Es difícil encontrar una responsabilidad política que haya suscitado tantas mofas como la vicepresidencia de Estados Unidos.
Para qué sirve un vicepresidente y por qué este año es quizá más importante que nunca
Con dos aspirantes tan mayores como Hillary Clinton y Donald Trump, sus segundos podrían tener que asumir el cargo. Sus predecesores sufrieron mofas, tensiones e irrelevancia


Los historiadores suelen recordar que es un cargo simbólico sin apenas poder y cuya importancia no depende del talento de quien la ejerce sino de la voluntad del presidente, que decide hasta qué punto quiere involucrar en sus decisiones al hombre llamado a sucederle en caso de fallecimiento o dimisión.
“Es el cargo más insignificante jamás concebido por el hombre”, escribió quejoso John Adams en una carta a su mujer Abigail en 1793. Adams fue el primer vicepresidente de EEUU y sufrió el desprecio de George Washington, que ni siquiera lo invitaba a las reuniones del Gobierno federal.
Esta vez, la edad de los candidatos presidenciales añade una importancia especial a la elección de los aspirantes a la presidencia.
Tanto el republicano Mike Pence como el demócrata Tim Kaine son políticos amables y bien preparados. Han ejercido como congresistas y como gobernadores y están preparados para tomar decisiones si Clinton o Trump se ven obligados a dejar el cargo por muerte, cese o destitución.
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Adams, el pionero
Adams fue también el primer vicepresidente en llegar a la Casa Blanca. Ocho años después de jurar al cargo, sucedió a Washington en 1797 e inauguró una vía que siguieron algunos de sus sucesores.
Otros tres llegaron al poder al ganar las elecciones justo después de dejar la vicepresidencia: Thomas Jefferson, Martin Van Buren y George H. W. Bush. El vicepresidente republicano Richard Nixon perdió en 1960 pero fue elegido presidente en 1968. Su vicepresidente Gerald Ford asumió el cargo durante casi dos años después de su dimisión.

Ocho vicepresidentes llegaron a la Casa Blanca por la muerte de su predecesor. Los cuatro primeros fueron John Tyler (1842), Millard Fillmore (1850), Andrew Johnson (1865) y Chester Arthur (1881). Todos asumieron el cargo durante el siglo XIX y dejaron el poder sin haber ganado una sola elección. Los otros cuatro asumieron el cargo durante el siglo XX y ganaron al menos unas elecciones presidenciales después de asumir el cargo: Teddy Roosevelt (1901), Calvin Coolidge (1923), Harry Truman (1945) y Lyndon Johnson (1963).
Más difícil es ejercer el cargo sin perder influencia ni sufrir la frustración que reflejan las escenas de la serie Veep. Harry Truman llegó al poder en 1945 sin conocer siquiera la existencia del proyecto para construir la bomba atómica. El republicano Dan Quayle o el demócrata Walter Mondale nunca se enderezaron su carrera política después de su paso por la vicepresidencia. Al Gore perdió en el año 2000 unas elecciones que habría ganado unos años antes, cuando era un influyente senador.
Cómo ser un buen vicepresidente
Los mejores vicepresidentes suelen ser políticos como Lyndon Johnson o Joe Biden que han trabajado durante décadas en el Capitolio y que ayudan al presidente a la hora de engrasar el proceso legislativo y llegar a acuerdos con los congresistas. También figuras como Bush padre o Nelson Rockefeller, que llegaron al cargo con experiencia de gestión y que ayudaron a presidentes más inexpertos a tomar decisiones difíciles con lealtad.
A Dick Cheney se le reprochó un poder demasiado grande durante la presidencia de George W. Bush. Pero de la mayoría de sus colegas se dice lo contrario: que apenas influyen en las decisiones que se toman en la órbita presidencial.
Antes de la aprobación de la 25 enmienda en 1967, ni siquiera era necesario cubrir la vacante cuando fallecía el vicepresidente. En alguna ocasión el puesto estuvo vacante durante años y quienes lo ejercieron se rieron a menudo de él.
John Nance Garner, vicepresidente con Franklin D. Roosevelt, dijo que el cargo no valía “un cubo de orina caliente” y que aceptarlo había sido “el error más idiota” que había cometido en su vida. “No quiero que me entierren antes de morir”, dijo el jurista Daniel Webster al rechazar la propuesta de ser el vicepresidente de William Harrison. La paradoja es que Harrison apenas duró 32 días en el cargo y su vicepresidente John Tyler asumió la vicepresidencia un mes después.
Políticos brillantes como Theodore Roosevelt o Lyndon Johnson creyeron haber cometido un grave error al aceptar el cargo. Pero la muerte violenta de sus predecesores los empujó al poder y los convirtió en dos de los presidentes más influyentes de la historia del país.
"Walter Mondale dijo una vez que las tareas más importantes del vicepresidente son ejercer como mediador y ser el asesor más cercano al presidente", me decía hace cuatro años Joel K. Goldstein, catedrático de la Universidad de St. Louis y máximo experto en la vicepresidencia. "Creo que Biden lo ha hecho muy bien en ambos aspectos. También ha ayudado a negociar con los republicanos y ha logrado acuerdos que se antojaban muy complicados. Mi impresión es que suele recordar al presidente detalles que otros asesores ignoran o se callan. No le importa decir lo que piensa y eso es muy importante. Y otra cosa importante es que tiene cierto don de gentes. Los republicanos que no están de acuerdo con sus ideas le aprecian y le respetan”
Quien suceda a Biden como vicepresidente deberá emular ese don de gentes y esa habilidad para llegar a acuerdos. Pero sobre todo deberá estar preparado para asumir el poder si Clinton o Trump fallecen en el cargo. “Éste es un empleo inmejorable”, dijo una vez en el Senado Charles Dawes, banquero y vicepresidente del republicano Calvin Coolidge entre 1925 y 1929. “Sólo debo hacer dos cosas. Una es sentarme aquí y escucharles a ustedes hablar. La otra es mirar los periódicos cada mañana para ver cómo está el presidente de salud”.










