La guerra de sexos siempre ha sido un tema recurrente en el arte, y en lo que respecta a la televisión, esta sigue latente en una pequeña pantalla que ha dado un mayor protagonismo a las mujeres. Algunas son ideales, otras fuertes y, unas pocas, realmente duras de roer o, en su defecto, demasiado mujeres para nosotros.

Desde que entramos en la nueva era y todos nuestros datos pasaron al internet, hemos temido por nuestra seguridad y privacidad. Algunos de nosotros conocemos poco de la temática, pero aun así usamos los bancos y los papeleos en la web, mientras otros se dedican a conseguir esa información (de forma ilegal, la mayoría de las veces).

House of Cards es uno de los grandes éxitos que Netflix tiene actualmente disponibles, y quizás todo se debe a Kevin Spacey, además de la genial historia. Ahora hay rumores de que la versión francesa está en camino, con nada menos que Gerard Depardieu a la cabeza.

Para los amantes de las series de televisión, es evidente que, cuando un personaje logra su objetivo durante la historia, nos alegramos como si fuese alguien cercano a nosotros (como si de verdad existiera). O cuando uno de gran importancia fallece, es como si la vida nos hubiese fallado o robado un pedacito de nuestros corazones.

El mundo de la televisión y el cine se hace cada vez más competitivo. Y a veces no son las historias las que logran que una serie o una película sean exitosas últimamente, sino más bien que los personajes logren el objetivo de impactar a su audiencia.

Desde los años cincuenta, el cine le declara la guerra a la televisión y viceversa. La llegada del nuevo medio, de la mal llamada “caja boba”, cambió definitivamente las reglas del juego dentro de la industria. Corrían los tiempos del baby boom y una generación de relevo se debatía entre seguir enganchada al consumo de las películas de siempre, o abrirse de lleno a la oferta del tubo catódico.