Rosario Murillo, de primera dama a sucesora en la dinastía familiar de Nicaragua

Managua, Nicaragua.- Los policías abandonaron sus posiciones de descanso cuando los dos Mercedes Benz modelo G63 V8 AMG blindados llegaron raudos a la sede del Poder Electoral de Nicaragua. Dentro de los automóviles venían el presidente Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo. Ella vestía un chal color rosa flamingo, que combinaba con su maquillaje de tonos fucsias, y que destacaba su pronunciada sonrisa. “Ella va a ser, ella va a ser”, repetían los periodistas apostados a las afueras del edificio. En realidad ella fue: minutos después, en medio de aplausos de sus partidarios, Rosario María Murillo Zambrana era inscrita oficialmente como candidata a la vicepresidencia por el partido Frente Sandinista.
Eran las 05:10 pm del 2 de agosto de 2016. Los periodistas comenzaron a divulgar la noticia con frenesí. Acababa de esa forma una incógnita de meses: ¿Murillo sería la fórmula presidencial de su marido? ¿La primera dama, que ostenta un papel de primer ministro de hecho, lograría colocarse en la primera línea de la sucesión constitucional del poder en Nicaragua? ¿Podría Murillo ganarle la tercia a la vieja guardia del partido sandinista que se oponía a su nominación?
La respuesta fue afirmativa en todos los sentidos. Rosario Murillo, nacida el 22 de junio de 1951, se imponía. La sonrisa imposible de contener denotaba satisfacción, mientras el presidente Ortega matizaba un discurso feminista. Según el mandatario, la mitad de su administración debe estar integrada por mujeres. “Y para continuar con este buen gobierno, no dudamos en que la candidata a vice presidenta fuera una mujer… ¿y quién mejor que la compañera Rosario? Con una labor puesta a prueba, con mucho sacrificio y sin horario”, aseguró.
Este domingo, Ortega fue reelegido en unos comicios marcados por la alta abstención y la ausencia de oposición y Murillo en su vicepresidencia, con lo que, por primera vez, una pareja sentimental está simultáneamente en el poder en América.
¿Pero cómo llegó Murillo hasta ese punto, a tener al pleno de magistrados del Poder Electoral aplaudiendo su nominación, y al mismo Ortega cediéndole el 50% del poder formalmente, cuando durante la época de la Revolución Sandinista era una persona sin mayores influencias dentro del partido? Son varias las respuestas y las apreciaciones, pero antiguos compañeros y familiares de ella coinciden en algo: Murillo tiene “una patología de apego al poder”.
De la escuela de modales a hippie
La familia Murillo-Zambrana tenía dinero a causa de una herencia, y por varias propiedades, entre ellas haciendas algodoneras y de ganado. Rosario era la menor de cuatro hijas y la preferida de su padre Teódulo. Es por eso que ella fue enviada a Inglaterra y a Suiza a estudiar a una escuela de modales, una “finishing school”, donde aprendió a ser una dama de sociedad.
Al volver de Europa, Murillo fungió como secretaria del director del Diario La Prensa, el héroe nacional Pedro Joaquín Chamorro, asesinado por la dictadura somocista. Desde temprana edad, ella incursionó en la poesía y orbitó en el mundo cultural. En 1973 fundó el Grupo Gradas, un colectivo de artistas y poetas que desde los atrios de iglesias gritaba versos contra la dictadura.
Por esta época, Murillo ya había cambiado su atuendo de niña refinada por los lentes al estilo John Lenon, las licras ajustadas al cuerpo, los aretes, los collares y toda la simbología de la contracultura hippie. En 1977, Murillo se enamora de Ortega. Antes, ya había estado casada dos veces. De su primer matrimonio nacen sus hijos mayores, Rafael y Zoilamérica, quien años más tarde denunciaría a su padrastro Daniel Ortega, por violación.
El idilio de Ortega y Murillo se concreta en Costa Rica, cuando el guerrillero ya era un alto dirigente del Frente Sandinista. Allí vivieron en el exilio hasta 1979. Con el triunfo de la guerrilla, la pareja regresa a Nicaragua. Sin embargo, su papel fue modesto durante el gobierno revolucionario.
Antiguos compañeros del partido señalaron a Univisión Noticias que Ortega ni siquiera reconocía como primera dama a Murillo en los viajes oficiales. Aunque ella intentaba estar a la par del comandante revolucionario, más bien era una figura marginal en las fotografías de la época.
“Ella era un militante normal”, aseguró la periodista y socióloga Sofía Montenegro, quien hizo la revolución, pero luego rompió con el partido sandinista. “La posibilidad de ella es que era la mujer de Daniel Ortega. Pero bueno, todos los comandantes tenían sus esposas, y ninguna de ellas se metió o intentó hacer uso de su relación personal para tratar de incidir. Murillo quiso incidir, no a nivel de la política nacional, sino en el área de la cultura”, recordó Montenegro.
