¿Es el allanamiento de la casa de John Bolton una señal definitiva de persecución política del gobierno de Trump?

La persecución de percibidos enemigos políticos, el afán de controlar agencias autónomas de gobierno y algunas privadas que se supone que están más allá de su alcance, y la intención de modelar la cultura son características que se han visto en gobiernos con pretensiones autoritarias en otras partes del mundo.

Video Las imágenes del registro del FBI a la casa de Bolton, exasesor y ahora crítico de Trump

El allanamiento del FBI a la casa de John Bolton, exasesor de Seguridad Nacional en el primer gobierno de Donald Trump, alimentó el debate entre quienes aseguran que el presidente está usando los recursos del poder para perseguir a quienes considera sus enemigos políticos.

Para la tarde del viernes solo se sabía que el Buró Federal de Investigaciones buscaba en la casa y en las oficinas de Bolton “materiales clasificados” que no debería tener en su poder y que habría usado en su libro publicado en 2020 en el que ofreció detalles internos de una "caótica" Casa Blanca de Trump y algunos "torpes" manejos del presidente.

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Ese fue el centro de la investigación que el Departamento de Justicia abrió a Bolton ese mismo año, pero que quedó sin efecto bajo el gobierno de Joe Biden. Todo indica que el caso ha sido reabierto y que está en una fase avanzada, al punto que contó con el aval del juez que autorizó el allanamiento.

Bolton se une a una lista de “enemigos políticos” de Trump investigados por el Departamento de Justicia: la fiscal general de Nueva York, Letitia James; el senador demócrata por California, Adam Schiff; el exdirector del FBI James Comey, y el exdirector de la CIA, John Brennan.

La "politización" del Departamento de Justicia

Durante la campaña electoral, Trump dijo que, una vez en la Casa Blanca, promovería el desmontaje del uso de la justicia federal como arma política (algo que asegura que fue lo que ocurrió en sus casos ante el sistema federal y estatal, pese a que fueron jurados populares y jueces independientes los que manejaron esos expedientes).

Pero para algunos, esa estrategia de Trump ha implicado en realidad una verdadera politización, empezando por la manera cómo el Departamento de Justicia y su brazo de investigación, el FBI, están muy vinculados con la Casa Blanca y hayan perdido la autonomía con la que solían operar. Al frente de esas agencias, el mandatario colocó “leales”, para evitar la resistencia que encontró en su primer gobierno.

Sin embargo, con relación a la operación policial en torno a Bolton, el presidente trató de presentarse ajeno y afirma que no tuvo conocimiento previo del caso, aunque inmediatamente sugirió que podría haber desempeñado un papel más activo en el inicio de la investigación de Bolton si hubiera querido.

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“Podría ser yo quien la iniciara (…) De hecho, soy el jefe de las fuerzas de la ley pero creo que es mejor así”, aseguró a los medios, repitiendo una inexactitud que ya ha dicho, porque en EEUU las leyes consideran que esa descripción corresponde a la del fiscal general, aunque el presidente puede instruirlo para que inicie investigaciones.

¿Una deriva autoritaria de Trump?

Todo el episodio en torno a Bolton y los demás bajo investigación, despierta inquietudes entre quienes ven una deriva autoritaria bajo el gobierno de Donald Trump.

Quienes hacen ese señalamiento destacan el estilo desafiante del presidente y la injerencia de su nuevo gobierno en aspectos de la sociedad estadounidense que, bien no están dentro de sus prerrogativas ni su área de poder o que tradicionalmente han funcionado con gran autonomía.

Después de desguazar grandes sectores del gobierno federal, incluyendo agencias independientes para las que legalmente no tiene el poder (como la Voz de América, o USAID y hasta la Biblioteca del Congreso, que es, literalmente del Congreso) ahora Trump presiona a la Fed, a universidades privadas y en las últimas semanas al sistema de museos públicos del Smithsonian.

“El Smithsonian está FUERA DE CONTROL, donde todo lo que se discute es cuán horrible es nuestro país, cuán mala fue la esclavitud y cuán infructuosos han sido los oprimidos. Nada sobre el éxito, nada sobre la brillantez, nada sobre el futuro”, escribió Trump.

Este jueves, la Casa Blanca publicó en su sitio web una lista de 20 exhibiciones desplegadas en museos del Smithsonian que considera condenables por considerar que muestra la historia y la sociedad estadounidense en un prisma “ideologizado”.

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En esa categoría entra para el gobierno desde el retrato de una familia inmigrante cruzando la frontera, pasando por exhibiciones centradas en la comunidad LGBTQ o en la historia de los negros esclavos, hasta un retrato del Dr. Anthony Fauci, exdirector del Instituto de Enfermedades Infecciosas, que se convirtió en enemigo de los conservadores por su promoción de las vacunas en tiempos de la pandemia del covid-19.

LA y DC: cuando el uso de los militares sucede en escenarios cuestionados

La persecución de percibidos enemigos políticos, el afán de control de agencias de gobierno y algunas privadas que se supone que están más allá de su alcance y la intención de modelar lo que es la cultura son características que se han visto en gobiernos con pretensiones autoritarias en otras partes del mundo.

La parte más visual de ese proceso la presenta el uso de las fuerzas de seguridad y los militares para proyectar sentido de autoridad y control.

La vitrina es el profuso despliegue de agentes de inmigración intimidantes, tras sus máscaras y chalecos, o el uso de militares de la Guardia Nacional armados para manejar lo que la Casa Blanca ha descrito como situaciones de “emergencia” del orden ciudadano en Los Ángeles o en Washington DC.

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