Seis meses de Trump en la Casa Blanca: de la sombra del 'Rusiagate' al fracaso para reemplazar Obamacare

El presidente estadounidense marca el medio año al frente del gobierno con uno de los arranques más polémicos y menos productivos de gestiones recientes.

El presidente muestra una herramienta en una reunión de promoción del 'Hecho en EEUU' en la Casa Blanca.
El presidente muestra una herramienta en una reunión de promoción del 'Hecho en EEUU' en la Casa Blanca.
Imagen Reuters

Han sido seis meses intensos estos primeros del gobierno de Donald Trump, un presidente que nunca contó con el beneficio de una luna de miel con la ciudadanía y con los medios que suelen tener en sus primeros días en el poder todos los que llegan a la Casa Blanca.

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Con Trump, ni el gobierno ni los medios se han dado cuartel y están enfrascados en un duro pulso que es más común ver en gestiones avanzadas y sometidas al natural desgaste que crea el ejercicio del poder.

La prensa sigue revelando las inconsistencias de la gente de Trump (sobre todo en sus supuestas relaciones con Rusia y su posible coordinación para perjudicar al Partido Demócrata) y la Casa Blanca trata de minar la credibilidad de los medios etiquetándolos como “ fake news” cada vez que publican cosas que no son del su agrado.

Con el fracaso en la promesa de derogar y reemplazar Obamacare, o los reveses sufridos por sus decretos para prohibir la inmigración de ciudadanos de varias naciones de mayoría musulmana, el presidente tiene pocos avances que mostar, aunque se ufane de haber tenido uno de los arranques más productivos "desde Franklyn Delano Roosevelt" (1933-1945) el mítico presidente demócrata que sacó al país de la Gran Depresión y lo guió hasta casi el final de la Segunda Guerra Mundial.

La sombra del Rusiagate

La investigación sobre los supuestos vínculos de la campaña presidencial republicana con operadores de inteligencia rusos para perjudicar a Hillary Clinton ha dominado la presidencia de Trump, que está frecuentemente en trance de reaccionar a las revelaciones que constantemente presentan los medios de comunicación.

En las últimas semanas, la mancha ha llegado a la propia familia presidencial luego de que se conociera la reunión que Donald Trump Jr. tuvo con emisarios rusos que le habían ofrecido información sobre Clinton supuestamente proveniente de la fiscalía rusa.

Ya el caso había llegado hasta la Casa Blanca a través del breve asesor de seguridad nacional Michael Flynn, quien tuvo encuentros no revelados con el embajador de Rusia en Washington, y luego por el yerno del presidente y su asesor especial Jared Kushner, quien también tuvo encuentros con al menos un banquero ruso sancionado por EEUU que no reveló hasta que fue expuesto por los medios.

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El caso está en manos de un fiscal especial, Robert Mueller, luego de que en mayo pasado trump tomara la sorpresiva decisión de despedir al director del FBI james Comey, según reconoció el presidente, por seguir con una investigación que él ha definido como “caza de brujas”.

El pulso con los medios

En estos seis meses se ha visto una profundización de la dinámica de enfrentamientos de Trump con la prensa que venía gestándose desde los tiempos de la campaña.

La nueva Casa Blanca representada por el secretario de prensa Sean Spicer empezó desde literalmente el día uno chocando con los medios cuando les dijo que la asistencia a la juramentación del presidente había sido “la mayor de la historia, y punto”, pese a que las estadísticas y las imágenes de la jornada claramente indicaban que no era así.

El peculiar manejo de la verdad que caracteriza al gobierno republicano ha llevado a esas frecuentes disputas con periodistas que se quejan de la poca claridad informativa y están permanentemente descubriendo cosas que la presidencia ha negado con vehemencia hasta que quedan al descubierto (ejemplo, el ‘Rusiagate’).

Entre su manejo de Twitter y la parquedad de sus voceros, la presidencia ha redefinido la manera cómo el gobierno se comunica con los estadounidenses, tratando de sacar de la ecuación a los periodistas, con quienes no tiene buenas relaciones (salvo Fox News, Breibart y otros medios de tendencia conservadora).

