Por qué voy enseñando mi panza con orgullo: por chingona

Por Yesika Salgado*
Yo me crié viendo telenovelas. Allí, cuando salía una gordita, siempre era 'la amiga'. Siempre era la gordita torpe, o la gordita con el amor imposible. O la que apoyaba a la protagonista de la novela. Siempre comía, siempre tenía una torta en la mano o andaba comiendo un helado. Siempre era como un chiste. Si no era chistosa, era una historia de lástima, de 'ay, pobrecita, está gordita y nadie la quiere'.
Crecí pensando que si una mujer era gorda no podía ser sexuada o demandar amor. O no podía ser ella el enfoque de una historia. Me crié pensando que yo no podía ser la estrella, que mi lugar en amistades y relaciones era el de la amiga leal, la que apoyaba a todo el mundo pero nunca esperaba ser el enfoque de nada.
Hace unos días, Facebook me recordó una fotografía que me había tomado hacía exactamente dos años. En ella, aparecía luciendo un crop top que había tenido guardado en el armario durante meses. Me acordé del miedo que me dio ponerme la camisa y tomarme la foto, me veía toda ridícula. Había comprado la camisa pensando que nunca me la iba a poner.
En ese momento me di cuenta de todo lo que ha pasado en estos dos años. He cambiado tanto que me siento como si fuera otra persona. Ahora, los crop tops son mi manera de reivindicar mi peso y defender que la belleza de una mujer la decide ella misma.
En mi familia, yo era 'la gordita', 'la gorda', apodos que mis tíos y primos me ponían cariñosamente. Solían hacer muchos chistes sobre mi peso y cuando me molestaba o lloraba, me decían que lo hacían desde el afecto: "No seas delicada, no seas llorona", contestaban.
Me querían mucho pero no entendían que las palabras me podían lastimar, sobre todo en el caso de mis tíos. Cuando me iba a sentar en una silla me decían: "Ay, la Yesika, no vayas a romper la silla". Yo me reía porque no me quedaba otra. Pero me dañó mucho por mucho tiempo.
Como la típica familia latina, celebrábamos todo alrededor de la comida. Aunque me hacían bromas por ser gorda, siempre me querían dar de comer y si no comía, tomaban ofensa. Iba a casa de mi tío y su esposa, me ofrecían cena y si yo decía: "no, ya comí", me respondían: "quédate a comer un poquito para que lo pruebes, ven, que te voy a servir".
Por cosas como éstas, uno acaba por relacionar la comida con el amor. Pero a la vez, uno no puede ser gordo... y eso lleva a que se tenga una relación bien complicada con la dieta y el cuerpo. Comemos cuando estamos en familia, pero si como soy gorda y si soy gorda no me van a querer, y entonces luego aparecen los remordimientos por haber comido demasiado.
Durante mi adolescencia, cuando era apenas una muchachita que estaba desarrollando su cuerpo, pasé por una depresión muy fuerte y subí de peso. Ya de adulta, empecé a tomar terapia para aprender a que uno puede celebrar ser diferente y aprender a estar en su cuerpo sin tener que dar explicaciones, pedir perdón o sentir vergüenza.
Las redes sociales me ayudaron. A través de Instagram y Tumblr, comencé a encontrar imágenes de otras mujeres con curvas y empecé a sentir una solidaridad con ellas, algo que nos conectaba. Pensaba: "Qué bonito se visten y se maquillan y qué atrevidas son. Si ellas son así yo también puedo ser así".
"Wow, hay un mundo totalmente diferente de cuerpos que han sido celebrados y que nunca he visto en la televisión y las revistas", me dije. En la televisión y las revistas sí había gordas, pero eran gordas 'aceptables'. Porque en nuestra cultura, aunque estén gordas, aún quieren ese cuerpo de reloj de arena, con cintura y cadera y pecho. Pero yo no tengo eso, yo tengo un cuerpo bien redondo.
Poco a poco, con el paso del tiempo, mi autoestima empezó a crecer y mi poesía comenzó a resonar entre otras mujeres. Decidí definirme como body positivity activist y crear una plataforma para dar visibilidad a mujeres gordas, mostrándome a mí misma.
En el comienzo la idea de #PanzasChingonas era sólo enseñar mis fotos, pero muchas mujeres empezaron a compartir sus historias conmigo, y me di cuenta de que la conversación era más seria de lo que había planeado. No esperaba que se fueran a abrir tanto. Me hablaron de los problemas que habían tenido con su físico, de que su familia las avergonzaba por ser gordas, por tener un cuerpo que no era ideal... Algunas tenían problemas de adicción a la comida, anorexia, bulimia... Me sorprendió cuántas mujeres se identificaban con ello.
Hay muchachas jóvenes que me siguen que a lo mejor no han visto a nadie que les diga que está bien tener su cuerpo, que con lo que tengas eres bella y te puedes poner lo que quieras.
Mi meta es darle voz a muchas que crecieron pensando que estaban solas sufriendo con todo ello, que no había nadie más en el mundo que se sintiera como ellas. Decirles que no estamos solas.
Después de muchos años, pasé a corregir a mis tíos, a decirles: "No, tío, yo no soy gorda, yo soy bonita". Cambié la conversación para enseñarles que sí, soy gorda, pero soy una persona y soy mujer y también soy bonita y tengo control sobre mi vida.
Y logré que cambiaran de forma de pensar.
Hace poco fui a verlos. Yo estaba arreglada porque iba a salir. Al entrar en la casa, mi tío se volteó y dijo: "Wow, Yesika está bien bonita". Era la primera vez que escuchaba algo así de ellos. Me dio mucho orgullo saber que piensan así porque yo les hice cambiar de pensamiento.
* Yesika Salgado nació en Estados Unidos y es hija de padres salvadoreños. Su experiencia en el seno de una familia latina y los retos de ser aceptada por su peso inspiran su poesía; en ella defiende la belleza de todas las mujeres. Es la artífice del movimiento #PanzasChingonas en Instagram, que reúne imágenes, enviadas por sus seguidoras, donde muestran su panza como reivindicación.
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