Es fácil encender la consola o computadora y darle “enter” al videojuego preferido sin considerar que detrás de ello hay una industria que funciona en base a miles de manos y mentes ingeniosas. No es fácil lograr un “hit”, un juego que marque huellas en los gamers y que 20 años después aún lo recuerden, y mucho más difícil es ser el primero o al menos el que verdaderamente abrió las puertas para un determinado género.

La producción y distribución de máquinas arcades en la actualidad es prácticamente inexistente, limitada a lo que apenas realiza Japón y alguna que otra excepción. Sin embargo, cuando las consolas todavía eran algo novedoso (hoy se pueden comprar por internet el mismo día de su estreno, pero por aquel entonces la tecnología viajaba a pasos de tortuga) y las computadoras hogareñas pertenecían a un pequeño grupo de entusiastas, no quedaba otro camino que ir a los locales de arcades.

Como primera medida, lo más importante será que quienes jueguen en PlayStation Vita no lo hagan mientras conducen...

A quien haya pasado parte de su vida durante los 80 y 90 jugando en computadoras, seguramente al mencionar Westwood Studios se le vendrá a la mente la placa con el logo que aparecía durante la presentación de muchos de los mejores juegos de la época. A pesar de que le perdimos el rastro, es probable que quien desconozca de la vida de la empresa hoy se imagine una productora tan grande como puede ser una EA o Konami. Sin embargo el destino de Westwood fue diametralmente opuesto y desapareció a principios del siglo XXI.

La era de las consolas de 16 bits dejó marcado a todo gamer en los 90. Una de las más populares fue la Mega Drive (o Genesis, dependiendo del país) de SEGA.

Con una clara predilección por el fútbol ofensivo, los gamers y votantes se decantaron por el mexicano, el español, así como por el italiano Sebastian Giovinco.