Estos son los estados y las ciudades con la mayor escasez de vivienda asequible en el país

Encontrar vivienda asequible no está resultando nada fácil para más del 25% de los inquilinos estadounidenses que tienen ingresos extremadamente bajos. Durante seis años, la Coalición Nacional de Vivienda de Bajos Ingresos (NLIHC, por sus siglas en inglés) ha publicado un informe anual donde se calcula la diferencia entre las viviendas asequibles disponibles y los inquilinos que ganan salarios por debajo de la línea de pobreza o el 30% del promedio del área. El año pasado, descubrieron que por cada 100 hogares clasificados como de ingresos extremadamente bajos (ELI, por sus siglas en inglés), solo se encuentran disponibles 35 viviendas de alquiler a precios accesibles, es decir, una escasez de más de 7 millones de viviendas asequibles y disponibles. Es la misma cifra que se observa actualmente.
Parte de esta escasez es causada por la llegada de familias de mayores ingresos a hogares más asequibles: casi la mitad de las unidades de alquiler asequibles están ocupadas por familias que ganan por encima de la línea de pobreza. A medida que los ingresos aumentan, la escasez acumulada se vuelve menos pronunciada. Las familias que ganan menos del 50% del ingreso promedio del área (AMI, por sus siglas en inglés) tienen 56 viviendas de alquiler asequibles y disponibles; las que ganan menos del 80 por ciento tienen 93.
Un mapa de la brecha (haga clic para ver una versión interactiva) muestra que es un problema que persiste en todas partes—ningún estado ni área metropolitana tienen suficientes viviendas asequibles, aunque los diferentes tonos representan grados variables de escasez:
Número de alquileres disponibles por cada 100 familias de bajos ingresos, por estado. En rojo, 30 o menos.
Cada estado tiene menos de 59 unidades de vivienda asequible disponibles por cada 100 familias de ingresos extremadamente bajos. La mayoría tiene incluso menos. (NLICH)
California, hogar de trabajadores tech con buenos salarios y altísimas rentas, cuenta con 22 unidades asequibles y disponibles por cada 100 familias de inquilinos de ingresos extremadamente bajos. Pero el peor es Nevada, con solo 15. Incluso en los mercados en recuperación, la demanda de vivienda asequible es mucho mayor que la oferta: Maine tiene la mejor proporción relativa en el país, con 59 unidades; Alabama, Virginia Occidental y Mississippi lo siguen de cerca.
A nivel de área metropolitana, Las Vegas, la ciudad más grande de Nevada, tiene la escasez relativa más severa, con solo 10 unidades asequibles para cada familia de bajos ingresos. La razón, dice Andrew Aurand, vicepresidente de investigación de la NLIHC y coautor del informe, podría ser que Nevada todavía está luchando por recuperarse de la crisis de la vivienda, y Las Vegas tiene una gran base de trabajadores de servicios de bajos ingresos, quienes poco a poco están siendo expulsados, al estilo de California, por el auge de los profesionales de la tecnología. Orlando, Los Ángeles, Houston y Dallas son las siguientes en la clasificación.
"El problema no es que las personas de bajos ingresos no estén trabajando duro", dijo Diane Yentel, presidenta y directora general de la NLIHC. "El problema, más bien, es que muchos empleos no pagan lo suficiente para que las personas de bajos ingresos paguen el alquiler". El trabajador promedio que gana un salario mínimo a tiempo completo, 40 horas por semana, necesitaría ganar más de 17 dólares por hora para pagar un apartamento modesto de una o dos habitaciones según los estándares actuales. La NLIHC estima que alguien que gana el salario mínimo federal de 7.25 dólares (más alto en muchas ciudades, pero no mucho) tendría que trabajar en múltiples empleos— y un promedio descabellado de 94.5 horas por semana— para ganar lo suficiente como para pagar siquiera una vivienda de un dormitorio.
Es por eso que muchos inquilinos estadounidenses de bajos ingresos se consideran agobiados por los costos: 9.7 millones de inquilinos ELI gastan más del 30% de sus ingresos en el alquiler; de ellos, 8 millones se consideran severamente agobiados, obligados a gastar más de la mitad.
