Los bombardeos rusos dejan a Ucrania a las puertas de un invierno brutal
Artem Panchenko, de 9 años, ayuda a su abuela a avivar un fuego humeante en una cocina improvisada al aire libre junto a su bloque de apartamentos ya casi completamente abandonado en la región de Jarkov, este de Ucrania. Oscurece y necesitan comer antes de que la noche los deje en el frío y la oscuridad.
Viene el invierno. Pueden sentirlo en sus huesos a medida que las temperaturas descienden bajo cero. Y como decenas de miles de ucranianos, Artem y su abuela se preparan para unos meses que prometen ser brutales.
Llevan sin gas, agua ni electricidad unas tres semanas, desde que los ataques con misiles rusos cortaron los servicios públicos en Kivsharivka, su ciudad.
Para ellos y los pocos residentes que quedan en el complejo de viviendas, abrigarse por la noche y cocinar al aire libre es la única forma de sobrevivir. " Hace frío y hay bombardeos", dice Artem mientras ayudaba a su abuela a cocinar. "Hace mucho frío. Estoy durmiendo con la ropa puesta en nuestro apartamento".
Más ataques rusos esta semana contra Kiev y otras ciudades ucranianas, con drones y misiles, buscan seguir destruyendo plantas de energía, lo que no ha hecho sino contribuir a la sensación general de aprensión sobre el próximo invierno.
Este martes eran ya 1,100 localidades sin electricidad por culpa de los ya diez días de bombardeos constantes.
La amenaza del invierno sin calefacción ni electricidad
A medida que llegan las heladas, aquellos que no han huido de los intensos combates, los bombardeos regulares y los meses de ocupación rusa en el este de Ucrania están tratando desesperadamente de prepararse para los meses fríos.
En el cercano pueblo de Kurylivka, Viktor Palyanitsa empuja una carretilla llena de troncos recién cortados por el camino hacia su casa. Pasa junto a un tanque destruido, los restos de edificios dañados y el sitio de una iglesia de madera de 300 años de antigüedad que fue arrasada mientras las fuerzas ucranianas luchaban para liberar el área de los ocupantes rusos.
Palyanitsa, de 37 años, cuenta que ha recolectado suficiente madera para todo el invierno. Aún así, planeó comenzar a dormir junto a una estufa de leña en un edificio anexo destartalado y no en su casa, ya que todas las ventanas de su casa han volado por la metralla.
“No es cómodo. Pasamos mucho tiempo recogiendo leña. Puedes ver la situación en la que estamos viviendo”, comenta Palyanitsa, en voz baja, como quitándole importancia a las terribles perspectivas que tiene para los próximos meses.
Las autoridades están trabajando para restablecer gradualmente la electricidad en el área en los próximos días, y luego vendrán las reparaciones de la infraestructura de agua y gas, según Roman Semenukha, diputado del gobierno regional de Jarkov.
“Solo después de eso podremos comenzar a restaurar la calefacción”, reconoció.
También hay autoridades organizando la distribución de leña a los residentes. Carecen de un cronograma de cuándo se restablecerían los servicios públicos.
De pie junto a su pila de leña, Palyanitsa no esperaba ayuda del gobierno. No cree que la calefacción se fuera a restablecer pronto, pero asegura estar listo para valerse por sí mismo incluso una vez que llegue el invierno.
“Tengo brazos y piernas. Entonces no le tengo miedo al frío, porque puedo encontrar leña y calentar la estufa”, dijo.
Las autoridades de las áreas controladas por Ucrania de la región vecina de Donetsk, donde siguen intensos combates, instaron a todos los residentes restantes a evacuar y advirtieron que es probable que los servicios de agua y gas en muchas áreas no se restablezcan para el invierno.
Al igual que en la región de Jarkov, los ucranianos comunes y corrientes viven en casas destruidas por los ataques rusos, con techos dañados, goteras y ventanas rotas que no protegen contra el frío o la humedad.
La venganza de Putin por la voladura del puente de Crimea
La amenaza de un invierno sin calefacción se ha extendido incluso a otras zonas de Ucrania lejos del frente.
El presidente ruso, Vladimir Putin, enojado y avergonzado por el ataque ucraniano al puente de Crimea, intensificó la campaña de bombardeos, apuntando a la infraestructura energética civil de prácticamente todo el país.
Así, ha ido dejando muchas ciudades y pueblos sin electricidad. Los ataques del lunes afectaron a Kiev, Sumy en el noreste y Vinnytsia en el oeste de Ucrania.
Con gran parte de las ciudades del área destruidas y las comodidades modernas casi desaparecidas, el impulso por la supervivencia supera cualquier preocupación sobre la preservación de lo que fue antes.
Sin servicios públicos, las casas se han convertido en refugios rudimentarios de una época medieval donde los residentes vivían a la luz de las velas, recogían agua de los pozos y se abrigaban para protegerse del frío.
La abuela de Artem, Iryna Panchenko, cuenta que ella y su nieto han estado durmiendo en un departamento abandonado al lado desde que un ataque ruso voló todas sus ventanas.
“Después de la primera ola de explosiones, perdimos una ventana y dos resultaron dañadas. Tras la segunda explosión, todas las demás ventanas fueron destruidas”, recordó. “Hace mucho frío aquí. Es difícil cocinar, es difícil correr entre el departamento y donde cocinamos. Me duelen las piernas".
“Sin electricidad, sin agua, sin gas. Tenemos frío”
Las estructuras improvisadas salpican los patios cubiertos de vegetación del complejo de apartamentos donde los residentes se reúnen para cocinar sobre fogatas.
Una mujer trae trozos de madera de un apartamento en la planta baja que se derrumbó por el ataque de un cohete ruso. Otro bromea diciendo que su casa se había convertido en un apartamento de cinco habitaciones después de que una de sus paredes exteriores se derrumbara.
Anton Sevrukov, de 47 años, tuesta pan y calienta una tetera con agua sobre el fuego para llevar té a su madre discapacitada.
“Sin electricidad, sin agua, sin gas. Tenemos frío”, se quejó. "Estoy preparando té para mi madre en el fuego, pero ella solo bebe un poco para calentarse por un corto tiempo".
En la oscuridad de su apartamento estrecho y mohoso, la madre de Sevrukov se sienta bajo una manta en un sofá lleno de platos de comida en mal estado. Zoya Sevrukova cuenta que lleva postrada en cama siete años y que pasa la mayor parte del tiempo sentada, jugando al solitario con una baraja gastada.
“Hace mucho frío. Si no fuera por mi hijo, me congelaría”, dijo.
Sevrukov dijo que le había pedido a un amigo de Jarkov, la capital regional, que le comprara un calentador eléctrico, en caso de que se restableciera la energía. Es casi demasiado el pensar siquiera en las privaciones que aguardan.
“Espero que pronto tengamos electricidad, para que podamos pasar este invierno de alguna manera”.