El empecinado Obamacare

La derogación de la Ley de Salud Asequible heredada de Barack Obama y contra la que por siete años batallaron los republicanos fue una de sus mayores promesas, que iba a cumplir desde el primer día en el poder. Pero resultó ser su gran fracaso legislativo, luego de que el Senado no lograra los votos suficientes para aprobar un sustituto de la ley.

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En mayo el presidente encabezó una prematura celebración en los jardines de la residencia presidencial cuando la Cámara de representantes aprobó su versión de la Ley de Salud Estadounidense, aunque se sabía que la cámara alta no estaba de acuerdo en muchos de los puntos que incluía.

Las diferentes versiones que han presentado los republicanos no satisfacen ni a conservadores ni a liberales, aunque por diferentes razones. Las evaluaciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso advierten que los proyectos podían dejar hasta 22 millones de personas sin cobertura médica en los próximos años, debido a recortes en subsidios y aportes a los estados.

Cuando se hicieron ajustes para reducir a los afectados, los más conservadores se quejaron de que no se estaría desmontando el sistema de subsidios de la ley vigente.

Aunque no es una falla directamente achacable al presidente, el fracaso lo deja mal parado, considerando que Trump había asegurado que tenía todo el respaldo necesario en el Congreso para poner fin a Obamacare.

Muro y migración

En el tema migratorio, el presidente ha practicado una retórica más agresiva que ha ido aparejada con cambios en las prioridades para los casos de deportación que fueron establecidas en tiempos de Obama, que ha ayudado a promover la impresión de que el presidente está cumpliendo con su oferta de mano dura.

Pero mientras bajo el nuevo gobierno ha habido un 38% más de detenciones que en 2016, de acuerdo con cifras de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE), se expulsan menos indocumentados que en el mismo período del año pasado.

En junio se deportó a 14,283 inmigrantes indocumentados, la cifra más baja de expulsados en los últimos nueve meses, lo que supone que Trump está expulsando a menos gente que Obama.

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Trump ha mantenido la vigencia del programa DACA para los jóvenes indocumentados. Aunque en el marco legal no ha cambiado mucho el escenario, la retórica ha contribuido a crear una sensación de incertidumbre entre los inmigrantes que se sienten más desprotegidos y acosados.

En cuanto al famoso muro fronterizo con México, el gobierno abrió un concurso para su diseño e incluyó providencias para su financiamiento en el presupuesto para el 2018, pero su prometida construcción no ha empezado. De hecho, no se sabe cuándo ni cómo podría iniciar los trabajos y si será solo el reforzamiento de la valla actualmente existente, luego de que Trump dijera que quizá no haría falta amurallar toda la frontera.

Empresa y familia

Los Trump llegaron a la Casa Blanca no solo para ocuparla como lugar de residencia, sino como sitio de trabajo. La presencia de Ivanka Trump y su esposo Jared Kushner en el equipo de asesores del presidente ha generado las críticas de quienes se alarman por posible nepotismo y conflictos de interés.

Aunque los Kushner-Trump, al igual que el presidente, dejaron el manejo de las operaciones de sus empresas en manos de terceros, siguen vinculados a sus emporios.

El clamor previo a la toma de posesión sobre posibles conflictos de interés ha desaparecido, pero hay demandas en cortes por posible violación de la Ley de Emolumentos que prohíbe al presidente recibir pagos de gobiernos extranjeros por parte de quienes piensan que la red empresarial de Trump en todo el mundo permite que el mandatario se beneficie de negocios hechos en otros países.

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Popularidad

Trump cumple su medio año con la notable marca de ser el presidente peor evaluado de los últimos setenta años. De acuerdo con una encuesta de ABC/Washington Post, el 36% de los encuestados aprueba del desempeño del presidente, mientras el 58% desaprueba su gestión.

Ningún mandatario ha logrado niveles de rechazo tan altos desde Gerald Ford, quien en 1975 sufrió la desaprobación popular por su decisión de indultar a su predecesor, Richard Nixon, en todo lo relacionado con el caso Watergate.

Pero al señalado no le preocupan esas cifras porque, recordando cómo las encuestadoras no previeron su triunfo en noviembre, asegura que no representan la realidad y que su popularidad es mayor de lo que indican los sondeos.