No todos tenemos el tiempo suficiente como para ver cada película que sale, y menos aquellas que ya quedaron en el pasado, no importa cuán queridas sean y ni que tan recomendadas se hayan vuelto a lo largo de la historia.

En lo que muchos pueden considerar la época dorada del cine de horror, los 80 nos trajeron a algunos de los clásicos más increíbles de la pantalla grande, desde películas de acción con tintes de horror como Predator a comedias de lo más oscuras como Evil Dead.

Se dice que hay películas de acción que son más forma que fondo. Y es lo normal. No hay que darle demasiadas vueltas al tema. Es así y punto. Sin embargo, a veces, el público agradece un poco más de esfuerzo en la producción de los guiones, que en la manufactura de los efectos especiales que, a la postre, eclipsan y arropan al nulo contenido. Una combinación perfecta de los dos factores sería lo ideal.

La ciencia ficción es un género que siempre consigue sorprendernos, creando mundos paralelos donde todo es posible y fundando planetas que ya forman parte de la historia del cine.

Los directores más aclamados y prestigiosos de Hollywood, esos que tienen un estilo y una voz propia, una identidad que aflora en cada una de sus películas y que, más allá de tramas y personajes específicos, hace cualquiera de sus películas esenciales, suelen tener una filmografía que consiste en varios clásicos inevitables y siempre mencionados, pero también algunas perlas dispersas y no tan reconocidas.

El denominado cine catástrofe es un género tan espectacular como particular.