La separación de una familia: celebró 17 años de matrimonio con su esposa estadounidense, acompañó a sus hijas al fútbol y se "autodeportó"

A los Rivera les tomó meses llegar a la decisión de que el padre de la familia volviera a su país. Con el endurecimiento de las políticas migratorias temían que pudiera ser detenido indefinidamente en un centro de ICE. Optaron por separarse y ahora se ajustan a la nueva realidad.

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Jenni Rivera, una maestra de Carolina del Norte, se despertó el martes sin su esposo por primera vez en 17 años de matrimonio. No compartieron el café de la mañana ni conversaron antes de ir al trabajo. Fidel ya no vive en la casa. Tampoco en Estados Unidos, a donde llegó hace 30 años. La familia decidió que era mejor que él volviera a su país, México, antes de que pudiera ser arrestado por agentes migratorios y sometido a una larga detención en custodia de ICE.

"Pasamos meses preparándonos para este momento. Hubiera sido absolutamente devastador no tener ningún plan y que simplemente nos lo arrancaran y lo llevaran a otro lugar. Para mí, eso era mucho más aterrador que tomar el control nosotros mismos", dijo Rivera por teléfono.

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Esta estadounidense de 54 años cuenta que por mucho tiempo sintió que su familia se separaría. Desde que Donald Trump ganó la presidencia en 2016, siente que la relación de muchos estadounidenses con la inmigración, cambió: "Parecía que la gente podía ser racista y decir cualquier palabra que le saliera de la boca". Sus propios hermanos —igual que Trump— catalogan a los inmigrantes de "ilegales, violadores y asesinos".

En 19 años de relación, la pareja había pasado cinco presidencias "dentro de su caja", como ella llama al espacio de miedo en que vivió la familia, sin vacaciones en el exterior, sin viajes interestatales, cuidándose permanentemente.

En ese tiempo consultaron a dos abogados de inmigración para buscar un estatus migratorio para Fidel, quien no tiene antecedentes criminales. Les dieron dos opciones: que él regresara a México por al menos 10 años o que se quedara en Estados Unidos con la esperanza de que algún día el Congreso cambie las leyes de inmigración.

Por años confiaron en que la segunda opción se materializaría. En ese tiempo nacieron sus dos hijas, Mackenzie (17) e Isabella (15), pero no hubo una reforma migratoria.

Fidel Rivera con su esposa y sus dos hijas, todas estadounidenses. De izquiera a derecha, Jenni, Mackenzie, Fidel, and Isabella.
Fidel Rivera con su esposa y sus dos hijas, todas estadounidenses. De izquiera a derecha, Jenni, Mackenzie, Fidel, and Isabella.
Imagen Cortesía de la organización American Families United.

Desde enero, con el mandatario de vuelta en una segunda presidencia que quiere romper récords de detenciones y deportaciones, con centros abarrotados de inmigrantes —la mayoría sin récord criminal y muchos con procesos migratorios en marcha—, la familia aceleró la decisión para una "autodeportación".

"Le dije entonces a mi esposo que este país no iba a ser un lugar seguro para él (...) Esta administración -y esa fealdad- fueron definitivamente la gota que derramó el vaso".

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Se calcula que 1.4 millones de cónyuges de ciudadanos estadounidenses —como Fidel— viven en el país sin un estatus migratorio, y que aproximadamente 4.1 millones de ciudadanos estadounidenses menores de 18 años —como Mackenzie e Isabella— viven con un padre indocumentado.

De ser dos a uno

Para Jenni Rivera, toda la situación que vive su familia es "surreal". "Esto no está bien para nadie", dice al condenar el estrés, la ansiedad y el miedo con el que ha tenido que vivir por años, incluso siendo estadounidense.

Que su esposo se marchara trae nuevos problemas. Por ejemplo, tiene que ajustar el presupuesto familiar a un solo salario, el suyo como maestra de matemáticas. Eso a un año de que su hija mayor entre al college y a pocos años de su jubilación.

Sus hijas, asegura, aún no han racionalizado la idea de que su papá no está de vacaciones. Mientras ella misma transita su duelo, quiere estar lista para cuando entiendan la nueva realidad y se desate "la crisis": "Estoy esperando que eso pase, solo que no sé cuándo será".

El fin de semana pasado fue el último que disfrutaron como familia en Raleigh, Carolina del Norte. Jenni y Fidel Rivera justo cumplieron 17 años de casados el viernes; en lugar de una cena en un restaurante especial, se quedaron con las niñas tallando las calabazas que decorarán la entrada de la casa el próximo Halloween, cuando él ya no estará.

El sábado y el domingo, Fidel Rivera se fue con sus hijas a verlas jugar fútbol: "Lo que más extrañaré son los partidos con mis niñas. Allí es donde tenía paz", dijo a la organización American Families United, que brinda apoyo a estadounidenses con parejas indocumentadas.

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"No pienso en los problemas del trabajo o en lo que necesito arreglar en la casa. Solo veo a mis hijas jugar y es como si estuviera en otro planeta".

El lunes fue el último día en casa, en familia. Jenni Rivera cuenta que lloraron y rieron, intentando disfrutar los últimos momentos juntos. Ese día lo llevaron al aeropuerto.

Recuerda que la semana pasada, el jefe de su esposo le hizo una despedida en la que él y sus compañeros de trabajo lo describieron como una persona generosa con todos. "Su jefe llegó a decir que no solo iba a extrañarlo como empleado, sino como persona", dice.

También habla del amor que sus padres le tienen a Fidel Rivera.

"No hay mucha gente como él en este mundo y tratarlo como si fuera nadie no está bien. Él existe".

"Algo está roto"

Ahora que su esposo está en México, Jenni Rivera siente menos carga, pero al mismo tiempo no tiene certeza de si se quedará en su propio país. El tiempo que dure su estancia asegura que luchará por otras familias como la suya. Ahora, con menos miedo de retaliaciones porque su esposo ya está en México.

Con 10 años de castigo para Fidel Rivera sin poder volver a Estados Unidos —según las leyes por reentrada no autorizada— ella aún evalúa si adelantará su retiro para acompañarle.

Ashley De Azevedo, directora ejecutiva de American Families United, asegura que la historia de los Rivera es una de varias entre estadounidenses que son miembros de su organización y han tenido que separarse.

“Cuando una maestra de Carolina del Norte tiene que elegir entre su país y su esposo, algo en la brújula moral de nuestra nación se rompió. Ninguna familia estadounidense debería verse obligada a separarse para preservar su dignidad. La familia nunca debería sufrir un daño colateral por la política", dice.