Así fue el primer discurso de despedida de un presidente: lecciones de George Washington para la 'era Trump'

El texto, que se lee una vez al año en el Senado desde 1896, tiene muchas frases que ahora adquieren una resonancia especial.

George Washington.
George Washington.
Imagen Casa Blanca

Barack Obama pronuncia este martes en Chicago su discurso de despedida. Es una tradición que han seguido la mayoría de los presidentes y que ha dejado algunos momentos memorables. Dwight Eisenhower advirtió contra la influencia del “complejo militar-industrial”, Richard Nixon citó un oscuro fragmento de los diarios de Teddy Roosevelt y George W. Bush describió la elección de Obama como “un momento de esperanza y orgullo para toda la nación”.

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Muchos de esos discursos están disponibles en esta página y merece la pena releer las advertencias de cada presidente, que describen los problemas que afrontaron y en ocasiones aportan luz sobre la actualidad.

Ninguno de esos discursos tuvo tanto impacto como el primero, que George Washington escribió con la ayuda de su amigo Alexander Hamilton y que no llegó a pronunciar. Washington no era un buen orador y su intención era que los ciudadanos leyeran el discurso en los periódicos de la época. El primero en publicar el texto fue el Claypoole’s American Daily Advertiser, que lo lanzó en su edición del 19 de septiembre de 1796. Pero muchas otras publicaciones enseguida reprodujeron el texto, que se convirtió en un clásico y que muchos políticos citan a menudo como una fuente de inspiración.

Al final de su primer mandato, Washington le pidió a James Madison que escribiera un discurso de despedida por si decidía no presentarse a la reelección. Pero aquel texto nunca llegó a publicarse porque el presidente accedió a seguir en el poder. En la primavera de 1796 rescató aquel discurso y se lo envió a mediados de mayo a Hamilton, que unos meses antes había abandonado el cargo de secretario del Tesoro y trabajaba como abogado en Nueva York.

Washington ejerció durante décadas como mentor de Hamilton, que durante la guerra le escribió cientos de cartas y fue su asistente personal. Los años habían transformado esa relación profesional en una amistad pese a las tensiones que surgieron en el Gobierno entre Hamilton y el vicepresidente Thomas Jefferson, que lideraba la facción rival.

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El objetivo principal del discurso de Washington era explicar su decisión de no buscar la reelección. Pero el presidente quería aprovechar la oportunidad para lanzar algunas advertencias a sus conciudadanos con un estilo sencillo, sin expresiones polémicas y sin ninguna referencia personal.

El borrador original contenía, por ejemplo, una frase sobre los periódicos “llenos de todas las invectivas que la decepción, la ignorancia de los hechos y las falsedades podrían inventar para desfigurar mis posiciones políticas” pero esa no sobrevivió.

Notas Relacionadas

Washington fue quien inspiró el discurso y quien decidió sobre qué debía versar. Pero fue Hamilton quien escribió la mayor parte del texto y su papel apenas se reconoció hasta muchos años después.

Sólo sus amigos John Jay y Robert Troup y su esposa Eliza sabían hasta qué punto había colaborado en la elaboración del texto. Eliza recordó décadas después cómo su esposo le leía el texto en voz alta mientras lo escribía para conocer su sonoridad.

Hamilton retratado por el pintor John Trumbull.
Hamilton retratado por el pintor John Trumbull.

Como bien apunta el historiador Ron Chernow, es irónico que Washington dejara su discurso de despedida en manos del hombre que había propuesto que Estados Unidos tuviera un presidente de por vida durante la convención constitucional. Pero Washington sabía lo que hacía al recurrir a su amigo en la primavera de 1796. Hamilton era un orador brillante y el discurso no habría sido igual sin su intervención. Desde 1896 el discurso se lee una vez al año en el Senado para recordar al primer presidente. Este año el encargado de la lectura será el senador independiente Angus King.

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El texto se puede leer aquí y está lleno de frases que adquieren relevancia a la luz de la toma de posesión de Donald Trump. A continuación rescató algunas de las frases de aquella primera despedida presidencial.

1. Desconfía de los patriotas que buscan dividir

“El título de ciudadano de EEUU, que les pertenece a ustedes, debe siempre exaltar el orgullo justo del patriotismo (...). Con pequeñas diferencias, ustedes tienen la misma religión, las mismas costumbres, hábitos y principios políticos. Han combatido por una causa común y han vencido juntos. La independencia y la libertad que poseen son la obra de unos esfuerzos, unos éxitos y unos sufrimientos comunes. Con motivos tan obvios y poderosos para la unión (...), habrá siempre motivos para desconfiar del patriotismo de quienes se proponen debilitarlo”.

