Todos estamos tan fervientemente dedicados a tratar de sobrevivir a la pandemia de coronavirus que apenas nos fijamos en otros peligros inminentes. Por ejemplo, que a alguien se le ocurra que no votemos en las elecciones generales de noviembre para “protegernos del contagio”. No sé el estimado lector, pero yo veo ese riesgo al doblar de la esquina, como quien dice. Y no es precisamente una alucinación, sino el producto de haber escuchado ciertas discusiones que están sosteniendo los políticos sobre el tema, con inquietante discreción, como si algunos quisieran que no nos diéramos cuenta.
En tiempos de pandemia, el voto sigue siendo sagrado
"Pero la semana pasada el presidente Trump puso la nota discordante al afirmar, sin pruebas, que “las boletas por correo son corruptas” y que con ellas “nunca más resultaría electo un republicano en este país”. Como era de esperarse, algunos legisladores republicanos le están haciendo eco, a pesar de que nunca antes se habían quejado de las boletas de ausente".


Pero nuestro elemental deber como ciudadanos de una democracia - aunque sea la nuestra, con todas sus imperfecciones - es darnos cuenta, meditarlo y gritar si es preciso sobre un asunto en el que, sin ánimo de dramatizar, yo diría que nos jugamos un valor democrático decisivo: el derecho a escoger a nuestros gobernantes. Con pandemia o sin pandemia, la obligación del Congreso y del gobierno es garantizar que, en noviembre, días más o días menos, todos podamos ejercer ese derecho sin tener que jugarnos la vida.
¿Cómo garantizar el derecho al voto si acudir a las urnas en tiempos de pandemia es como ir al matadero? ¿Cómo se podría lograr si, para principios de noviembre o cuando sea, todavía contamos con la indeseable presencia del virus homicida o si a este se le ocurre regresar, como vaticinan ya los que saben? No fingiré que la respuesta sea sencilla. Pero respuestas hay. Las están dando los especialistas en elecciones, tanto republicanos como demócratas e independientes, en diversos estados donde hace tiempo se vota de distintas maneras.
Si, en efecto, el coronavirus prolonga su abominable visita, el Congreso y los gobiernos estatales deberían promover formas alternativas de votar, de manera que la menor cantidad posible de personas se expongan al contagio. La más importante y segura sería el envío por correo de las boletas, método que ya utilizan de forma universal algunos estados y que todos, sin excepción, usan parcialmente mediante las boletas de ausentes.
También podrían extender la votación adelantada para prevenir la aglomeración de personas en recintos electorales. Y podrían alargar el tiempo de votación, digamos, a dos o tres días, para que aquellos que deseen votar en persona lo hagan sin dejar de observar las normas vigentes del distanciamiento físico y social.
Mas en lugar de buscar un consenso sobre lo que parecería ser una cuestión de sentido común, de respeto elemental a la democracia, algunos republicanos y demócratas ya se están halando las greñas. Los demócratas exigen la ampliación del voto por correo. No pocos republicanos están de acuerdo con ellos, especialmente los secretarios de estados encargados de organizar y supervisar el proceso electoral.
Pero la semana pasada el presidente Trump puso la nota discordante al afirmar, sin pruebas, que “las boletas por correo son corruptas” y que con ellas “nunca más resultaría electo un republicano en este país”. Como era de esperarse, algunos legisladores republicanos le están haciendo eco, a pesar de que nunca antes se habían quejado de las boletas de ausente.
En realidad, no hay indicios siquiera de que se haya cometido fraude masivo en las votaciones por correo en Estados Unidos en la era moderna. En la misma presentación en que denunció el falso fraude el pasado martes, Trump reconoció que él había votado varias veces por correo. Y lo mismo han hecho sus familiares y muchos de sus asesores.
Luego de escuchar la denuncia del presidente, Kim Wyman, la secretaria de estado republicana del estado de Washington, declaró: “Es decepcionante cuando cualquier persona de liderazgo hace denuncias de “fraude. Cuando esto sucede, el público pierde confianza en la base fundamental de nuestro sistema”. Y su colega de Iowa, el también republicano Paul Pate, dijo que “ (sembrar) dudas sobre la integridad del proceso es tan peligroso como el fraude electoral”.
La oposición de Trump al voto por correo es un simple reflejo de su inseguridad como candidato frente a su contendor demócrata Joe Biden. Sus nuevas denuncias son similares a las que hizo cuando se enfrentó a Hillary Clinton en 2016, cuando perdió el voto popular por varios millones. Luego supimos que el único fraude que entonces se perpetró fue el de piratas cibernéticos a sueldo del dictador ruso, Vladimir Putin, quien deseaba favorecer la candidatura de Trump.
En las mesas de trabajo de los congresistas ha aterrizado la “Ley de la Boleta de Emergencia y Desastre Natural”. Su objetivo es reformar el sistema nacional de votación para que todo estadounidense inscrito para votar pueda hacerlo en noviembre, ampliando las formas de sufragar. La medida merece apoyo bipartidista. Y podría lograrlo si suficientes votantes prestan atención al debate público y les exigen a sus legisladores que la aprueben.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.









