Qué es la "maldición del segundo gobierno" que persigue a presidentes: experto analiza si Trump es la excepción

La insatisfacción y frustración de los votantes, el cansancio presidencial y la falta de una visión sostenible para el futuro son algunas de las explicaciones de la “maldición del segundo mandato".

Garritt C. Van Dyk para The Conversation*'s profile picture
Por:
Garritt C. Van Dyk para The Conversation*
Video Trump dice que no busca un tercer mandato y habla de sus posibles sucesores: ¿a quién nombró?

Si bien le gusta provocar a sus oponentes con la posibilidad de buscar un tercer mandato, Donald Trump enfrenta una carga histórica más inmediata que ha afectado a tantos presidentes: la “maldición del segundo mandato”.

Veintiún presidentes estadounidenses han cumplido segundos mandatos , pero ninguno ha alcanzado el mismo nivel de éxito que lograron en el primero.

PUBLICIDAD

Los resultados del segundo mandato han variado desde lo mediocre y poco inspirador hasta lo desastroso y letal. La insatisfacción y frustración de los votantes, el cansancio presidencial y la falta de una visión sostenible para el futuro son algunas de las explicaciones.

Pero Trump no encaja del todo en el molde. Solo otro presidente, Grover Cleveland a finales del siglo XIX, ha cumplido un segundo mandato no consecutivo, lo que dificulta comparar al Trump 2.0 con otros líderes que también lo han hecho.

Trump seguramente esperará que la historia no repita la maldición del segundo mandato de Cleveland. Poco después de asumir el cargo, impuso aranceles del 50%, lo que desencadenó una volatilidad en el mercado global que culminó en el "Pánico de 1893".

En aquel momento, se trataba de la peor depresión de la historia de Estados Unidos: un 19% de desempleo, una corrida al oro por parte del Tesoro estadounidense, un desplome del mercado bursátil y pobreza generalizada.

Más de un siglo después, la estrategia de Trump de "moverse rápido y romper cosas" en un segundo mandato no consecutivo podría atraer a los votantes que exigen acción por encima de todo. Pero corre el riesgo de verse arrastrado a áreas contra las que hizo campaña.

Hasta ahora, ha pasado de librar una guerra comercial y cultural a contemplar una guerra a tiros en Medio Oriente. Su "gran y hermosa ley" añadirá billones de dólares (trillion en inglés) a la deuda nacional y podría obligar a los votantes más pobres, incluidos muchos republicanos, a abandonar Medicaid.

Si su enfoque radical desafiará o se ajustará a la maldición de su segundo mandato es una pregunta muy abierta.

PUBLICIDAD

No hay reyes

El límite de dos mandatos fue establecido por la Enmienda 22 a la Constitución en 1951. Sin un mandato máximo, se temía que un autoritario pudiera intentar tomar el control de por vida, como un rey (de ahí las recientes protestas “No Kings” en Estados Unidos).

George Washington, James Madison y Thomas Jefferson se negaron a un tercer mandato. Jefferson desconfiaba de cualquier presidente que intentara ser reelegido por tercera vez.

Si un presidente consintiera en ser candidato para una tercera elección, confío en que sería rechazado por esta demostración de opiniones ambiciosas.

Existe el mito de que después de que Franklin Delano Roosevelt rompiera el límite de facto de dos mandatos establecido por los primeros presidentes, el fantasma de George Washington lanzó una maldición sobre cualquiera que sirviera más de cuatro años.

En el mejor de los casos, los segundos mandatos presidenciales han sido tibios en comparación con los logros de los cuatro años anteriores. Tras la Segunda Guerra Mundial, algunos presidentes con dos mandatos (Eisenhower, Reagan y Obama) comenzaron con fuerza, pero flaquearon tras la reelección.

Eisenhower liberó a Estados Unidos de la Guerra de Corea en su primer mandato, pero enfrentó fuertes críticas internas y disturbios raciales en el segundo. Tuvo que enviar 500 paracaidistas para escoltar a nueve estudiantes negros de secundaria en Little Rock, Arkansas, para hacer cumplir una orden federal de desegregación.

Reagan implementó importantes recortes de impuestos y gastos, y vio desmoronarse la Unión Soviética durante su primer mandato. Pero el escándalo Irán-Contra y la diluida reforma fiscal definieron su segundo mandato.

Obama empezó con fuerza, introduciendo la reforma al sistema de salud y uniendo la base electoral demócrata. Sin embargo, tras la reelección, los demócratas perdieron la Cámara de Representantes, el Senado y una nominación a la Corte Suprema, y se enfrentaron a escándalos por las filtraciones de seguridad de Snowden y los ataques del Servicio de Impuestos Internos (IRS) a grupos conservadores.

PUBLICIDAD

Ejemplos verdaderamente desastrosos de presidencias en un segundo mandato incluyen a Abraham Lincoln (asesinato), Woodrow Wilson (Primera Guerra Mundial, fracaso de la Liga de Naciones, un derrame cerebral), Richard Nixon (Watergate, impeachment y renuncia) y Bill Clinton (escándalo Lewinsky e impeachment).

Honores monumentales

Quizás sea demasiado pronto para predecir cómo Trump figurará en este panteón de los menos grandiosos. Pero sus índices de aprobación alcanzaron recientemente un mínimo histórico tras la reacción de los estadounidenses al bombardeo de Irán y el despliegue de tropas en Los Ángeles.

Una encuesta reciente de YouGov mostró que los votantes le dieron una aprobación negativa a su gestión de la inflación, el empleo, la inmigración, la seguridad nacional y la política exterior. Si bien ha habido mucha acción, es posible que los niveles de incertidumbre, los cambios drásticos y la volatilidad del mercado sean más extremos de lo que algunos anticipaban.

Un Congreso poco cooperativo o la oposición del Poder Judicial pueden ser obstáculos para el éxito de un segundo mandato. Pero Trump ha utilizado órdenes ejecutivas, con el argumento de afrontar "emergencias nacionales", para eludir los controles y contrapesos habituales.

Asimismo, las sentencias favorables de la Corte Suprema se han acercado a ampliar los límites del Poder Ejecutivo. Sin embargo, aún no han respaldado la afirmación de Trump, de su primer mandato, de que "tengo un Artículo 2, donde tengo derecho a hacer lo que quiera como presidente".

PUBLICIDAD

Algunos simpatizantes afirman que Trump merece un Premio Nobel de la Paz. Y solo bromeaba a medias cuando preguntó si había espacio para una cara más en el Monte Rushmore. Pero honores tan monumentales podrían ser solo especulaciones a menos que el enfoque radical de Trump y su redefinición del Poder Ejecutivo desafíen la maldición de un segundo mandato.

*Garritt C. Van Dyk es profesor senior de historia en la Universidad de Waikato, en Nueva Zelanda

Este artículo fue publicado inicialmente en The Conversation. Puedes leer en inglés el original.


Mira también:

Video Millones de beneficiarios de Medicaid y SNAP se verían afectados por el paquete fiscal de Trump