Corea del Norte es uno de los países más aislados y herméticos del mundo. Esto le valió con el correr de los años el calificativo de «reino ermitaño», por lo difícil que resulta visitar el territorio o siquiera informarse de lo que sucede dentro de él.

Si hay algo en lo que la mayoría de los argentinos estamos de acuerdo, es que la nuestra es una de las bandera más lindas del mundo. Quizá sea por nuestro sentido de pertenencia, o por la pasión que llevan nuestros colores, pero realmente nos cuesta mucho ser objetivos a la hora de hablar de ella.

Es casi una tradición que, en cada partido de eliminatorias para el Mundial, la Selección argentina juegue sus partidos de local en El Monumental. La cancha de River no solo es el estadio más grande de la Argentina, sino también el lugar ganó la Copa del Mundo en 1978.

En los últimos años, ver un partido de la Selección argentina se convirtió en una experiencia más bien.. traumática. Pocos recuerdan las veces en las que el equipo «jugaba bien» y son cada vez más los que, al final de cada partido, terminamos gritándole al televisor pidiendo que se vayan todos.

Desde su fundación, la Ciudad de Buenos Aires fue el centro político, económico y cultural del Virreinato del Río de la Plata (primero) y de la República Argentina (después). Sin embargo, esto no siempre fue así: en varias oportunidades, nuestro país tuvo una capital completamente distinta a la que hoy conocemos.

Manuel Belgrano es uno de los próceres más importantes de la historia argentina. Héroe nacional, creó nuestra bandera y fue el encargado de realizar el éxodo jujeño, una de las gestas militares más trascendentes del Siglo XIX.