Muchas personas tienen el objetivo de irse a vivir a un país diferente al que los vio nacer.

Viajar es una de las cosas más emocionantes que puedes experimentar. Es una mezcla de tranquilidad, diversión e incluso reflexión que vale la pena vivir.

Cada país reúne particularidades que le son propias y que lo convierten en único. Tenemos naciones de personas muy altas y unos pocos, o más bien uno sólo, en el que la puntualidad es un aspecto determinante en la vida de los ciudadanos y se ha convertido incluso en uno de sus rasgos culturales e identitarios más característicos.

Saint Moritz es una bella comuna de Suiza, ubicada a orillas del Río Eno, en el Valle de Engadine (de origen glaciar y ochenta kilómetros de longitud), dentro del Cantón de Grisones, a 1.822 metros sobre el nivel del mar. Tiene una superficie de casi treinta kilómetros cuadrados y se asegura que allí el sol brilla más de trescientos veinte días al año.

Templo de San Pedro es el nombre actual dado a la Catedral de San Pedro, en la ciudad de Ginebra, Suiza, luego de la Reforma. Está situado en el punto más alto de la ciudad (404 metros sobre el nivel del mar), dentro de su barrio más antiguo. En su emplazamiento hubo anteriormente un templo romano y algunas iglesias de los comienzos del catolicismo. Sobre ellos es que se construyó, entre los años 1150 y 1232, la actual iglesia de estilo románico en la que se incluyeron elementos del gótico.

La ciudad más importante de Suiza se presenta como una ciudad cosmopolita, entre lo moderno y lo antiguo. Es un lugar bellísmo, que vale la pena conocer aunque sea una vez en la vida. Es posible viajar a Zurich y visitar algunos museos para aprender sobre la historia de la región, disfrutar de la vida al aire libre en sus jardines o recorrer construcciones de hace varios siglos.