2. No dejes que nadie se salte la Constitución

“La base de nuestro sistema político es el derecho del pueblo a elaborar y alterar su forma de gobierno. Pero la Constitución es de sagrado cumplimiento para todos y sólo puede ser cambiada por un acto auténtico y explícito de todo el pueblo. (...) Del mismo modo, los hábitos del pensamiento en un país libre deberían inspirar cautela en aquéllos a quienes se confía su administración y ellos deberían ceñirse a las esferas que establece la Constitución evitando ejercer los poderes de un departamento sobre otro. Ese espíritu tiende a concentrar los poderes de todos los departamentos en uno y de este modo crea un despotismo real. Si en opinión del pueblo la distribución de los poderes que establece la Constitución no es la correcta, que ésta se corrija por medio de una enmienda según establece la Constitución pero que no haya ningún cambio por usurpación. Aunque un cambio así pueda ser un instrumento del bien, es el arma habitual con la que se destruyen los gobiernos libres”.

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3. No dejes deudas a la generación siguiente

“Estimen el crédito del Estado. Un método para preservarlo es usarlo tan poco como sea posible evitando el gasto cultivando la paz pero recordando también que los desembolsos a tiempo para prepararse para un peligro pueden prevenir gastos mayores para repelerlo y evitar así más deudas. (...) La ejecución de estas máximas está en manos de los representantes pero es necesario que coopere la opinión pública. Para facilitarles su deber es esencial tener presente que para pagar las deudas debe haber ingresos, que para que haya ingresos debe haber impuestos y que no existen impuestos que no sean más o menos inconvenientes o antipáticos”.

4. Mucho cuidado con las noticias falsas

“Ustedes deberían promover como objeto de una importancia primordial instituciones para la difusión general de conocimiento. Al igual que la estructura de un Gobierno fortalece la opinión pública, es esencial que se informe bien a la opinión pública”.

5. Desconfía de las potencias extranjeras

“Nada es tan esencial como excluir [de nuestra política exterior] las antipatías permanentes y las amistades apasionadas. En lugar de ellas, deberíamos cultivar sentimientos amistosos y justos. La nación que dispensa a otra un odio o un amor permanente es en cierto modo esclava de esa otra nación. Es esclava de su animosidad o de su afecto y cualquiera de esos dos sentimientos es suficiente para apartarle de su deber y de sus intereses (...)”.

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“El apego de una nación por otra produce una variedad de males. La simpatía por la nación favorita facilita la ilusión de un interés común imaginario cuando ningún interés común existe. Infunde en una nación las enemistades de la otra, la mete en sus guerras y disputas sin motivo y conduce a concesiones de privilegios injustificados (...). También da a ciudadanos ambiciosos, corruptos o engañados que se entregan a esa nación favorita facilidades para traicionar o sacrificar los intereses de su propio país sin odio y a veces incluso con popularidad. Esos individuos esconden su ambición, su corrupción o sus caprichos bajo la apariencia de un sentido virtuoso del deber, de una elogiable sumisión a la opinión pública o del celo por el bien común”.

“Como vías de influencia foránea, esos apegos son especialmente alarmantes para el patriota independiente y bien informado. ¿Cuántas oportunidades ofrecen a otras naciones de manipular a los partidos, practicar las artes de la seducción y engañar a la opinión pública? ¿Cuántas oportunidades de influir o intimidar a los representantes públicos?”

6. La división es peligrosa

“Todas las obstrucciones a la ejecución de las leyes (...) sirven para organizar a los partidos y para darles una fuerza artificial y extraordinaria. De este modo, sustituyen la voluntad de la nación por la voluntad del partido, que a menudo representa una minoría pequeña pero habilidosa de la comunidad. (...) Las facciones pueden convertirse en motores potentes y permitir a hombres astutos, ambiciosos y sin principios subvertir el poder del pueblo y usurparlo para asumir ellos mismos las riendas del Gobierno destruyendo después los motores que les elevaron a esa dominación injusta”.

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7. La polarización puede alumbrar un déspota

“Este espíritu partidista es inseparable de nuestra naturaleza y tiene sus raíces en las pasiones más fuertes de la mente humana. Existe de formas distintas en todos los gobiernos, más o menos controlado o reprimido. Pero es más fuerte en los gobiernos democráticos y es verdaderamente su peor enemigo. El dominio alterno de un partido sobre el otro, afilada por el espíritu de revancha que ha perpetuado en distintas épocas y países los peores excesos, es en sí mismo un despotismo aterrador. Pero esto conduce a un despotismo más formal y permanente. Los desórdenes y las miserias que causan estas luchas empujan a los hombres a buscar seguridad y reposo en el poder absoluto de un individuo y tarde o temprano el jefe de uno de los partidos, más capaz o más afortunado que sus rivales, aprovecha esta inclinación para levantarse sobre las ruinas de la libertad”.

“Sin augurar un escenario tan extremo (que de todos modos no deberíamos descartar del todo), las continuas maldades del espíritu partidista son suficientes para que la gente inteligente tenga el deber de refrenarlo. Sirve siempre para distraer a los representantes públicos y para debilitar a la administración. Agita a la comunidad con falsas alarmas y celos infundados, potencia la animosidad de una parte contra otra, fomenta revueltas e insurrecciones ocasionales y abre la puerta a la influencia foránea y a la corrupción, que encuentra un acceso más fácil al Gobierno mismo a través de los canales de las pasiones partidistas. De este modo, la política y la voluntad de un país están sujetas a la política y la voluntad de otro”.