Washington.- El sábado fue para centenares de miles de personas un día de madrugones, de millas en autobuses nocturnos, de caminatas, de cantos a la libertad y de pancartas con mensajes ingeniosos. Muchas mujeres repetían que la marcha de millones sirve para ser "escuchadas". Pero ¿cómo y para qué?
¿Pueden lograr un cambio las mujeres que marcharon contra Trump?
En las últimas elecciones el número de mujeres en el Congreso no aumentó y apenas lo hizo el de las legisladoras locales. La llegada del nuevo presidente es para muchas un incentivo a entrar en política.

Se estima que entre 3.7 y 4.5 millones de personas participaron en protestas por todo Estados Unidos el sábado, según la lista de concentraciones y datos disponibles recogida por un profesor de la Universidad de Connecticut y una profesora de la Universidad de Denver. Es el récord para un día en Estados Unidos.
Al preguntar cuál era el propósito de la marcha de este sábado, las respuestas eran variadas alrededor del mall de Washington. A diferencia de las movilizaciones contra las guerras de Vietnam o Irak o la discriminación racial, no había una reivindicación clara más allá de una protesta contra el presidente que presume de acosar a mujeres, llamó “asquerosa” a su rival y comenta sobre el cuerpo de actrices o políticas. En los carteles la palabra más popular era " pussy", la manera vulgar de llamar a los genitales femeninos y que Donald Trump se vanaglorió de “agarrar” sin preguntar con sus “manos minúsculas” (también una expresión común en esta marcha).
¿Qué puede lograr una movilización así?
“No pienso en esto en términos de qué va a conseguir. Es más en una catarsis. Es una manera de salir y de decir que estás sintiendo. Esperemos mostrar a Trump que no vamos a dar un paso atrás y dejar que nos pisotee”, me decía Abby Harrison, una fotógrafa de 30 años de Carolina del Sur que ahora vive en Nueva York. Se había levantado a las dos de la mañana para llegar pronto hasta Washington.
“Espero que los congresistas sepan que las mujeres están aquí para quedarse. Que esto sirva para llamar la atención”, me decía también Mariel Mcleod, de 23 años y que vive en Washington. No quiere ser política, pero sí dedicarse a las políticas públicas.
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Sin objetivo concreto
Algunas mujeres hablaban de la integración del “género fluido” y otras del medio ambiente. Había referencias a la palabra feminismo, pero con definiciones distintas.
Sin un objetivo común y específico, ¿qué queda después de las marchas masivas?
En la marcha de Washington no encontré a nadie que dijera no haber votado a Hillary Clinton en noviembre, pero sí algunas mujeres que reconocían haber estado poco activas durante la campaña. Ahora hablaban de seguir protestando o de donar más a Planned Parenhood.
En fotos: Escenas de la multitudinaria marcha de las mujeres en Washington DC
Unas horas antes de la marcha, hablé con Debbie Walsh, directora del centro de las mujeres y la política estadounidense de la Universidad Rutgers, dedicado a promover la participación en la vida pública de las mujeres.
Walsh me contó que el hecho de que Estados Unidos no haya elegido a la primera presidenta y haya optado por alguien que habla con desprecio de las mujeres no ha desanimado a las potenciales candidatas: “Las mujeres están más involucradas en todo el país. Hay indicaciones claras”. Y se refería a señales mucho más pequeñas que las marchas del sábado.
Algunas señales
El centro de Rutgers tiene un programa de formación para mujeres interesadas en política que celebra en marzo. En diciembre, suele tener a dos o tres personas apuntadas. En esta edición, han contado en las mismas fechas con unas 200. Sus programas hermanos en Iowa o en Pensilvania han tenido que cerrar el registro porque no tienen capacidad suficiente.
“No se trata sólo de presentarse a las elecciones, sino de tener las herramientas para ser mejores defensoras de causas que les importan. Muchas dicen estar inspiradas por Hillary Clinton y sentirse profundamente preocupadas por que la elección de Trump haga que sus voces no se escuchen en la nueva Administración”.
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Jen Psaki, la que era responsable de la estrategia digital de la Administración Obama, estaba entre los participantes de la marcha, pero escribió sobre su inquietud a qué viene después. “El peligro que afrontamos es permitir que la marcha nos haga sentir mejor, nos acune hacia la complacencia".
Psaki dice que no puede contar los detalles de los briefings después de las elecciones pero su conclusión es que “la gente no apareció”. No se refiere a las urnas, ya que a Hillary Clinton la votaron casi 66 millones de personas, un número muy parecido al de Barack Obama en 2012, sino a la movilización de los voluntarios en campaña. O a la disponibilidad para presentarse a las elecciones. De hecho, ésa es fue una de las cuentas pendientes de 2016. Por primera vez uno de los dos grandes partidos elegía a una mujer para ser candidata a la Presidencia, pero no fue un buen año para otros cargos de rango menor.
El nuevo Congreso tiene el mismo número de mujeres que el anterior. No ha habido avances en número de gobernadoras y sólo hay un cambio de unas décimas de punto en la representación femenina en los cuerpos legislativos de los estados: del 24.4 al 24.8%.
“Lo esencial es que la energía de la marcha se canalice para hacer trabajo concreto en las capitales de cada estado”, me dice Walsh. Cree que esta nueva administración puede suponer un “momento de introspección” para ambos partidos y espera que en ese proceso haya más mujeres involucradas.
Hombres blancos
No quiere criticar a Trump personalmente y dice que lo importante ahora son sus políticas y de quién se rodea. Le preocupa que haya tan pocas mujeres, y con puestos de poca relevancia, en la Administración del nuevo presidente. Y no ya por la causa de la igualdad, sino por el bien del país.
“Si recibe consejos exclusivamente de hombres esto cambia su perspectiva. La raza, el origen y el género nos dan visiones particulares que llevamos al trabajo. No tener a gente alrededor que no sean hombres blancos limita las ideas sobre la mesa. Es importante que reciba ideas de personas con experiencias diversas. Así se toman mejores decisiones aunque la responsabilidad última sea la suya”.
Cree que en los próximos cuatro años hay mujeres que pueden tener impacto. Mira a las senadoras demócratas Elizabeth Warren y la recién elegida Kamala Harris. Pero también a las republicanas Susan Collins o Lisa Murkowski.
“Nunca se sabe. Cuatro años antes de ser elegido presidente pocos sabían quién era Barack Obama. Nunca sabes de dónde saldrá el próximo líder”, dice Walsh. “Lo importante es tener a más mujeres en el proceso, dando un paso adelante y haciendo políticas”
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