Phyllis Pruitt vive en Glen Cove, una ciudad en la costa norteña de Long Island. Donde ella quiere vivir es en Hempstead Village —donde ha vivido durante la mayor parte de su vida—, pero ese lugar está fuera de su alcance económico.
En Nueva York, el riesgo del desplazamiento está presente mucho más allá de Brooklyn
Debido los precios de vivienda, es probable que los residentes de ingresos bajos quedarán excluidos de vecindarios que se extienden desde New Brunswick, Nueva Jersey, a New Haven, Connecticut.


Después de sacar una depredadora hipoteca inversa, Pruitt —quien ahora tiene sesenta años— perdió su casa familiar en ese pueblo. Cuando trató de comprar su casa de nuevo, el mercado de bienes raíces del pueblo había cambiado y otro comprador ofreció un precio más alto. En vano buscó por toda el área por una casa asequible. Pronto tuvo que expandir su búsqueda hacia afuera por los bordes de Long Island. “Eso está mal”, le dijo a la Regional Plan Association (RPA por sus siglas en inglés), una organización de investigación urbana y abogacía en el área. “Yo hice todas las cosas correctas… me gradué de la secundaria, obtuve mi maestría, trabajé para el gobierno federal (…) Durante 22 años, guardé dinero, invertí. Creí en la idea de quedarme en mi comunidad para que pudiera hacer algo para ella”, dice. “Y ya no estoy aquí”.
La historia de Pruitt es una de varias que la RPA ha recopilado en el área metropolitana de Nueva York. Estas historias acompañan a nuevo reporte, el cual encuentra que casi 1 millón de personas corren peligro de ser desplazadas de sus casas en vecindarios que se están gentrificando desde New Brunswick, en Nueva Jersey, a New Haven, en Connecticut.
Esta amenaza es particularmente aguda en vecindarios densos que tienen mejor acceso a empleos y al transporte público y, normalmente, grandes porcentajes de residentes afroestadounidenses e hispanos. Tales áreas han tenido un aumento significativo —un 11% desde 2000— en residentes con ingresos familiares de seis cifras. Al mismo tiempo, el porcentaje de residentes que ganan menos de 100,000 dólares al año en estas zonas ha disminuido en un 2%. Los que ocupan un puesto aún más bajo en el espectro de ingresos cada vez más han empezado a vivir en áreas menos accesibles. Estos vecindarios lejanos han experimentado un incremento de un 18% en residentes que ganan menos de 25,000 dólares al año. Esta extensión de residentes pobres de grupos minoritarios está bien documentada en investigaciones anteriores sobre la gentrificación.
El reporte analiza dónde viven los residentes económicamente vulnerables, dónde están los vecindarios de gran demanda, dónde está ocurriendo el cambio en demografía y dónde está aglomerada la actividad del mercado de vivienda. Usando esos datos, localiza las fronteras de gentrificación.
La primera imagen abajo enseña áreas ‘caminables’ en donde los residentes corren peligro del desplazamiento (en color naranja claro) y la segunda también incluye las áreas (en naranja oscuro) en que el mercado de vivienda ha estado acelerando.
No existe ninguna solución perfecta ni suficiente para prevenir el desplazamiento, pero una confluencia de factores puede aliviar algo de la presión. Por ejemplo, la estabilización de alquileres tiene defectos, pero sus proponentes argumentan que ayuda a reducir pobreza y les dar voz y voto a los inquilinos cuando los dueños planean aumentar alquileres. Incrementar acceso al ayudas legales para los inquilinos de bajos ingresos puede mantener los desalojos a raya. Y, por supuesto, crear y conservar más vivienda asequible e incrementar subvenciones iguala las condiciones cuando un vecindario empieza a cambiar. En la ciudad de Nueva York, algunos de estos esfuerzos están bastante bien arraigados, pero no es así fuera de la ciudad. Y, en ese sentido, se podría argumentar que la lucha contra el desplazamiento es más ardua más allá de Brooklyn.
Al final, la gentrificación se convierte en un problema sólo después de que ya esté ocurriendo. No es algo que hasta ahora los gobiernos locales han tomado en cuenta mientras que toman decisiones. Pero ese pensamiento preventivo quizás sea importante para asegurar que los residentes de ingresos bajos y medianos puedan quedarse en sus vecindarios y aprovechar los cambios positivos en el mismo, en lugar de ser dejados a un lado tal como Pruitt.
“Esas otras personas, quienes puedo describir como inversionistas ricos, banqueros, bolsistas, se interesaron en un Hempstead como ellos querían que fuera, el cual, por cierto, no me incluye a mí en lo absoluto”, dice.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.






















