Parece que los animales a menudo saben cosas que las personas no. Hasta ahora han habido algunos reportes de animales detectando antes el devastador terremoto y el tsunami que golpeó a Japón, pero con las miles de personas desaparecidas y la amenaza del desastre nuclear, la atención no ha sido puesta en los animales. Con el tiempo, podríamos aprender más acerca de cómo los animales de Japón reaccionaron a este desastre.

Algunas serpientes no necesitan de un avión para volar como en la conocida película. La serpiente del árbol paraíso Chrysopelea paradisi también llamada serpiente voladora lanza su cuerpo elegantemente desde lo alto de los árboles. Este comportamiento resulta extraño si tenemos en cuenta que las serpientes no tienen extremidades para sujetarse ni para controlar sus movimientos en el aire como si fuesen alas.

El fondo del mar es un lugar quieto, calmo y silencioso, y si te sumerges en el agua te habrás dado cuenta de ello. Esto se debe a la ausencia de cantidades necesarias de oxígeno en él como para que el sonido llegue limpio a nuestros oídos; en realidad, no llega. Pero no ocurre lo mismo con el de las especies adaptadas al medio, y de hecho Shariman Ghazali de la Universidad de Auckland afirma que los peces pueden hablar entre sí.

Sí, mi rostro tras pasar una mala noche no es nada pintoresco, por no calificarlo como hitchcockiano. Sin embargo, jamás he vivido la experiencia de salir corriendo apenas verme. Lo contrario ocurre aparentemente con los peces cíclidos, a quienes definidamente NO les gusta su propio reflejo.

Los límites entre nosotros, los seres humanos, y los chimpancés son muy, muy estrechos. A lo largo de los años el pensamiento científico ha tratado de esbozarlos claramente, pero la tarea se vuelve cada vez más difícil al existir evidencia muy sólida que nos relaciona fuertemente tanto a nivel fisiológico como comportamental.

A todos nos es familiar el barritar de los elefantes, al punto de que éste es una marca registrada de los mismos. Sin embargo, este no es el único sonido de los elefantes, pues éstos emiten gruñidos a una bajísima frecuencia que constituyen un misterio para la ciencia.