Lo más difícil de una ruptura es la adaptación a una nueva forma de vida: quien acostumbraba a estar siempre cerca nuestro ya no estará. Sea cual sea el motivo de la separación, cuando sucede surgen muchas preguntas. Y no tener respuestas muchas veces angustia, al punto de no querer que esa persona «se vaya» y antes que nada se prefiera una amistad.

Es claro que cada uno es diferente, pero, por supuesto, esto no quiere decir que se deban aceptar situaciones potencialmente tóxicas y hasta peligrosas. Debemos recordar que una relación debe sacar lo mejor de nosotros, y no lo peor.

Todo el tiempo estamos cambiando, una sensación puede hacernos sentir distintos de un momento a otro. Y nuestros cambios se ven todo el tiempo reflejados en nuestra pareja. Si nosotros ya no somos los mismos, nuestra relación tampoco lo será. Por eso muchas veces notamos que ya no hacemos ni sentimos lo mismo, pero eso no es falta de pasión. El amor pudo haber mutado y, por qué no, a algo más especial.

A veces, simplemente, hay que aceptarlo, asumir que fuimos un pasado, que nada queda para el presente y que —mucho menos— existirá un futuro. Esta es mi forma de entender que debo seguir adelante sin ti.

Te encuentras bien y tranquilo en una relación. De hecho, sientes que todo marcha sobre ruedas. Sin embargo, hay algo que te dice que no es así y comienzas a darle vueltas a ese problema que crees que existe.

La capacidad de poder pedir disculpas es algo que se valora y mucho en cualquier relación. De hecho, tener la voluntad de hacerlo puede lograr que una relación sea duradera. ¿Por qué nos resulta difícil pedir perdón? Asumir los errores no es tan sencillo, sobre todo cuando eso muchas veces significa perder algo que queremos o sentirnos mal. Y el orgullo puede ser el culpable de no aceptar que nos equivocamos.