El impacto en la salud mental de los niños migrantes que cruzan solos la frontera: un trauma del que muchos no conseguirán reponerse
La niña hondureña que cruzó sola la frontera tras un viaje en autobús por México durante 22 días junto a su padre, o la de Sneyder, el niño hondureño de 9 años que transitó solo el camino desde Honduras hasta EEUU ilustran la experiencia de miles y miles de menores, con progenitores cuya desesperación por sacar a sus hijos de la miseria empuja a tomar estas decisiones dramáticas.
Casi 9,500 menores llegaron a la frontera en febrero, un 60% más que en el mes previo. El gobierno intenta contar con nuevas instalaciones para alojarlos y por acelerar los procesos para ubicarlos con parientes que viven en EEUU, pero para miles de ellos el daño ya está hecho.
Al margen de las amenazas físicas a las que se exponen los niños, que pueden ser considerables, los expertos en salud mental infantil consultados por Univision Noticias coinciden en destacar que a largo plazo pueden experimentar —en el peor de los casos de forma irreversible— depresión, ansiedad, ideas suicidas o estrés postraumático.
Para el psicólogo clínico experto en desastres y crisis Josh Klapow, resultará determinante la forma en que se desarrolle el evento en sí (si hay violencia en el cruce de la frontera; la forma de acogida; hora del día en que se produce; adulto que lo acoge, etc) y la edad del niño. “De 5 a 9 años en general es una edad en la que psicológicamente ya son conscientes de lo que está pasando; tienen miedo de su propia mortalidad. A esas edades tendrá un impacto para siempre en su desarrollo”, señala.
Niños diferentes lo afrontarán de forma diferente, pero todos los expertos consultados apuntan que la experiencia será traumática aunque todo vaya bien. Y esto es muy optimista, a juzgar por las imágenes que llegan de las instalaciones donde se acogen provisionalmente los menores, que en algunos casos pasan ocho días en espacios colapsados, sin acceso a duchas y sin haber podido llamar a sus familiares. “No es una opinión, es un hecho”, sostiene Klapow.
No podemos sabemos cómo reaccionará cada niño ante la circunstancia dramática de forma inmediata, dice este experto, pero es probable que se cierre emocional o incluso verbalmente; que sienta miedo a la hora de dormir y padezca pesadillas; dificultades para comer; pensamientos intrusivos. “Todo esto es una reacción normal tras un evento traumático. Lo que buscamos es que estos comportamientos en el futuro comiencen a desaparecer con tiempo e intervención psicológica.
Aunque es probable que siempre tenga pesadillas y otros padecimientos como consecuencia de la experiencia, esto no significa que estará limitada en su vida de adulta”.
El cuerpo recuerda
No hay una edad en la que una experiencia así no resulte dramática. Algunos dirán que cuanto más mayores mejor, pero no es verdad, señala Klapow. “Físicamente puedes estar más fuerte pero la separación y el hecho psicológico es horrible para todos”.
Aileen Torres, profesora de psicología en William Paterson University, en Nueva Jersey y experta en trauma emocional en la infancia y abuso, además de salud mental en los latinos, apunta que existe la idea errónea de que los niños pequeños no se ven afectados por trauma, separaciones familiares o inmigración y que no lo recordarán. “Esto no es verdad. Quizás no cuentan con la habilidad de habla suficiente para contar su historia, pero su cuerpo lo recuerda". Mientras estos sucesos suceden durante la base del desarrollo socio-emocional, “el estudio de experiencias adversas en la infancia nos dice que las experiencias negativas en la niñez están relacionadas con problemas crónicos de salud física, enfermedades mentales y abuso de sustancias en la edad adulta”, dice Torres.
El trauma y la separación familiar pueden crear daños fisiológicos y emocionales que proseguirán en el futuro. Algo importante, recuerda Torres, es que no sabemos a qué pudieron haber estado expuestos antes de emigrar, pero todo indica que el sufrimiento viene de mucho, mucho antes. “Por desesperación, los padres han tenido que ignorar las expectativas normales de desarrollo con la esperanza de darles a sus hijos una vida mejor. A los 5-7 años los niños deben estar acoplándose a la escuela y en vez de eso están cruzando fronteras peligrosas", señala Torres.
