Países aislados. Ciudades paralizadas. Millones de personas en cuarentena. Cientos de miles enfermos. Millares muertos. Millones desempleados. La crisis por la pandemia del coronavirus ha venido a recordarnos la vulnerabilidad de nuestra condición humana, la fragilidad de nuestras sociedades y la precariedad de nuestras democracias, para no hablar de las dictaduras que aún proliferan, como la china, que tan irresponsable y criminalmente manejó el inicio de esta catástrofe, haciéndola probablemente peor de lo que debió haber sido.
El coronavirus expone la vulnerabilidad de Estados Unidos
"En una época en que algunas naciones, como Estados Unidos y Gran Bretaña, se atrincheran en el egoísmo, invocan el nacionalismo y rechazan la solidaridad internacional, el coronavirus es la plaga medieval que ha venido a recordarnos con letal furia la miopía, el desatino y la estupidez suicida de esas tendencias políticas y sociales".


En una época en que algunas naciones, como Estados Unidos y Gran Bretaña, se atrincheran en el egoísmo, invocan el nacionalismo y rechazan la solidaridad internacional, el coronavirus es la plaga medieval que ha venido a recordarnos con letal furia la miopía, el desatino y la estupidez suicida de esas tendencias políticas y sociales.
La lección no podría ser más clara: navegamos en la misma barca. O bien nos salvamos o bien nos hundimos todos. No hay término medio. Pero además a las potencias mundiales les corresponde dirigir la navegación. Son, o deberían ser, los capitanes, oficiales de puente, pilotos, prácticos, maestres y contramaestres en este periplo infinito hacia lo desconocido que es el futuro.
Hablemos entonces de Estados Unidos, el país que nos toca de cerca, donde vivimos y donde en estos momentos millones de ciudadanos estamos a la merced de lo que dicen y hacen nuestros líderes. Tal vez nadie lo describió mejor que la revista Slate, la cual dijo en un titular: “Estados unidos es un impostor”. Se refería a que la crisis del coronavirus ha expuesto la fragilidad de nuestra economía, las fallas de nuestra democracia y la incompetencia de muchos de nuestros dirigentes políticos, especialmente los escogidos por el pueblo.
En efecto, en lo político, nos gobiernan ineptos que confunden sus deseos de preservar el poder con el bienestar y la seguridad de los ciudadanos. Tratan la grave amenaza del coronavirus como si fuera un asunto electoral o de relaciones públicas. Por eso mienten sin pudor sobre la gravedad del contagio y sobre nuestra capacidad de enfrentarlo. Niegan lo que afirma la ciencia. Rehúsan tomar medidas que consideran impopulares – como cerrar las playas de la Florida y Georgia o exigir que nos refugiemos en nuestras viviendas – pero que son indispensables para frenar el contagio.
En vez de buscar soluciones prácticas, trafican en falsas ilusiones, como la de que pronto habrá curas y vacuna para el coronavirus. Fox, la cadena propagandística que les sirve de caja de resonancia, no admitió que la plaga era severa hasta hace apenas unos días. Una negligencia periodística que en cualquier otra profesión juzgaríamos como criminal.
En lo económico, las medidas que podrían atajar o mitigar el derrumbe se demoran debido a las divisiones ideológicas. Los republicanos se inclinan a una completa moratoria del impuesto sobre los ingresos y a rescatar a ciertos sectores industriales y empresariales. Los demócratas exigen pruebas y tratamientos gratuitos para los pacientes de coronavirus, ampliación y extensión de los beneficios de desempleo y más fondos para los programas de salud pública que incluyan a los inmigrantes. Ellos también están contrayendo el coronavirus. Y si no se les atiende, serán transmisores previsibles de la enfermedad.
Al paso que lleva, el coronavirus enfermará a decenas de millones de personas y matará a muchas de ellas en el mundo entero. A los sobrevivientes les tocará hacer el balance de la tragedia. En Estados Unidos, será preciso crear una comisión especial, al estilo de la que se instaló después del 9/11, para que investigue el errático manejo de la pandemia, la falta de previsión de nuestros dirigentes, la incapacidad de nuestro sistema de salud de lidiar con ella. Y que también puntualice lo que se hizo bien, por supuesto. Solo así aprenderemos de los serios errores que se están cometiendo frente a un enemigo fuerte y alevoso, que no discrimina entre razas, géneros, estados sociales o condiciones migratorias.
Pero desde ahora sabemos que males como el que encaramos se combaten mejor con la educación y los conocimientos que nos hagan a todos más responsables, que nos preparen mejor para la brega cotidiana, que nos permitan escoger a líderes y causas políticas y sociales dignos. Líderes y causas que nos hagan a todos más compasivos y solidarios, no menos, aunque sea por nuestro propio bien.
Hace más de un siglo el escritor inglés Herbert George Wells advirtió que “la historia humana se vuelve cada vez más y más una carrera entre la educación y la catástrofe”. La pandemia del coronavirus revela la lucidez de su advertencia. Hoy tenemos la opción de escucharla y actuar como si la hubiéramos asimilado. O de ignorarla y atenernos a las consecuencias.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.









