Por qué Trump no termina de explicar cómo resolverá sus conflictos de intereses

El presidente electo no develará sus planes hasta el año que viene. El retraso le permite no empañar la votación del colegio electoral.

Trump en Indiana.
Trump en Indiana.
Imagen Getty Images

A finales de noviembre, Donald Trump se comprometió a explicar el plan por el que abandonaría la gestión del grupo empresarial que lleva su nombre. Llegó a decir que desvelaría los detalles este jueves en una rueda de prensa que tendría lugar en un recinto por determinar.

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Este lunes el presidente electo anunció que la rueda de prensa no se celebraría en la fecha prevista sino en algún momento después del año nuevo. Su portavoz Sean Spicer ofreció una explicación poco convincente: “La empresa tiene muchas propiedades icónicas y entidades de éxito. Posponer el anuncio al mes de enero asegura que el equipo jurídico tiene tiempo suficiente para crear protocolos que aseguren que el único objetivo [de Trump] sea gobernar el país y aprobar su ambiciosa agenda”.

Las propiedades del presidente electo son las mismas que a finales de noviembre. Sugerir que los abogados necesitan más tiempo no tiene sentido a la luz de la solución que avanzó unas horas después el propio Trump en esta serie de tuits.

Trump quiere mantener la propiedad de la inmensa mayoría de los activos de su empresa y dejar su gestión cotidiana en manos de sus dos hijos mayores. Ninguna de esas condiciones se le permitirían a los miembros de su equipo de gobierno, que deben cumplir los requisitos que se exigen a cualquier cargo público para evitar conflictos de intereses. El presidente está exento de cumplir esos requisitos pero podría tener problemas legales si no se desvincula de sus propiedades antes de la toma de posesión.

Contra la Constitución

Como expliqué en este artículo, Trump incumpliría la llamada “cláusula de emolumentos”, un punto de la Constitución que prohíbe al presidente recibir regalos o recibir beneficios de una empresa o de una potencia exterior.

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El presidente electo podría vender su firma a una tercera persona pero no parece una tarea fácil. Una parte sustancial de sus negocios tienen que ver con la marca Trump. El magnate no es el propietario de la mayoría de los edificios, hoteles y casinos que llevan su nombre. Trump pone su nombre y los demás ponen el riesgo y la mayoría de la inversión. ¿Cómo desvincularse de un negocio así?

Se podría argumentar que Trump ya ha vulnerado la “cláusula de emolumentos”. El hotel que acaba de inaugurar en Washington organizó una recepción para decenas de diplomáticos extranjeros unos días después de su triunfo electoral. Los socios de Trump en India se reunieron con el presidente electo en el rascacielos donde reside. En un guiño indisimulado al presidente electo, el presidente filipino Rodrigo Duterte designó a su socio en Manila como “enviado especial” a Estados Unidos y a cambio Trump expresó su apoyo a la lucha contra el narcotráfico cuya brutalidad denunció esta semana en este artículo el New York Times.

El triunfo electoral de Trump ha difuminado la separación entre su familia y su equipo de gobierno. Sus tres hijos mayores y su yerno intervienen en sus decisiones como presidente electo sin que se les haya otorgado ninguna responsabilidad formal. Ivanka Trump estuvo presente durante las conversaciones del presidente electo con el premier japonés Shinzo Abe y con el presidente argentino Mauricio Macri. Sus hermanos Don y Eric, que tomarán el control de la empresa de su padre, forman parte de las deliberaciones del equipo de transición.

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Como recordaba la revista The Economist aquí, el grupo que preside Trump es una organización relativamente pequeña. Su valor ronda los 4.300 millones y sus ingresos anuales no superan los 500 millones de dólares. Son cifras notables al lado del patrimonio de presidentes como Barack Obama o Bill Clinton pero no si se comparan con otras compañías de Estados Unidos. Hay 832 empresas americanas más grandes según su valor de mercado y 1924 más grandes según sus ventas.

El problema del grupo del presidente electo no tiene que ver con su tamaño sino con sus deudas y con los sectores en los que opera. La inmensa mayoría de sus activos son propiedades inmobiliarias sujetas a acuerdos con socios locales que construyen hoteles o edificios que llevan el nombre de Trump. ¿Cómo vender un negocio cuyo principal activo es el nombre de su propietario? ¿Hasta qué punto pueden revivir sus hijos un negocio pensado para otra generación?

Dos cartas sin respuesta

Los dilemas económicos que plantea la elección de Trump para sus empresas son un problema para su familia. Sus dilemas éticos y jurídicos son un problema para todo el país.

A mediados de noviembre, organizaciones independientes como la Sunlight Foundation iniciaron una campaña para convencer al presidente electo de que debía eliminar cualquier conflicto de interés. El 17 de noviembre le enviaron esta carta que nadie de su equipo respondió. Tres semanas después, le enviaron una segunda carta en la que advierten que su plan de dejar la empresa en manos de sus hijos no elimina sus conflictos de intereses y sugieren que podría propiciar su destitución.

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Al no recibir respuesta, la Sunlight Foundation empezó a recopilar en esta página los conflictos de intereses en los que ha incurrido el presidente electo desde la jornada electoral.

El director de la fundación, John Wonderlich, explicó así los problemas de Trump. “Los riesgos de un presidente que no abandona sus actividades empresariales van más allá del concepto de corrupción al que estamos acostumbrados en Estados Unidos. La forma en que Trump usa sus finanzas para afianzar su poder político podría presentar un riesgo más grande que la forma en que usa su poder político para afianzar sus finanzas”.

La decisión de Trump de no explicar por ahora sus planes puede tener que ver con la proximidad de la reunión del colegio electoral, que se celebra este lunes en la capital de cada estado y que debe certificar el triunfo del candidato republicano pese a haber logrado menos votos que su rival. Una rueda de prensa no convencería a quienes han criticado a Trump y en cambio ayudaría a subrayar las contradicciones del millonario unas horas antes de la votación.

Los dirigentes republicanos tampoco han apremiado al presidente electo a resolver sus conflictos de intereses. Mitch McConell, cuya esposa ha sido designada por Trump como secretaria de Transportes, no se ha pronunciado sobre el asunto. Tampoco el speaker Paul Ryan, que ha dejado claro que los problemas éticos del presidente no serán una prioridad: “No es lo que me preocupa ahora en el Congreso. Mi objetivo es sacar adelante nuestra agenda para atajar los grandes problemas del país”.

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Los conflictos de interés de Trump no desaparecerán y pueden causarle problemas legales e incluso ser el origen de un proceso de destitución.

La batalla más urgente puede girar en torno a su nuevo hotel en Washington. La propiedad del edificio está en manos de la General Services Administration, una agencia del Gobierno federal.

Los términos del contrato de alquiler establecen que el propietario de la empresa no puede tener responsabilidades de gobierno. Esa prohibición es aún más relevante en el caso de Trump, que deberá nombrar en los próximos días al responsable de la agencia que gestiona el edificio de su hotel.

Los congresistas demócratas dijeron esta semana que el presidente electo debería dejar la gestión del edificio en manos de otra cadena hotelera pero la agencia federal que gestiona el contrato dice que todavía no se ha pronunciado. Debería pronunciarse en algún momento del próximo mes.

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