De forma similar opina Dr. Howard Pratt, del Community Health of South Florida, Inc. (CHI). “Cualquier traslado suele ser traumático par los niños; suelen preferir quedarse donde están, en sus escuelas, con su familia, sus amigos. Esto puede ser como una bomba detonando: todo el mundo se va y ellos se quedan solos”.
Pratt indica que lleva años tratando a pacientes jóvenes que han pasado por la experiencia. “Estas circunstancia no son nuevas. La gente ha estado viniendo aquí para escapar de circunstancias peores durante años. Pero cuando hablo con mis pacientes relatan sus encuentros con la violencia, tráfico sexual… muchas veces sienten que solo pueden sentir afinidad con gente que ha pasado por una experiencia similar”. Pratt señala que, entre lo que más le entristece es cómo esta experiencia condiciona a las generaciones futuras, ya que cuando estos niños migrantes son padres se convierten en hiper vigilantes, y sofocan a sus propios hijos en su afán protector.
“Desafortunadamente, en la mayoría de las ocasiones no tienen acceso al tratamiento psicológico necesario y han de lidiar con estas cosas en silencio. Y este trauma puede durar años”, señala Pratt.
Qué se puede hacer para mejorar la experiencia
“ La sobreestimulación lo empeora todo”, dice Klapow. Mucha gente, ruido, ir de lugar en lugar: son las condiciones que más agravan el malestar mental. Es justamente con lo que se encuentran, tal y como podemos ver en los numerosos reportes de lugares masificados (en este caso, la instación para 260 personas estaba albergando el pasado fin de semana a másde 400 menores no acompañados) con y poca atención individualizada. “En un entorno donde no hay adultos conectados al niño, en su lenguaje, que los conozcan, el riesgo de respuesta traumática prolongada se eleva. Crear zonas de tranquilidad ayuda”, señala Krapow.
Klapow resalta la importancia de que puedan estar con familiares o personas cercanas con los que se sientan protegidos en un primer momento, ya que con ellos pueden expresar cosas que los extraños no saben, cosas que son conocidas para los niños. Si no es posible, un adulto que pueda interactuar con el niño individualmente, idealmente un experto en salud mental: contar con un voluntario sin experiencia no es ideal. Que es precisamente lo que está ocurriendo, con agentes de la Patrulla Fronteriza sin preparación para ayudar a los pequeños.
“El trauma que vivieron antes de la inmigración y el trauma relacionado con el tránsito son devastadores de por sí y si lo agravamos con la detención en ubicaciones inapropiadas y deficientes, solo estamos perpetuando futuros problemas de salud mental”, dice por su parte Torres.
El trauma deja una cicatriz emocional de la que nadie nunca se recupera por completo, pero cuando un niño encuentra seguridad, protección y un tratamiento de salud mental adecuado, puede comenzar a sanar y experimentar bienestar tanto mental como físico, dice Tonya Cross-Hansel, profesora de Trabajo Social de la Universidad de Tulane y experta en el impacto mental de eventos traumáticos.
"Los niños son muy resilientes, pero la clave para fomentar esta resiliencia es tener al menos una persona que realmente se preocupe y ayude al niño en los momentos difíciles. Sin embargo, en esta crisis, los niños están siendo separados de esos factores protectores. Necesitamos hacer un esfuerzo más concentrado para evitar la separación de familias y aumentar la accesibilidad y disponibilidad del tratamiento de trauma", sostiene Cross-Hansel.
¿Y el sufrimiento de los padres?
"Imagínate vivir todos los días como durante tu peor y más incierto momento de la pandemia de covid-19; eso te permitirá vislumbrar el estrés, el miedo y las incógnitas de las que muchas de estas familias buscan librarse cuando tratan de cruzar la frontera”, dice Cross-Hansel. " Podemos acabar con la noción de que estos padres no aman a sus hijos, ni mucho menos: quieren lo mejor para sus hijos. Arriesgan todo por una vida mejor", señala.
"Lo que está sucediendo con los niños migrantes no acompañados es realmente trágico porque se debe a un padre que no quiere que su hijo viva en una situación difícil y haría cualquier cosa para darles una vida mejor", dice Pratt desde Florida. “Podemos hacerlo mucho mejor. Estas líneas arbitrarias en el globo terráqueo no separan las necesidades básicas que todos tenemos, y las familias son las mismas en todos los países y culturas”.