Murillo fundó la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC), una especie de apéndice del Ministerio de Cultura dirigido en los años ochenta por el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal. Sin embargo, poco tiempo después comenzó a tener problemas. La primera dama es descrita como “una persona complicada”.
“Rosario tiene buenos rasgos: una mujer con una enorme capacidad de trabajo, de organización; tiene una personalidad obsesiva compulsiva, controladora y tiene una personalidad autoritaria, intolerante, irascible. Se enoja rapidísimo y profundamente desconfiada e insegura”, describió.
Murillo antagonizó con la mayoría de notables del partido sandinista en los ochenta. La excomandante guerrillera Dora María Téllez dijo a Univisión Noticias que Murillo comenzó a tener mayor incidencia en el partido después de 1990, cuando Ortega perdió en las urnas contra la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro. Pero el momento clave que catapulta a Murillo, sucede en 1998.
La denuncia de Zoilamérica
Rosario Murillo declaró “loca” a su hija Zoilamérica cuando ella denunció que Daniel Ortega la había abusado sexualmente de forma sistemática durante veinte años.
Era 1998 y el Frente Sandinista estaba en la oposición. Este escándalo amenazaba con hundir de por vida al eterno candidato sandinista, a no ser porque Murillo se puso de su lado.
“En cualquier país del mundo una denuncia por abuso sexual se investiga y se procesa”, dijo Zoilamérica a Univisión Noticias desde San José, Costa Rica, donde hace unos años vive en el exilio por “la persecución” que su madre desató contra ella. “La única forma que Daniel Ortega podía escapar era contando con la palabra de mi propia madre negando los hechos”.
La negación de Murillo sirvió “como excusa perfecta” para exonerar y dejar impune a Ortega, ya que los señalamientos nunca se investigaron, fustigó Zoilamérica.
A partir de ese momento, Murillo adquiere preponderancia en el partido sandinista. De hecho, organiza la campaña presidencial del año 2006, cuando Ortega gana las elecciones y regresa a la presidencia.
“En todos estos años ella ha construido la maquinaria del orteguismo”, valoró Dora María Téllez. “Ha liquidado la estructura partidaria del Frente Sandinista, y por eso ella es ungida: en las dictaduras las primeras lealtades son con el anillo familiar”.
Control del gobierno
Murillo controla todos los movimientos administrativos del gobierno de Ortega. Desde sus medios de comunicación cada mediodía, la primera dama expone los “logros” del gobierno y da cifras de cualquier índole. Si un niño está enfermo del virus Zika, ella lo anuncia. Si hay un sismo, ella alerta a la población. Si llueve, ella cuenta los milímetros que cayeron. Además, manda bendiciones y recita el santoral del día. No hay nada que Murillo no maneje. Todo con el toque excéntrico de Rosario: su gusto kitsch patente en los ‘Árboles de la Vida’, enormes estructuras metálicas que proliferan por la capital Managua. Las estructuras parecen sacadas de la película de Willy Wonka, y su silueta hasta ya forma parte de la papelería oficial del Estado de Nicaragua.
Muchos sostienen que son sus “talismanes” para protegerse de “la mala gente”.
“Es una mujer conocida por ser supersticiosa. Tiene esa visión de mezcla ecléctica de creencias naturistas, canónicas, New Age, hinduistas, cristianas… que son muestra de su ausencia de formación sólida en términos políticos y filosóficos”, analizó la socióloga Montenegro.
La división en el partido
La primera dama ha creado una estructura paralela a la vieja guardia del sandinismo, la que ha sido desplazada poco a poco. El poder de Murillo alcanza para descabezar a ministros y alcaldes que contradigan sus orientaciones. Cuando se rumoró su posible candidatura por primera vez, el cisma fue evidente en el FSLN, y es por eso que Ortega esperó hasta el último día y hora para inscribirla, revelaron fuentes del partido.
“Ella no ha sido capaz de articular y cohesionar al partido en torno a una propuesta, sino más bien dividirlo por cuanto ella rivaliza con toda figura que pueda no solo pensar críticamente, sino aportar de forma innovadora y relevante y emerger como un nuevo liderazgo”, apuntó Zoilamérica. “También por eso ha alejado al liderazgo histórico. Porque ella no puede compartir el poder con nadie. Y para eso ha acercado a Daniel Ortega y lo ha convertido en algo lejano para la militancia, inaccesible”.
Pese a estos señalamientos, Murillo ha logrado colocarse en la primera línea de sucesión constitucional. Se ha impuesto, coinciden sus detractores. Están abiertas las puertas a “una dinastía familiar”, denuncian. La oposición ilegalizada, que ha tildado de “farsa” estos comicios, no duda que el próximo seis de noviembre el poder electoral dé por ganadora a Murillo y su esposo.
La tarde que la primera dama fue inscrita candidata, ella agradeció a Dios. Ortega la siguió alabando, como lo hizo el pasado 19 de julio, cuando la llamó en una plaza atestada de seguidores “la eternamente leal”.