Esas cargas a menudo se manifiestan físicamente. Cuando las familias se ven obligadas a hacer concesiones presupuestarias, gastan menos en comida y transporte; y mucho menos en atención médica para personas mayores y niños. Eso sin mencionar el costo psicológico que la inestabilidad de la vivienda en sí misma conlleva—y el dañino ciclo de desalojo que comienza con unas pocas facturas no pagadas y que puede convertirse en largos periodos de desamparo.
Las poblaciones vulnerables ––como las personas mayores, las personas discapacitadas y las familias con niños–– están sobrerrepresentadas entre los inquilinos de bajos ingresos. Solo un 25% de todos los hogares ELI son "no discapacitados, o no ancianos que no tienen hijos", según dice el informe. Dado que las disparidades de ingresos tienden a extenderse entre líneas raciales, los residentes afroestadounidenses e hispanos también representan gran parte de la población ELI: El 35% de los inquilinos ELI son negros, y 29% son hispanos.
En el siguiente gráfico de arriba se puede ver cómo están compuestos los hogares de ingresos bajos: en azul, hoagres sin discapacitados, ancianos o hijos; en amarillo, hogares sin discapacitados ni ancianos, pero con hijos; en naranjo, discapacitados con hijos ; en rojo, discapacitados; y en celeste, solo ancianos. En el de abajo, el resto de los hogares de ingresos medios y altos en EEUU.
El 75% de los hogares de inquilinos con ingresos extremadamente bajos tienen residentes discapacitados, residentes ancianos y/o familias con niños. (NLIHC)
Según estas estadísticas, el problema no ha mejorado mucho desde el año pasado—y para la mayoría de las personas, ha empeorado. La Gran Recesión y la crisis de la vivienda de 2007 y 2008 catalizaron una pesadilla en tres partes para los inquilinos. Primero, millones de antiguos propietarios resultaron embargados y reingresaron al mercado de la vivienda. En los años siguientes, los millennials, agobiados por las deudas estudiantiles, han seguido siendo inquilinos y se han demorado en comprar viviendas propias. Y a medida que los baby boomers envejecen en hogares más grandes, también entran o vuelven a ingresar al mercado de los alquileres. La demanda está creciendo y la oferta tiene dificultades para mantenerse. Hace una década, había 40 casas de alquiler asequibles y disponibles por cada 100 familias de inquilinos ELI, y 67 para aquéllos que ganaban el 50% por ciento o menos del AMI. Actualmente sólo hay 35.
La NLIHC sostiene que las herramientas que el gobierno federal tiene para ayudar a los hogares de bajos ingresos simplemente no se están utilizando. Y al reducir la tasa de impuestos corporativos tras la reforma tributaria de Trump, la Casa Blanca puede haber transformado en ineficaz al Crédito Impositivo a la Vivienda para Personas de Bajos Ingresos. Entre el año fiscal 2010 y 2017, el financiamiento del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD, por sus siglas en inglés) disminuyó 9.3%, y Trump, junto con el Secretario de Vivienda Ben Carson, prometen recortes agresivos a programas como el fondo operativo de vivienda pública, Subvenciones Globales para el Desarrollo Comunitario, Programa de Sociedades para la Inversión de Vivienda (HOME), y el Programa de Autoayuda para la Propiedad de Vivienda in 2019.
Eso significa que la brecha se ampliará: la NLIHC calcula que 200,000 familias más podrían perder asistencia federal para el alquiler en los próximos años.
Si no hay ayuda federal, los gobiernos estatales y locales pueden intentar abordar el financiamiento o la falta de acceso ellos mismos. "Uno de [sus] principales roles es eliminar las barreras regulatorias que imposibilitan la construcción de viviendas multifamiliares en algunas comunidades y/o aumentan los costos para la construcción de viviendas asequibles y alargan el tiempo que demora construir viviendas asequibles", dijo Yentel.
Pero se va a necesitar mucho tiempo y un esfuerzo sostenido para cubrir una escasez de 7 millones de hogares, del tipo que requeriría una gran inversión federal en la construcción de viviendas asequibles a través del Fondo Fiduciario Nacional de Vivienda y programas de asistencia de alquiler como los vales de la Sección 8. Y ése es el tipo de ayuda que probablemente los inquilinos no reciban este año.
Este artículo fue originalmente publicado en inglés en CityLab.com