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Además de una fuerte oposición demócrata, en el camino se han encontrado con un obstáculo impensado: su propio presidente. Un Trump que no se contiene. Que simplemente escribe en su cuenta de Twitter como si siguiera en la Torre Trump dirigiendo su imperio empresarial, lejos del Salón Oval y de lo que representa.
Esta semana sus comentarios sobre Mika Brzezinski acapararon completamente la atención mediática sobre su estilo y revivieron las críticas a su misoginia, en lugar de usar su posición para enfocar el diálogo sobre la reforma de salud.
Agenda entorpecida
El presidente está lejos de contar con el suficiente capital político para mover la agenda en Washington. La mañana del viernes su mensaje en Twitter dejó claro que no está avanzando en el Senado.
"Si los senadores republicanos no son capaces de aprobar lo que han estado trabajando, deberían REVOCAR inmediatamente y después REEMPLAZAR en una fecha posterior", escribió Trump.
Danny Vargas, analista político y estratega republicano insistió en que hoy el partido “no se puede dar el lujo de caer en distracciones y perder tanto tiempo en cosas que no tienen relevancia”.
“Los republicanos tienen por delante no sólo la reforma de salud, pero también cambiar el sistema de impuestos y la infraestructura vial del país. Toda la política exterior, que está en caos. Necesitamos enfoque”, agregó.
Pero Trump y sus arrebatos no dan respiro y aunque varios republicanos han aprendido a ignorarlo, sus exabruptos tienen consecuencias.
“Uno de los puntos fundamentales en política es mantenerte en el mensaje. Mantener el enfoque. Trump tiene dificultades en ambos y eso descarrila los esfuerzos de los republicanos que ahora están tratando de impulsar una legislación complicada que tiene dividido al partido”, explicó el académico y analista político de la Universidad de Rice, Mark Jones.
Inmediatamente después de su pelea con Brzezinski, varios republicanos respondieron con mensajes en contra del mandatario, criticando fuertemente su actitud.
Algunos legisladores enfrentan una realidad política intrincada, con reelecciones difíciles y votantes molestos dar su apoyo al presidente puede costarles mucho más que un mal rato. En este escenario la personalidad de Trump no ayuda.
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El senador republicano de Pensilvania Pat Toomey fue más lejos y aseguró en una entrevista que el presidente era "una distracción y estaba empezando a minimizar su habilidad de concretar su agenda" en el Congreso.
"Él es su peor enemigo. Los republicanos pueden justificar su oposición a él gracias a sus exabruptos y los hace estar menos dispuestos a seguirlo si no creen que la legislación responde a los intereses de su estado o distrito. Los hace mucho menos proclives a recibir un golpe en pos de los intereses de su presidente", comentó Jones.
Bipartidismo
Una consecuencia impensada de la era Trump en el Congreso parece ser el bipartidismo. Obama enfrentó la era del partidismo, de agrios rencores que en general alinearon a los legisladores con sus respectivos partidos en los votos cruciales.
Pero ahora Trump no cuenta con el respeto y apoyo de la mayoría en su partido y eso le está costando votos claves de los republicanos en el Congreso, sobre todo en el Senado, donde los conservadores se sostienen con una escasa mayoría de 52 escaños.
The New York Times reportó que el líder de la mayoría en la Cámara Alta, Mitch McConnell, advirtió a sus colegas que "o los republicanos se unen o tendrá que trabajar con los demócratas para llevar a puerto la deteriorada reforma de salud".
Una condición que impondrán los demócratas es conservar la mayor parte de Obamacare, lo que derrotaría la promesa inicial de Trump de eliminar por completo la legislación.
Pero más que una pérdida, Vargas ve esta encrucijada política como una oportunidad "para recobrar una forma bipartidista de trabajar en el Congreso. Algo que se ha perdido en los últimos 20 años, pero que funciona", dijo.
El momento para los republicanos es decisivo. Después de siete años de prometer desmontar Obamacare necesitan tener algo concreto con que enfrentar a sus constituyentes en el receso de agosto.
Pero más allá de la reforma de salud, lo cierto es que los republicanos necesitan mostrar resultados específicos en los últimos seis meses y el partido no ha sido capaz de impulsar ni siquiera una pieza legislativa esencial prometida en la campaña.
Algo difícil de ocultar, sobre todo cuando es el mismo presidente quien en lugar de brindar apoyo, se queja de la ineficiencia de su partido; un partido al que no parece estar ayudando.














