Empleados federales se preguntan si el mayor cierre de gobierno de la historia mereció su sacrificio

El cierre generó una cadena de problemas para muchos estadounidenses. Durante el proceso, al menos 670,000 empleados federales fueron suspendidos, mientras que otros 730,000 trabajaron sin recibir paga.

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Jessica Sweet pasó el cierre de gobierno recortando gastos. Para llegar a fin de mes, esta especialista en reclamaciones del Seguro Social tomó solo un café al día, se saltó comidas, redujo las compras de alimentos y pospuso el pago de algunas facturas. Además, acumuló deuda en su tarjeta de crédito para poder echar gasolina y llegar al trabajo.

Con el fin del cierre más largo de la historia, Sweet y cientos de miles de empleados federales que no recibieron sus sueldos pronto tendrán algo de alivio. Pero muchos sienten que sus medios de vida fueron usados como fichas políticas en la batalla entre legisladores obstinados en Washington DC y se preguntan si la batalla valió sus sacrificios.

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“Es muy frustrante pasar por algo así”, dijo Sweet, delegada sindical local del AFGE en Nueva York. “Sacude la base de confianza que todos depositamos en nuestras agencias y en el gobierno federal para hacer lo correcto.”

El cierre comenzó el 1 de octubre, después de que los demócratas rechazaran una ley temporal de financiación y exigieran que incluyera una extensión de los subsidios federales al seguro médico adquirido bajo la Ley de Cuidado de Salud Asequible (ACA), conocida como Obamacare. El fin de la parálisis federal llegó cuando siete senadores demócratas y un independiente que vota con ellos aceptaron un acuerdo para financiar al gobierno sin incluir dicha extensión.

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Los trabajadores federales sintieron con fuerza el impacto del cierre

El cierre generó una cadena de problemas para muchos estadounidenses. Durante el proceso, al menos 670,000 empleados federales fueron suspendidos, mientras que otros 730,000 trabajaron sin recibir paga, según el Bipartisan Policy Center.

La difícil situación de los trabajadores federales fue uno de los puntos de presión —junto con las interrupciones aéreas y los recortes en la ayuda alimentaria— que finalmente empujaron a los legisladores a alcanzar un acuerdo para financiar al gobierno.

Durante las seis semanas que duró el cierre, funcionarios del gobierno de Donald Trump utilizaron repetidamente a los empleados federales como instrumento de presión para intentar forzar a los demócratas a ceder en sus exigencias sobre salud.

Trump llegó a insinuar que los trabajadores que no cobraran no recibirían pagos retroactivos y amenazó con despidos, que finalmente ejecutó en una plantilla ya golpeada por recortes previos. Un tribunal bloqueó luego esos despidos, aumentando la incertidumbre.

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El acuerdo que pone fin al cierre revierte los despidos ocurridos desde el 1 de octubre y garantiza los salarios atrasados de los empleados suspendidos, algo que el gobierno había dejado en duda. El pacto bipartidista también financia la reapertura del gobierno, incluyendo programas como el de asistencia alimentaria SNAP.

Trabajadores federales en fila para recoger una comida de World Central Kitchen en Washington DC.
Trabajadores federales en fila para recoger una comida de World Central Kitchen en Washington DC.
Imagen Cliff Owen/AP

Frustración por cómo se resolvió el cierre de gobierno

El vaivén de las últimas seis semanas, junto con el temor de que este no sea el último cierre que vivan, ha dejado a muchos trabajadores sacudidos.

“El estrés y el hambre son tácticas muy efectivas para traumatizar a la gente”, dijo Sweet.

Para ella, la frustración se agrava con la sensación de traición hacia los senadores demócratas que cedieron en el tema de los subsidios de salud. Aun comprendiendo que muchos necesitaban cobrar, afirma que valía la pena resistir.

“Hay otros trabajadores federales que entendieron por qué estábamos manteniendo la línea y están extremadamente decepcionados de que esa línea se haya cruzado y esa confianza se haya roto”, dijo.

Listos para volver al trabajo con la reapertura del gobierno

Adam Pelletier, examinador de campo de la Junta Nacional de Relaciones Laborales, suspendido el 1 de octubre, dijo alegrarse de que el acuerdo incluya la recontratación de los despedidos, pero agregó que “el pacto alcanzado se siente como esa caricatura de Charlie Brown donde Lucy sostiene el balón y lo quita justo cuando va a patearlo”.

Pelletier, líder sindical del NLRBU, se había preparado financieramente desde marzo, cuando se hizo evidente que demócratas y republicanos no llegarían a un acuerdo presupuestario. Dice sentirse “como un peón”, porque los trabajadores federales no tuvieron voz en su propio destino.

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Los empleados federales que hablaron con la agencia AP coincidieron en un mensaje: están agotados, pero listos para volver a trabajar.

“Ha sido el peor momento en mis 20 años como empleada federal”, dijo Elizabeth McPeak, funcionaria del IRS en Pittsburgh y sindicalista en NTEU. Contó que algunos colegas tuvieron que rogar a sus caseros que pospusieran el cobro del alquiler y dependieron de bancos de alimentos durante el cierre.

“Un mes sin cobrar es mucho tiempo”, dijo McPeak.

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