El día después: las historias detrás de los indocumentados afectados por la decisión de la Corte Suprema

"Una madre con una hija estadounidense y otra dreamer"
Ya habían sido muchas las derrotas en su lucha por salir de las sombras en Estados Unidos. Sin embargo, Bertha Sanles esperaba que la Corte Suprema desbloqueara la Acción Ejecutiva que buscaba dejarla en el país. Por eso, cuando esta indocumentada escuchó este jueves el fallo del máximo tribunal sintió que se la tragaba la tierra.
"He estado en el activismo y hemos visto varias derrotas. La mayoría sabíamos de antemano que no serían positivas, pero esta nos daba mucha esperanza. Con esta estaba segura de que iba a tener por fin una identidad en este país y no vivir con ese miedo de un día ser separada de mis hijas", dice y rompe a llorar.
"El fallo me ha golpeado peor que nunca", dice la mujer de 37 años, que llegó de Nicaragua junto a su esposo Rey Cayasso hace 16 años. Tiene dos hijas, una de 22 años que es dreamer y otra de 11 años que es ciudadana estadounidense.
Esperanzada, Sanles había estado recopilando documentos para demostrar todo el tiempo que ha estado en el país.
"Estaba lista en todos, todos, todos los aspectos, solo esperando esto de hoy. Estaba segura de que esto sí iba a salir porque el presidente lo hizo conforme a la ley", considera en una conversación telefónica con Univision Noticias.
Al conocer el fallo 4-4 que lapidó la expectativa de unos cinco millones de inmigrantes indocumentados de pedir el amparo de Obama, Sanles corrió a avisarle a su esposo por un mensaje de texto. "Quien lo recibió fue mi hija de 11 años y me llamó llorando. Me dice: 'mami no pasó. ¿Ahora qué vamos a hacer'".
"Por Dios. Escuchen cuando les dicen que los niños lo están sintiendo. Me dice 'mamá me da miedo de que a te agarren. Yo no me quiero ir a Nicaragua'. Ella estaba esperando esta respuesta igual que yo".
"Ellos no entienden que ese terror lo están viviendo los niños. Pero nosotros vamos a seguir. Es una batalla perdida, no la guerra", finaliza.
"Una viuda cuyo marido asesinaron tras ser deportado"
Otra de las personas indocumentadas que esperaba que el dictamen fuera positivo era Dania Palma, una inmigrante hondureña residente en el sur de la Florida. Tanto a ella como a su esposo, DAPA los debía proteger por tener hijos estadounidenses. Sin embargo, César Rodríguez fue deportado. El 23 de julio de 2015 su esposo fue arrestado por una infracción de tráfico.
Tras ser entregado a la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) lo expulsaron a Honduras. El 21 de septiembre, tan solo dos días antes de tratar de volver a los Estados Unidos, fue asesinado.
Un fallo positivo de la Corte era su esperanza aunque "no me doy por vencida. "Hay tantas personas que venimos a este país a trabajar y muchas somos madres solteras. No somos criminales. Por eso la reforma migratoria no muere, porque nosotros no estamos muertos”, sostuvo.
"Dos hermanas, una protegida y la otra no"
Gaby Pacheco, una dreamer y activista beneficiaria de DACA, también estuvo esperando las noticias de la Corte Suprema. Pese a que ella no se ha visto afectada, su hermana sí. María de Fátima Pacheco tiene 36 años y llegó a Estados Unidos en 1993, junto con Gaby, dese Guayaquil, Ecuador. "En el 2012, cuando DACA fue anunciada ella tenía un año más de lo que se podía para aplicar pero cuando se hizo la ampliación en 2014, ella sí pudo presentarse".
"Para nosotros esto ha sido muy duro porque vemos que ella sigue adelante y trata de poder mejorar pero desafortunadamente las leyes de este país no dan las oportunidades", expresó Gaby Pacheco.
Sus padres, que también se habrían beneficiado, van a buscar ahora una vía diferente. Otra hermana, que sí es ciudadana, va a poder reclamarlos.
Su familia ejemplifica la complejidad del "sistema migratorio roto". Para ella, "este es un problema muy grande que los estadounidenses y aquellos que dicen que lo hicieron de 'manera correcta', no entienden la burocracia. El sistema no está al nivel que se necesita para que esas personas -como mi familia- puedan pagar una cuota o hacer algo para que puedan conseguir sus papeles".
"Los padres con un hijo a punto de ser ciudadano"
María Bilbao, una argentina de 50 años que llegó a Estados Unidos en el 2001, reconoce que el fallo la dejó noqueada. Lloró toda la mañana.
"Me había preparado para responder a una victoria. Jamás me imaginé que íbamos a tener este fallo. En mi caso, estaba preparada el año pasado con mi esposo para aplicar". La mujer, que trabaja como empleada doméstica, cuenta que en 2015 su esposo tuvo un serio problema de salud y, por ser indocumentados, no podían ir a su país a recibir ayuda médica.
"Tuvimos que hacer una campaña porque necesitábamos 90,000 dólares. Logramos juntar el dinero y conseguir un médico que lo operó por 12,000 dólares. Pero como nosotros hay mucha gente que queda fuera del sistema. Es muy doloroso", relata sobre la operación en las dos caderas a la que debió ser sometido su esposo.
Su hijo Tomás, de 25 años, está a punto de convertirse en ciudadano. Y dice que hará campaña a favor de los demócratas.
"La única forma de que tengamos una reforma migratoria es que ganemos las dos cámaras (del Congreso). Si perdemos la Cámara y el Senado vamos a estar en la misma situación, porque esta gente es racista, es odiosa y tenemos un candidato que quiere deportar a 11 millones de personas", afirma sobre el virtual nominado republicano, Donald Trump.
"Dos padres indocumentados con dos hijos estadounidenses"
La mexicana Cristina Serran también siente temor por sus dos hijos, de 12 y 10 años. Afirma que no se atreve ni a salir de su casa para evitar ser detenida. El sustento del hogar es su esposo, que trabaja en labores de construcción.
Sus padres la trajeron a Estados Unidos cuando tenía 11 años. Abandonaron el estado de Guerrero con la consigna de casi todos los que entran sin papeles: intentar tener mejores condiciones de vida.
"No me atrevo a llevarlos ni siquiera a su práctica de deportes porque aquí en la calle ponen un retén. Durante la semana estamos encerrados para no arriesgarlos. Les explico que no es porque yo no quiera, es para no arriesgar".
Jorge Cancino y José Ángel Gonzalo colaboraron con testimonios para esta historia.